Dirección de Comunicación
Universitaria
Departamento de Prensa
Año 12 • No. 530 • Agosto 19 de 2013 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Se cumplen 99 años de su natalicio

José Luis Melgarejo Vivanco, pionero de la Antropología en Veracruz

El 23 de enero pasado se cumplió el primer decenio del fallecimiento del profesor José Luis Melgarejo Vivanco, y el 19 de agosto de 2014 se celebrará un centenario de su natalicio. Melgarejo Vivanco impulsó la fundación de las instituciones antropológicas de la Universidad Veracruzana y fue miembro destacado de la primera Junta de Gobierno de esta casa de estudios. El texto adjunto es fragmento de uno publicado hace 30 años en el semanario Punto y Aparte, refleja la vigencia de su pensamiento como educador. Completa este anticipo de homenaje, un reclamo de Magno Garcimarrero en el sentido de que Veracruz sigue en deuda con Melgarejo Vivanco.

Educación mediocre
José Luis Melgarejo Vivanco

La educación primaria es atendida por maestros normalistas, profesores titulados en centros de capacitación y por esas levas que la necesidad realiza periódicamente. La preparación de los maestros normalistas viene dejando de ser garantía de calidad; Veracruz, primer fundador de una escuela normal, semillero nacional cuando la dirigió Rébsamen, sólo bajo la inspiración de Gabriel Lucio volvió a encabezar la revolución educativa, en su ideología, no tanto en métodos y técnicas; ahora, 10 normales funcionan en el estado, con catedráticos que no saben “hablar y escribir correctamente”, no se diga “con propiedad, pureza y elegancia”.

El viejo y glorioso magisterio rural desapareció; quedan, desperdigadas, figuras venerables, mas abundan quienes no impresionan tanto por su ignorancia cuanto por su ordinarez, ejemplo de cuanto no debe ser la educación, y éstos resultan hábiles maniobristas para tomar las decisiones y los puestos directivos.

La enseñanza media es el más amargo desaliento en el futuro del país; generalizadamente, la dirigen personas acaso con méritos en otros campos pero no en el quehacer educativo, y por lo cual son víctimas de los vivales acomodaticios.

En su cuerpo de catedráticos, ya menudean los egresados de las normales superiores, de las escuelas universitarias, pero éstas no sólo no se apuntalan con materias pedagógicas: en sus aulas es de buen tono abominar y burlarse de la didáctica; las otras, con frecuencia resbalan a la charlatanería y el desprestigio.

Veracruz hizo el intento de contribuir a la solución, creando una Facultad de Pedagogía y orientando a otras escuelas a producir no “sabios” en petulancia, sino catedráticos para enseñanza media; el orgullo aristocrático no lo permitió, y este rubro sigue a la deriva; sus responsables, y el propio gobierno, todavía no perciben el cambio de la realidad antropológica, psicológica: hoy están ingresando a secundaria niños de 11 años; y al bachillerato, adolescentes; aquí está la edad crítica del hombre biológicamente, socialmente; aquí es donde todo conocimiento científico, toda ciencia de la educación, se antojan insuficientes; aquí es donde se tronchan los destinos, con irresponsabilidad que pasma, sin meditar que de la enseñanza media parten todos los caminos a las profesiones, considerada sólo como propedéutica, es decir, una enseñanza que propende a seguir en otras escuelas, ya no se diga entendida como terminal, y no por sus planeadores, no, por los golpes de la vida sobre la inocencia de los hijos.

La educación superior en México sigue tiñéndose de mitos; ni siquiera se ha podido integrar como educación superior; todavía la Universidad, con el más depurado racismo del espíritu, se cree centro del universo y discrimina la enseñanza técnica... La Universidad ha querido vivir en un mundo interestelar, divorciada del gobierno, del cual sólo acepta su “cochino dinero”; pero, en los últimos tiempos, llegó a tener por catedráticos a estrellas de primera magnitud, sin constelación.

El aparecer de universidades muy exclusivas y sólo para señoritos, donde son preparados para tomar el mando de las empresas y de la propia nación, ha democratizado a la Real y Pontificia Universidad, aun cuando su multiplicar en la provincia, no sólo acorrientó al elitismo insoslayable de toda educación superior, la precipitó en el fraude, porque hace creer a la juventud que la prepara, cuando no es verdad, y otorga títulos, irreprochables a los leguleyos pero insatisfactorios a la conciencia.

Sin embargo, entre los alumnos de la enseñanza superior, abundan los buenos, ansiosos de una verdadera revolución educativa, que sólo esperan la circunstancia, el apoyo, para dejar de ser la mayoría silenciosa, y en un momento de indignación sacar a latigazos a tanto prevaricador que prostituye su templo.

