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Año 12 • No. 536 • Septiembre 30 de 2013 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Aseguró Diana González Ortega

El reconocimiento en la FIL, producto del trabajo colectivo

La titular de la Dirección General de Bibliotecas, compartió sus experiencias en el campo
de la biblioteconomía y su labor dentro de la UV

La universitaria fue elegida para recibir el Homenaje al Bibliotecario

La DGB ha hecho un esfuerzo importante en la promoción de la lectura

Adriana Vivanco

Diana Eugenia González Ortega, titular de la Dirección General de Bibliotecas (DGB) de la Universidad Veracruzana (UV), fue elegida por el comité organizador de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara para ser reconocida con el Homenaje al Bibliotecario 2013.

Oriunda de Tula, Hidalgo, Diana Eugenia González es licenciada en Biblioteconomía por la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, cuenta con una especialidad en Administración Universitaria y tiene diplomados en Administración Bibliotecaria.

A lo largo de su carrera se ha destacado por su intensa labor en la administración de bibliotecas, en un principio desde la Biblioteca de México donde colaboró en los departamentos de Proceso Técnicos y en el de Consulta, posteriormente como jefe de biblioteca de la empresa Control Data de México, y jefa del Archivo de Obras Públicas del Departamento del Distrito Federal.

En su labor de administración de bibliotecas sobresale su trabajo como jefa del Departamento de Bibliotecas del Instituto Tecnológico de Sonora, donde automatizó los servicios bibliotecarios y logró enriquecer el espacio con tres bibliotecas nuevas en las que sumó junto con la ya existente un total de 100 mil volúmenes documentales que superaron por mucho los nueve mil ejemplares con que contaban inicialmente.

En el campo de la docencia se ha distinguido por más de 20 años de trabajo frente a grupo en el campo de las ciencias sociales, donde ha impartido cursos de capacitación a bibliotecarios en diversas instancias de educación superior del país. En la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, colaboró como subdirectora de Planeación y Evaluación, subdirectora Académica, y fue parte importante del proyecto de la Licenciatura en Biblioteconomía en las modalidades abierta y a distancia.

Es socia de la Asociación Mexicana de Bibliotecarios, miembro del Colegio Nacional de Bibliotecarios del que fue vicepresidenta de 1997 a 1998, además fue presidenta del Consejo Nacional para Asuntos Bibliotecarios de 1990 a 1995. En la actualidad, como directora de la DGB de la UV, encabeza diversos proyectos de modernización y sistematización del trabajo bibliotecario

A propósito de esto y del premio que recibirá el 4 de diciembre en la FIL, González Ortega compartió con Universo su experiencia en el campo de la biblioteconomía, sus primeros acercamientos a esta disciplina y su labor dentro de la Universidad.

¿Cómo fue que decidió estudiar Biblioteconomía?
Cuando terminé la preparatoria en Córdoba, Veracruz, mi papá vio en el periódico que invitaban a los egresados de la prepa a tomar el primer examen vocacional en el país, me llevó a la Ciudad de México a un instituto de psicología que estaba en Polanco, ahí realizaron durante cuatro días diversos exámenes y finalmente una psicóloga me explicó que de acuerdo a mis resultados yo podía estudiar leyes, trabajo social, literatura, sociología, biblioteconomía o archivonomía. Escuchar todas esas opciones me desconcertó porque no tenía idea de qué eran la biblioteconomía y la archivonomía, la psicóloga me explicó detalladamente en qué consistían y me dijo: “si tú estudias eso jamás te va a faltar trabajo, porque en México casi no hay profesionistas de esa área”. Eso me motivó.

¿Cómo encontró la instancia adecuada para estudiar biblioteconomía?
Convencida con las palabras de la orientadora vocacional, decidí estudiar Biblioteconomía. En esa época era la Universidad Nacional Autónoma de México la que ofrecía esa opción, pero hubo algunos cambios en calendarios y entré a estudiar a la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía que dependía de la Secretaría de Educación Superior de la SEP. Era una escuela pequeña y éramos 10 los inscritos, eso permitió que tuviéramos una atención personalizada. Para mí fue una experiencia doblemente importante, por una parte porque era entrar al mundo universitario y, por otra, porque era vivir la aventura de ser estar por mi cuenta en la Ciudad de México. Previo a esta experiencia, ¿había tenido curiosidad por el mundo de las bibliotecas y los libros? Antes de ese examen vocacional mi relación con los libros y la biblioteca era limitada, lo que leíamos en casa eran las enciclopedias, aunque en la escuela me gustaba leer. Yo creo que también es parte de la formación familiar, mi papá llegaba los fines de semana y nos leía a todos sus hijos, así fue creciendo esta necesidad de siempre aprender algo.

