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Año 13 • No. 543 • Noviembre 11 de 2013 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Rayuela, parteaguas generacional que sigue impactando

Rogelio Cuéllar, reconocido fotógrafo de la cultura en México, y María Luisa Passarge, directora de La Cabra Ediciones, conversaron sobre el medio siglo de Rayuela y la huella que dejó en su generación

Aspecto de la exposición De la tierra al cielo. 50 años de Rayuela

 

David Sandoval

El 28 de junio de 1963, hace 50 años, se publicó la primera edición de Rayuela, obra emblemática de una generación que también se convirtió en sí misma en un signo de nuestra época, la de aquellos jóvenes que durante la década de los sesenta cuestionaron al orden establecido y se identificaron con el libro de Julio Cortázar y su osada propuesta literaria escrita en forma de novela que el propio escritor argentino calificó como “la tentativa más a fondo de que era capaz en ese momento para plantearme en términos de novela lo que otros, los filósofos, se plantean en términos metafísicos”.

La lectura de Rayuela fue un parteaguas para los lectores latinoamericanos, como lo confirmaron los testimonios de Rogelio Cuéllar, destacado fotógrafo mexicano, fundador de publicaciones como Proceso y La Jornada, y María Luisa Passarge, directora y fundadora de La Cabra Ediciones, quienes se dieron a la tarea de celebrar el medio siglo de existencia de una novela que ha marcado a sus lectores, generación tras generación.

Universo tuvo la posibilidad de entrevistarlos en la inauguración de la exposición De la tierra al cielo. 50 años de Rayuela, durante las actividades culturales del Hay Festival Xalapa 2013, en la pinacoteca “Diego Rivera”.

En principio se abordó la formación y las ideas de Cuéllar respecto a la fotografía y posteriormente su opinión, junto con la de Passarge, en relación con el potencial de la novela entre los jóvenes de la actualidad.

¿Cómo se define Rogelio Cuéllar?
Me defino como fotógrafo, principalmente, y tengo varias disciplinas: soy desde fotógrafo callejero, esto significa que me gusta andar con la cámara siempre; segundo, me gusta mucho el trabajo del paisaje urbano, o sea el paisaje donde el elemento humano aparezca, también el paisaje rural con elemento humano; la otra parte que me interesa mucho es el retrato de los creadores y lo defino como un compromiso de la mirada, si no hay mirada, no hay retrato.

¿Es parecido a una conversación?
Exactamente, lo que llamo diálogo de miradas y diálogo de silencios, porque la mirada para el retrato es sustancial. Tengo otra disciplina que es el desnudo fotográfico –masculino y femenino– en donde, para mí es el paisaje y el leitmotiv, la mirada no me interesa, al contrario, me distrae; ahí salen con los ojos cerrados o fragmento el cuerpo con sombras y luces, éstas son las cuatro corrientes que manejo.

¿Cómo llega Rogelio Cuéllar a la fotografía?
Comienzo muy joven, en 1967, y rápidamente encuentro en la fotografía mi lenguaje, es en esta búsqueda donde encuentro mi forma de expresarme, estamos hablando de 1968, el movimiento estudiantil, y 1969, las represiones a los movimientos sociales; joven también con 20 años, hay una rebeldía y pienso que la fotografía documental es importante, entonces realizo mucha fotografía documental, entro a diferentes medios como Revista de revistas de Excélsior, fundamos Proceso y La Jornada. Hay un México antes y uno después de este momento, eso es importantísimo.

Posteriormente me alejo del periodismo diario y me dedico al periodismo cultural en lo cual sí creo mucho, trabajo con los creadores, que pueden gustarme o no gustarme sus obras, sus novelas, pero son creadores, entonces es el universo que trabajo y mi disciplina es saber lo que hace cada quién.

El contacto y la relación con todos estos creadores son maravillosamente impresionantes, es lo que me llena el espíritu. Mis conversaciones, mis diálogos con Borges del brazo, con Julio Cortázar, con García Márquez, son un privilegio.

 

Una de las rayuelas exhibidas en la pinacoteca

En ese sentido, considero que exponer es mi forma de comunicarme, de presentar además mi forma de comunicarme con todos estos personajes.

¿Qué es lo que hace a un buen fotógrafo?
Creo que es a lo que aspira uno, que en la memoria se nos quede una imagen. Yo creo que tengo cinco o siete imágenes que ya forman parte de la memoria colectiva: un retrato de un querido Jaime Sabines, de un Octavio Paz, de una Elena Garro, de un estimado Alberto Gironella, de un entrañable Carlos Fuentes, creo que eso es importante.

¿Cuál es su cámara favorita?
Sigue siendo la Hasselblad 6x6 de negativo, mi Nikon F3 de negativo, aunque trabajo con lo digital y sé enviar fotografías por Internet, necesitaba actualizarme y me hizo disciplinarme. Ahora las Nikon y Cannon digitales son una maravilla.

En su opinión, ¿el fotógrafo se hace?
No se hace. Se educa, se educa la mirada.