Además del hombre, se deberá encarar el problema de la orientación, los planes, programas, métodos. México no anda en busca de ideologías. Pudiera no encontrar filósofos, pero tiene una filosofía propia, brotada de su vivir, en la dialéctica de la historia, y de la cual participan, por inmersos en ella, los mexicanos que no abjuran de su identidad; pero sí, el magisterio todo debe orientar su enseñanza rumbo a la educación; que termine ya el vergonzoso espectáculo del poder público castigando, readaptando, no sólo a los bajos fondos de la sociedad, sino a sus más encumbrados primates.

Urge una educación para la vida, para la realidad, no para la propia escuela; una educación brotada de la experiencia mexicana y para los mexicanos, y no una educación copiada, en ocasiones muy servilmente, del extranjero; existen todos los elementos para estructurarla, y a ritmo del minuto. En la educación primaria quítese todo el fárrago de cosas inútiles a favor de una buena caligrafía, ortografía, sintaxis; de la buena lectura, para evitar que los futuros funcionarios cancaneen, tartamudeen, se mojen el dedo con saliva y no sepan leer en público.

Que los niños dominen, sólo son cuatro, las operaciones aritméticas, la geometría elemental; ¿cuándo se le puede plantear al egresado de la primaria, el problema del volumen de un cono truncado?, ¿para qué la taxonomía de Linneo? La educación primaria está entregando criaturas de 11 años.

Las anteriores reflexiones pueden conservar su validez en el nivel de la enseñanza media, y no dar al alumno por cinta virgen de una grabadora, con tantas materias a cubrir, que no dispone de tiempo para ser hombre social, y debe ser hombre libre, no galeote.

Que conjugue correctamente los verbos aun cuando no repita, inútilmente, la palabra pluscuamperfecto; que construya claramente su frase y no importa si es enclítico; y que sepulten bocabajo las abstrusas reformas gramaticales, extranjeras y trasnochadas, responsables del abismo generacional.

¿Cuándo el alumno de secundaria o bachillerato, en su vida cotidiana, deberá calcular las potencias a que pueda elevarse un binomio, con todo respeto para el señor Newton? Resumiendo, es insatisfactorio el estado de una enseñanza que debería ser educación, desde los jardines de niños, cuya finalidad todavía no entienden los maestros, hasta la educación superior, que no puede ni debe ser masiva si carece de una orgánica base, porque, o se dan las condiciones de la estructura, o la superestructura seguirá fracasando.

Texto original, publicado en Punto y Aparte, el 25 de agosto de 1983

Gonzalo Aguirre Beltrán, Antonio M. Quirasco, Alfonso Medellín Zenil y José Luis Melgarejo Vivanco,
en la ceremonia de inauguración del Museo de Antropología en 1959

 

 

Pendientes
Magno Garcimarrero

La casa del maestro José Luis Melgarejo Vivanco, en la calle de Insurgentes de la ciudad de Jalapa, se distinguía de todas las demás porque tenía siempre las puertas abiertas. Era, supongo, una de sus muchas maneras de declarar su confianza en el prójimo, su cordialidad hacia el vecindario, su seguridad interior, su total ausencia de miedo, su fe en los demás, su primera declaración de amor a Veracruz. No había otra casa en toda la acera, ni en toda la calle, ni en toda la ciudad capital, ni en todo el Estado y, quizás no sea exagerado decir que en todo México, que abriera sus puertas y las mantuviera de par en par a la luz del día.

Desde el portón, descendiendo en un suave declive, se llegaba a la casa del maestro, el genio, el “indio iluminado” como lo llamaba cariñosamente Raymundo Flores Bernal, uno de sus admiradores declarados que presumía de haber leído casi todo lo que había escrito el sabio, y se jactaba de poder platicar con él al tú por tú, sin irle a la saga en conocimientos.

Don José Luis recibía en el umbral de la casa, e invariablemente invitaba a ingresar a su estudio y biblioteca. Oírlo era como bañarse bajo un torrente de cultura, era como poner a prueba el asombro ante las cosas obvias que uno, por costumbre miraba pasar en desorden, y de pronto él las ordenaba y sistematizaba convirtiendo en ciencia la vida cotidiana.Era tan elocuente, que nos sorprendía haciéndonos ver que nuestro sencillo e insignificante presente, estaba anclado a un pasado de proporciones ignoradas, hasta que él nos las ponía en claro.