¿Cuál fue la reacción de su familia y amigos al tomar la decisión de acercarse a la biblioteconomía?
Mi familia siempre me apoyó. Fui al DF con dos amigas y siempre fui la rara, me preguntaban “¿qué es eso que estudias?, ¿biblio qué?, nosotras no pensamos que para eso se estudie”, me decían. El asunto es que con el tiempo vieron que sí se necesita mucha preparación, soporte teórico y técnico para sacar a flote las bibliotecas. Algunas personas pensaban que era una carrera tan extraña que tendría dificultades para acceder en el mercado laboral, pero no fue así, nunca tuve ese problema. Inmediatamente al terminar la carrera hice mi servicio social en la Biblioteca de México, terminando me ofrecieron una plaza vacante de oficial en la biblioteca y la acepté. Posteriormente nos fuimos a Córdoba y me dediqué a organizar bibliotecas. Sin duda elegí algo que no conocía, pero en el camino aprendí y soy muy feliz en mi trabajo, me levanto muy contenta y doy lo mejor de mí porque me gusta.

En su trabajo dentro de la UV, ¿cuáles han sido sus principales satisfacciones?
El primer gran proyecto que llevé a cabo dentro de la UV fue la operatividad de las Unidades de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI), en 1998. Se necesitaba un sistema bibliotecario que atendiera las necesidades de información de los diversos planes y programas de estudio, tanto del modelo tradicional como de un nuevo modelo mucho más abierto y flexible donde el alumno fuera el centro y el eje de la formación profesional. Necesitábamos espacios abiertos, un espacio bibliotecario integrado primeramente por un catálogo colectivo, que diera cuenta de lo que existía en cada una de esas 56 bibliotecas. Ése fue uno de los trabajos más arduos que tuvimos. El segundo proyecto importante fue que todas nuestras bibliotecas estuvieran en modalidad de estantería abierta, porque a mayor exposición mayor uso de los recursos documentales. Nos costó trabajo porque los bibliotecarios no estaban acostumbrados, los estudiantes iban al mostrador y les pedían los libros, era una dinámica distinta. Un tercer momento importante fue que ellos utilizaran un nuevo sistema para el préstamo a domicilio pero ya automatizado, esa necesidad de que los bibliotecarios tuvieran otro perfil, que pudieran manejar una computadora y conocer el nuevo sistema. Eso se implementó desde la biblioteca de Tuxpan hasta la de Coatzacoalcos para atender todos los campus.

¿Cuáles fueron los retos más complejos que ha enfrentado en el trabajo universitario?
El principal fue darle a conocer a los bibliotecarios el proyecto USBI porque no lo conocían, yo me cuestionaba cómo vamos a hacerlos parte del proyecto si no saben que existe, de qué se trata y cómo funciona. Durante ese proceso les explicamos qué eran las USBI, qué queríamos hacer, cómo era esa visión de un sistema bibliotecario que necesitábamos.

La primera reacción de los bibliotecarios fue el asombro y paulatinamente les mostramos lo que queríamos hacer, para después implementar un fuerte programa de capacitación del área técnica de bibliotecología y del área de servicios. Aunque reconocemos que el cambio no fue tan rápido como hubiéramos querido, porque hay que tomar en cuenta que ellos también pertenecen a un sistema sindical que lleva su estilo y su propio tiempo.

El siguiente reto fue empezar a dar los servicios, saber exactamente cuáles eran nuestras estadísticas, porque hace 15 años se daban 350 mil servicios bibliotecarios y hoy en día damos tres millones. Tuvimos que incrementar los acervos y entender que muchas colecciones ya no correspondían a las necesidades de los universitarios ni de los planes y programas de estudio, nos reinventarnos y hubo años en los que compramos hasta 30 mil volúmenes anuales para enriquecer esas bibliotecas.

Para cada USBI que se abría se compraba una muy buena cantidad de recursos documentales: libros, revistas, software, CD y toda la diversa gama de soporte documental. En otro momento empezamos a trabajar de manera diferente, entramos al sistema de gestión de calidad y decidimos dejar la receta escrita, y aunque a muchos ha costado entrar en la nueva dinámica y hacer las cosas de forma distinta a la hora de estar todos sentados y trabajando, pues le entramos a lo que es la evaluación, asunto que resalta porque en la UV jamás se había evaluado el trabajo en las bibliotecas. En las evaluaciones se empezó a medir si lo que hacíamos realmente correspondía a lo que decíamos que se hacía para identificar qué mejoras se podían hacer; esto generó un cambio en la forma de administrar, antes todos estaban acostumbrados a recibir y seguir órdenes, pero al realizar la evaluación la gente empezó a tomar una postura autocrítica de trabajo y entre todos fueron opinando cómo podríamos sistematizar y mejorar la calidad de nuestra labor.