¿Existe alguna disciplina que siga?
Para mí que me he manejado dentro del periodismo cultural los últimos 40 años, una de mis disciplinas ha sido que antes de fotografiar a alguien debo saber qué es lo que hace, si es pintor, saber qué pinta; si es escritor, saber qué escribe. Entonces puedo decir que tuve el privilegio de estar durante cinco días en Cocoyoc, Morelos, con Julio Cortázar, con Gabriel García Márquez, con Julio Scherer, con Vicente Leñero, convivir con ellos, mi experiencia de dialogar y escucharlos es un gran privilegio.

Para mí me significa mucho Julio Cortázar porque caminé con él, con su esposa, Carol, fuimos por los jardines a hacer una serie de fotografías. Es doblemente significativo como lo fue también caminar del brazo con Jorge Luis Borges, cuando vino a México la primera vez en 1973.

Respecto a Rayuela, ¿por qué atrapa a los lectores?
Yo creo porque no es la lectura lineal a la que estamos acostumbrados, no es una lectura de principio a fin, sino que puede uno abrir el libro en cualquier parte y entiende un concepto, hay otras latitudes, París, Argentina; puede uno brincar de un tema a otro y hay diferentes niveles, diferentes hilos conductores, pero siempre te da un enriquecedor panorama de la historia que te está contando.

¿Es fácil para los jóvenes acercarse a Rayuela?
Las nuevas generaciones tienen mucho más niveles de metalenguaje, de los textos, de tener otra capacidad de síntesis y de análisis, creo que será más enriquecedor; muchos de los autores que invitamos a participar como pintores dijeron que es muy importante este tiempo para releer un libro que nos marcó, creo que las nuevas lecturas y las relecturas son importantes.

¿En ese sentido, podemos leer la exposición de múltiples maneras?
No, esto es una interpretación de los múltiples artistas participantes, los ensayistas, los poetas, que fue un buen pretexto para reflexionar sobre la novela.

¿Los jóvenes pueden acercarse a una novela considerada compleja?
María Luisa Passarge: Creo que sí, sería muy importante que se lograra, que la exposición fuera como un potenciador de ello. Las rayuelas se pueden intercambiar, esto tiene que ver con los artistas. A partir del próximo año la exposición cambiará de apellido, se llamará De la tierra al cielo: 100 años de Cortázar y esperamos llevarla a varios países, nos han invitado a Colombia y sería ideal poder llevarla a París.

Leer Rayuela fue algo definitivo e importante para nosotros, y aunque coincido con el texto de Rosa Beltrán, presente en el catálogo, donde dice que los cuentos de Cortázar son mucho mejores que la novela, finalmente lo que aportó Rayuela a nuestras generaciones fue un parteaguas en muchísimos sentidos. En particular soy coleccionista de rayuelas y durante muchos años a mis amigos que viajaban a países donde no se hablara español les pedía una edición de la obra.

Rogelio Cuéllar: Los niños actualmente parecen autistas, están con su iPhone, su tablet, ya no saben jugar canicas, no saben jugar trompo, entonces creo que es una provocación interesante, por eso agradezco mucho la propuesta de los museógrafos de armar rayuelas que se pegan y despegan, para que los niños vengan a jugar.

Algunos críticos han planteado que Rayuela podría ser un ejemplo del hipertexto, ¿usted qué opina?
María Luisa Passarge: Exacto, es parte del juego lúdico, de todo este juego que propuso Cortázar. Algo también muy importante es que las referencias que hay en la novela son muchísimas: literarias, musicales, filosóficas, artísticas, que tienen una relación entre todos los capítulos, uno puede encontrar un hilo entre los diferentes capítulos que va desde las referencias de conocimiento y de lectura.

La idea es muy provocadora, incluso un día que iba por el parque México pasé donde estaban unas niñas jugando, les pregunté si sabían jugar rayuela, me dijeron que jugaban “el avión” y me prestaron el gis, dibujé una rayuela y de repente estaban ahí conmigo cuatro niños brincando, siento que es eso, que se les abran puertas y se les muestren diferentes ventanas por dónde hacer otro tipo de cosas.

¿Algún recuerdo de la primera vez que leyeron Rayuela?
María Luisa Passarge:
Bueno para mí fue muy importante, me marcó y me enseñó una nueva forma de ver incluso la realidad, los momentos que uno vive, la forma de acercarse a la filosofía, a la literatura, a la música, por supuesto. Rayuela sí fue un parteaguas para mí.

Para los que nacimos a la mitad del siglo pasado significó mucho su lectura y no sé si a las generaciones nuevas les signifique, entonces creo que es una buena provocación poner la novela ante nuevos lectores, creo que es parte del juego. Los jóvenes están con otra sensibilidad, con otras antenas puestas, va a ser muy lúdico ver sus reacciones.

Rogelio Cuéllar: A mí me costó mucho trabajo. Todavía en las relecturas me ha costado trabajo porque sí es un libro complejo pero lo disfruto mucho. Las relecturas siempre me remiten a muchas experiencias personales.

El público en la muestra