Por la psicología
Trabajar con reclusos reafirmó mi vocación: Elika Landa
Participó en el proyecto “Atención psicosocial con internos del reclusorio de Pacho Viejo, Veracruz”
Karina de la Paz Reyes
Elika Landa Sánchez, recién egresada de la Facultad de Psicología, compartió su experiencia en el proyecto “Atención psicosocial con internos del reclusorio de Pacho Viejo, Veracruz”, la
cual le confirmó su vocación por la disciplina. |
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La joven, oriunda de
Xalapa, se interesó en
estudiar psicología porque quería entender a las personas, su actuar y las decisiones
que toman.
“Estoy enamorada de la psicología, pero creo que todavía me puedo enamorar más. Sigo preparándome y estudiando, por eso me iré por el área que me interesa: la clínica y lo social, que van de la mano.”
Durante el Primer Coloquio
Nacional de la Red de Cuerpos Académicos de Psicología,
la joven mencionó que
como parte de su servicio social participó en el proyecto mencionado de la Unidad de Intervención Psicosocial
de la Facultad, que es coordinada por el profesor Arturo Marinero y se
desarrolló el semestre pasado.
Marinero explicó que
en esta actividad participaron 10 estudiantes (seis mujeres
y cuatro hombres) y más
de 70 internos, de los
cuales 20 recibieron terapia
de manera particular y
el resto grupal (para lo
cual fueron distribuidos
en cuatro grupos de hombres
y uno de mujeres).
El grupo de estudiantes trabajó con reclusos y reclusas considerados de baja peligrosidad, que tuvieran sentencia para garantizar que no interrumpirían las terapias, y bajo la coordinación de Arturo Marinero y Julio
Ortega (éste es también integrante del Instituto de Investigaciones Psicológicas).
Elika tuvo a su cargo dos
reclusos de manera individual y participó en la coordinación de un grupo de hombres.
“El trabajo con los internos fue muy corto, porque era una sesión por semana y fueron
10 sesiones, primero era el trabajo en grupo y luego las sesiones individuales, pero también fue muy enriquecedor”, resaltó.
La información tratada en las terapias es reservada, no así la experiencia de la universitaria de 22 años
de edad: “Al principio,
en general todas las
que intervenimos nos
sentíamos temerosas,
pero hablando con ellos
te das cuenta que no es
cierta la imagen que te
vende la tele. No son tan peligrosos, ni tan groseros, no
te faltan al respeto, ni nada”.
Añadió que trabajar con
una comunidad de reclusos le sirvió para romper con esquemas y estereotipos que pesan sobre esa población, “porque son personas igual que nosotros, solamente están en un lugar donde no tienen mucho contacto social”.
Es más, dijo que en las
terapias de grupo en muchas ocasiones ellas ni siquiera hablaban, pues en los reclusos afloraba una solidaridad y apoyo para con sus compañeros que a ellas les permitía ser aparentes espectadoras.
Elika ya había tenido intervenciones en hospitales psiquiátricos, escuelas y comunidades, pero la del
reclusorio ha sido la más
emotiva, según sus palabras.
“En la práctica es
diferente porque aparecen
tus resistencias y el
tener que saber qué tanto quieres centrarte
bien en tu paciente. En ocasiones no tienes claro
cuál es tu rol ante una
persona que está depositando en ti muchas cosas que
trae, pero definitivamente estando ahí confirmé que es esto lo que quiero seguir haciendo”, concluyó.
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