Ésta fue una etapa sumamente enriquecedora. La evaluación se dio en dos niveles, de forma anual se realizaba una evaluación interna y otra externa que nos permitieron ajustar y mejorar nuestros servicios; la última parte correspondió a evaluar directamente el servicio que se ofrece a los usuarios, que en gran mayoría son estudiantes. Ahí empezamos a homologar cómo hacíamos y organizábamos en las diferentes USBI esos servicios. También hemos trabajado mucho en la integración de una biblioteca virtual, que son recursos documentales disponibles las 24 horas de cada día de la semana, son bases de datos que tienen publicaciones periódicas actualizadas y muy especializadas que nos sirven a toda la comunidad en general, especialmente a los posgrados y a la investigación. Los primeros años la Universidad erogaba una cantidad no muy grande de esos recursos, acorde al financiamiento existente, pero más adelante logramos que el Conacyt pagara esas bases de datos y hoy somos beneficiados igual que otras 500 instituciones de educación superior.

¿Cuáles son los nuevos retos que enfrenta como titular de la DGB?
El reto ahora es que todo el mundo conozca y use nuestras bases de datos, porque el uso es nuestra única oportunidad de mantener las mismas. Además, promover la lectura ha sido un esfuerzo importante por parte del equipo de trabajo, hay personas que incluso se fueron a profesionalizar con un doctorado a Salamanca para esta labor. En este sentido hemos avanzado mucho integrando la experiencia educativa Promoción de la Lectura en el Área de Formación de Elección Libre, para que los alumnos puedan cursarla. Nuestro ideal es que se logre promover un verdadero placer de la lectura, teniendo como base la Biblioteca del Universitario.

En la actualidad está vigente la convocatoria para ingresar a la Especialización en Promoción de la Lectura, posgrado que iniciará en enero de 2014. Tuvimos dos generaciones de un Técnico Superior Universitario en Gestión Bibliotecaria, después de observar todo lo que hemos avanzado nos preguntamos quién se haría cargo de llevar a cabo todos los proyectos y nos percatamos que necesitábamos gente especialmente preparada para ello.

La Facultad de Letras Españolas fue la instancia académica que absorbió el TSU, que tuvo dos generaciones en las que se inscribieron un total de 30 estudiantes, de los cuales 50 por ciento era personal de la DGB. Estamos muy orgullosos porque ya tenemos dos jefes de biblioteca egresados de ese programa educativo.

Los servicios también se han modificado, hoy tenemos un repositorio institucional que es la memoria de la Universidad, de texto completo y difundida en todas las universidades del mundo, esto también ha sido un trabajo importante que ha rendido frutos al punto que en dos ocasiones hemos ocupado el primer lugar a nivel nacional por el número de recursos que subimos. Esto es muy valioso porque en todo el mundo el acceso abierto se está multiplicando y lo primero que tenemos que dar a conocer es la alta envergadura de nuestras publicaciones periódicas que se editan al interior de la UV; en este sentido, una de las revistas que más solicitan es La Palabra y el Hombre, seguida de Tramoya.

Hace 15 años se generaban 350 mil servicios bibliotecarios; hoy son tres millones

Actualmente la Especialización en Promoción de la Lectura es uno de los proyectos más fuertes que tenemos, así como la consolidación del repositorio institucional, los archivos notariales de los cuales se ha trabajado el de Xalapa y Orizaba, pero el de Córdoba no está aún. Necesitamos hacer los índices y los resúmenes, pero además digitalizar estas piezas que dan cuenta de la historia de esa región. Otro reto es redoblar esfuerzos en la promoción de la biblioteca virtual, dar cursos a los alumnos de posgrado de todos los campus y a los académicos e investigadores para que explotemos estos recursos que están abiertos y disponibles y le dan otro giro a la formación profesional.

¿Cuál considera que ha sido la clave del éxito en su trabajo?
Me siento muy impactada por el reconocimiento que nos hacen como Universidad, porque en definitiva es producto de un trabajo colectivo y pertenece a los bibliotecarios que integramos el sistema bibliotecario de la UV, pero muy especialmente a nuestra Universidad. El secreto del éxito en el trabajo de la DGB es hacerlo diferente y estar abiertos a la evaluación, esto ha permitido que nos vean otras instancias fuera de la Universidad. Antes este tipo de reconocimientos que hace la FIL eran asignados a las personas que radican en el Distrito Federal. Es un honor recibir esta condecoración a nombre de la DGB y de la UV porque indica que estamos siendo visibles en la segunda feria del libro más importante del mundo después de la de Frankfurt.

¿Cuáles son los retos actuales de la biblioteconomía y la archivonomía?
La biblioteconomía y la archivonomía hoy más que nunca están requeridas de personas que se involucren en estas disciplinas, con las nuevas políticas de transparencia de toda la información se requiere de capital humano especializado para trabajar en estos espacios. Actualmente en México la archivonomía es la que más personal requiere, por desgracia siguen sin ser disciplinas muy populares y es aún difícil que se acerquen a ellas, la demanda es poca. Lo que sucede es que otras carreras invaden nuestro campo debido a que no hay suficientes especialistas en el área. Otro punto interesante es que falta modernizar los planes y programas de estudio de estas carreras, hay que dejar de ser conservadores y ver que hoy las nuevas tecnologías nos facilitan el trabajo y nos dan a conocer otros entornos.