Año 2 • No. 53 • febrero 25 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
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  Piensa Negativo
César Colorado Ruiz
 

Generalmente a nadie se le puede ocurrir que pensar negativamente sea una forma de vivir. Ser optimista es el arma que por lo regular utilizamos para enfrentar la vida. Los norteamericanos son los que más inculcan esta idea. Asumir una actitud de que las cosas siempre van a estar bien es la clave para los negocios, la escuela, el amor, la salud, los deportes, etc. En el mundo de la competencia la base es el optimismo, de lo contrario, nos predeterminamos a perder.

Contra esta teoría del optimismo, Julie Norem, psicóloga de la Universidad de Wesllesley, recientemente escribió un texto que critica a todos los libros de autoayuda -al estilo de Miguel Ángel Cornejo- que se venden en los supermercados. La obra se titula The Positive Power of Negative Thinking (El poder positivo del pensamiento negativo). En la literatura psicológica norteamericana el pesimismo es considerado un tema inadecuado para la mente de la población, lo mejor es no hablar sobre él, mucho menos recomendarlo, esos sería un total absurdo. Para el pensamiento gringo el pesimismo es de los pueblos viejos y atrasados que tienen poca capacidad de acción, es de la gente pobre, de los fracasados; la actitud de apatía es un obstáculo para el triunfo, para ser rico y famoso se requiere del buen humor.

Julie Norem expone que en Estados Unidos ningún terapeuta recomendaría a sus pacientes ejercitar sus pensamientos negativos. Éste ha sido erradicado de las escuelas, del trabajo y la religión, pensar la vida positivamente equivale a reunir fuerzas para vencer al rival en los negocios, los deportes, la sexualidad, etc. Sin embargo, señala la autora, el pensamiento optimista, debido a las expectativas de que todo saldrá bien, provoca ansiedad, y si las cosas salen mal, el sujeto sufre profundas depresiones. En cambio, la persona que tiene pensamientos pesimistas, como nunca espera nada bueno, está preparado para las situaciones difíciles, y cuando le sucede algo positivo, lo recibe como un beneficio inesperado. Vivimos en una época donde los individuos luchan constantemente por ocupar el primer lugar, por tener siempre más que lo necesario, por no formar parte de las filas de los fracasados. La ambición mueve a la gente y la conduce a forjarse los mejores deseos y lograr las más grandes conquistas, sin embargo, este pensamiento es lo que puede llevar a las personas a terribles estados existenciales. Para evitar esto debemos inculcarnos la idea de que desear demasiado favorece la infelicidad. Ejercitar los pensamien-tos negativos es una manera de estar preparados para lo trágico.

A la vida le pedimos demasiado, dice Julie Norem, pero la vida puede ser menos incluso de lo que es. El asunto es ser feliz dentro de nuestras posibilidades y no dejarnos apoderar por el ímpetu de tener más. Debemos aprender a vivir con lo que somos y con lo que tenemos, algo ciertamente difícil en un sistema consumista donde la satisfacción de los sentidos se convierte en la práctica cotidiana que hace del ser humano un sujeto hedonista, avaro, necio, egoísta y susceptible a fuertes depresiones.