Sé que era maestro egresado de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, pero sus conocimientos superaban con mucho la mediana cultura de los maestros.El Diccionario Biográfico de Veracruz, trabajado por Roberto Peredo y editado en 2004 por la Fundación Colosio, A. C., dice lo siguiente: “Melgarejo Vivanco José Luis.Pionero de la Antropología en Veracruz. Educador.Profesionista (antropólogo, historiador). Escritor (poeta). Profesor normalista, uno de los iniciadores de la antropología en Veracruz. Decano de los investigadores del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana. Nació el 19 de agosto de 1914, en la congregación de Palmas de Abajo, del municipio de Actopan”.

Después de dar cuenta de sus primeros estudios, el diccionario hace reseña de sus cargos de elección popular (diputado varias veces), altos cargos administrativos en los gobiernos estatal y federal y da cuenta de títulos de libros escritos por el maestro: sesenta dice el documento.

Una tarde en que nos reunimos a decir décimas en el Centro Recreativo, le presumí a Pedro Melgarejo, hermano de don José Luis, el haber leído cuando menos 10 libros del maestro, y Pedro me puso en mi lugar diciéndome: “Pues no has leído nada, porque mi hermano ha escrito más de 300 libros”. No lo dudé ni tantito, pero me consolé pensando que hay peores que yo, que no le han leído ni uno.

En mi biblioteca es quizá el autor cuyos libros ocupan el mayor espacio: Breve Historia de Veracruz, El Problema Olmeca, Breviario Municipal (cuando sólo había 203 municipios), Los Jarochos, El Códice Actopan, Los Totonaca y su Cultura, el poemario Declaración de amor a Veracruz, México y España y Revelaciones del Tajín. Este último fechado en 1994, tiempos en que éramos diputados, dedicado y firmado para mí de su puño y letra, de lo que me siento muy honrado. De sus ensayos publicados por la revista universitaria La Palabra y el Hombre guardo también una valiosa colección. Me sospecho, aclaro al canto, que entre mi culto compadre Flores Bernal y mi hermano Benjamín, me han robado algún título del maestro que, ahora busco, extraño y no encuentro. Robo famélico entre seres de apetencia intelectual. ¡La letra con sangre entra, pero sale por exceso de confianza!

Habrá que admitir que la sabiduría de don José Luis, le granjeó antipatías y enemistades de quienes se sintieron abrumados por ella. Y como la envidia, según los estudiosos de la conducta humana, surge siempre con pretensión horizontal, es decir, entre quienes quieren sentirse iguales al envidiado, la grima hizo presa de profesores, antropólogos, políticos, investigadores, historiadores, escritores y muchos otros presuntos sabiondos y eruditos de consumo oficial y doméstico. Es por eso, supongo, parafraseando lo dicho por el maestro en uno de sus ensayos, refiriéndose a otros, que él: “se topó con la incomprensión y el insulto”.

Cuatro años después de su muerte, en 2008, el Rector de la Universidad Veracruzana Víctor Arredondo le rindió un merecido homenaje, el escenario fue precisamente el Museo de Antropología; en esa ocasión el Rector expresó: “La UV se ha consolidado con el aporte de una comunidad fuerte y con la herencia de universitarios ilustres como Melgarejo Vivanco”. En ese mismo año el Gobierno del Estado de Veracruz editó un libro: “Selección de Ensayos y Poemas de José Luis Melgarejo Vivanco” donde se recogieron documentos valiosísimos de la factura del maestro, y en el que le expresaron su admiración en sendos escritos hombres de la talla de Carlo Antonio Castro, Gilberto Bermúdez Gorrochotegui, Mario Navarrete, Raúl Hernández Viveros. De la lectura de sus textos, creo que una frase de Carlo Antonio podría resumir el sentir de todos: “Melgarejo Vivanco es indispensable para entender las raíces aborígenes de Veracruz”.

Tuve en honor coincidir con el maestro en la LVI Legislatura del Estado de Veracruz, ahí supe de su capacidad como orador de largo aliento. Su trabajo legislativo es otro de sus méritos que, atribuido al grupo parlamentario, se diluyó sin dejar constancia de su factura personal; con que fuera útil a los demás, el maestro se daba por bien servido.

Aunque vivió 80 años muy productivos, dos lustros sin Melgarejo Vivanco no son buenos para la cultura, para la ciencia, para los veracruzanos que deseamos trascender el conocimiento humano. Creo sinceramente que lo menos que debemos hacer es leer su aporte cultural, releerlo, repetirlo, enseñarlo, sembrarlo como una semilla germinativa en nuestros hijos, en nuestros nietos, con la esperanza de que pronto, venga alguien entre nosotros, que aspire a acercarse a su memoria, entender su legado y hacerlo crecer sobre los cimientos que su muerte dejó pendientes.

“Quiero morir de sed, gritando en vano la ocultada tragedia del hermano”.

El impulso a proyectos antropológicos es parte importante de su legado