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Año 13 • No. 550 • Febrero 4 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Los artistas son niños que quieren seguir jugando: Luis Eduardo Aute

Pintar, tocar la guitarra y leer poesía no son más que lenguajes a través de los cuales puedo comunicar y expresar emociones

Los jóvenes están viviendo un mundo muy difícil y feo. La única luz que se ve al fondo del túnel es la del otro tren que viene lleno de injusticias

"¿Qué sucedería si uno pudiera desdoblarse de sí mismo, qué le diría el niño al adulto?”

Desde muy pequeño empecé a pintar de forma natural”

"Música y poesía para mí son la misma cosa, lo difícil es descubrir la música que le corresponde a
esas palabras”

Adriana Vivanco

“Yo me mantengo firme gracias a ti, poesía, pequeño pueblo en armas contra la soledad”, aseguró Luis Eduardo Aute Gutiérrez en la poemiga de su publicación No hay quinto Animalo.

Aute es músico, cantautor, pintor, director de cine y poeta originario de Manila, Filipinas, reconocido en el mundo por su trayectoria musical con producciones como Rito, Espuma, Babel, De par a par y Fuga.

Pese a que es mejor conocido por su faceta como músico, tiene una gran trayectoria en el ámbito de las artes visuales, como artista plástico y cineasta.

Sobresalen sus películas Senses, El vivo retrato, Un perro llamado dolor y su más reciente animación El niño y el basilisco. A propósito de esta producción, Aute compartió con Universo sus impresiones acerca del filme y su relación con la pintura, la poesía, la música y el cine.

En su última producción discográfica echa mano de sus pasiones en el arte, ¿cómo surge este proyecto?
El disco El niño que miraba el mar consta de 12 canciones nuevas que gravitan sobre un tema nuclear. La canción del mismo nombre la compuse a partir de un accidente. Yo nací en Manila, Filipinas, en 1943. En 1945, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, paseábamos en lo único que quedó en pie en la ciudad después de los bombardeos de Estados Unidos. En esos andares mi padre me tomó una fotografía en el malecón de Manila, mirando el mar, cuando tenía dos años de edad.

Hace cuatro años, paseando en el malecón de La Habana con mi familia, mi hija me hizo una fotografía prácticamente desde el mismo punto de vista que la que me tomó mi padre, sin conocer la foto de mi infancia.

Al ver la imagen me quedé muy sorprendido y comenté a mis hijos acerca de la foto de mi padre; ellos juntaron después las dos fotografías e hicieron un montaje que me regalaron de cumpleaños. Cuando vi la imagen mía sentado conmigo mismo me pareció que era muy inquietante porque era un encuentro imposible de mí mismo con toda una vida de por medio.

Entonces me pregunté qué sucedería si uno pudiera desdoblarse de sí mismo, qué sería lo que uno se preguntaría y qué le diría el niño al adulto.

A raíz de esa foto escribí ese disco que va acompañado de una película que se llama El niño y el basilisco, tardé seis meses en hacerla. Es un filme familiar que realicé con mi hijo y se presenta siempre después
del concierto.

¿Qué le dice el Aute de hoy al niño que fue?
Más que decirle le pregunto qué es lo que ve de sí mismo en sí mismo con la vida ya hecha. De alguna forma es una confesión del adulto que reconoce que ha sido un verdugo de ese niño, que la vida le obligó a ir matando poco a poco a ese niño en esta jungla salvaje en que habitamos.

A partir de esta reflexión intento conservar todo lo que pueda de ese niño y pienso, por ejemplo, en los llamados artistas, quienes son personas que no quieren crecer, que quieren seguir jugando, porque el hecho de ser creativo es una forma de seguir jugando.

En este sentido, es curioso ver que los trabajos de muchos artistas, cuando están en la última etapa de su vida, son muy ingenuos y muy blancos, hay una especie de viraje hacia la mirada inocente del niño. En este tenor es que tengo el proyecto de grabar un disco con los últimos poemas de escritores que a mí me gustan, porque son de una ingenuidad y limpieza sorprendentes, son como escritos por un niño de 10 años.

Lo mismo pasa con los pintores y escultores, y todos los llamados artistas, y digo “llamados” porque no creo que los artistas existan pues todos somos llamados a ser creativos. Los “artistas” son aquellos que se niegan a crecer y desarrollan más esa capacidad que todos podemos tener.

Más que un artista integral, ¿Aute es un niño que no quiere dejar de jugar?
Claro, no por el hecho de que escriba poemas soy poeta, que pinte no me hace pintor, y hacer canciones no me hace músico.

Desde muy pequeño empecé a pintar de forma natural, tocar la guitarra y leer poesía. Me gustaba hacer esas cosas pero no hacía una diferencia formal entre esas actividades que para mí no son más que lenguajes a través de los cuales puedo comunicar y expresar emociones.

En el caso de la escritura fue algo que se dio después en mi vida. Hubo un momento en que me di cuenta que aunque amaba la pintura no dedicaría mi vida a ello. Entonces, por una serie de azares de la vida, yo vivía escribiendo canciones, aunque me gustaba mucho el cine y también quería ser director.

Tuve oportunidad de participar en diversas producciones, pero fue hasta que conocí al cineasta Tom Mankiewicz que participé de lleno en una película. Para mí fue una experiencia sobresaliente porque yo lo admiraba y desde tiempo atrás tenía ganas de conocerlo y más aún, de trabajar con él.

Después de eso he tenido participaciones un tanto irregulares en varios filmes, creo que en mi vida el cine es una amante que tengo por ahí un tanto relegada.

En su labor como cineasta ha puesto especial énfasis en la animación, ¿a qué se debe este interés?
En tiempos recientes hice una película que se llama El niño y el basilisco que es una animación con dibujos míos. Resalta entre las nuevas animaciones por ser muy básica, realizada como se hacían en principio las animaciones, muy alejada de los procesos tecnológicos que ahora se ocupan para realizar este tipo de filmes.

Como antecedente a eso hice Un perro llamado dolor, animación que me tomó cinco años terminarla y el resultado fue muy complaciente para mí y para el público. Ha ido a muchos festivales.

Para mí lo interesante en la animación es que es una experiencia de hacer cine sin actores, es además mucho más barato en cuanto a producción, aunque mucho más exhaustivo en cuanto a tiempo y dedicación, ya que tienes que poner el todo en ello, y como a mí me encanta dibujar y puedo pasarme la vida haciendolo, pues fue una oportunidad única hacer filmes de esta manera.

Dibujar me conmueve. Tener que hacer dibujo por dibujo intentando hacer mover a los personajes fue un gran placer; luego, en la etapa posterior de ver cómo cobran vida, es un sueño.

Estas dos películas además significan algo especial en mi vida porque estuve involucrado en todo el proceso, desde la producción, la música, el guión, todo, todo, quedó en casa.

Ha sido prolífico como poeta y como músico, ¿cuál de los dos lenguajes es más personal para expresarse?
La poesía no tiene mucho público y yo creo que está bien que sea así, porque disfrutar la poesía requiere de conocimiento y vocación por ella, es una vocación rara, cada vez más rara. En mi caso, el hecho de que los poemas vayan arropados con música ayuda a que se conozcan mayoritariamente, el hecho de que los poemas se musicalicen hace que circulen en la radio, en la televisión y que más gente pueda conocerlos.

Hay muchos poetas que la gente descubrió a través de la música, muchos más que a través de la lectura, y por descubrir me refiero a leerlos; es decir, hay gente que no tenía ningún interés en la poesía y gracias a una canción decidió acercarse al trabajo de algún poeta.

Música y poesía para mí son la misma cosa, lo difícil es descubrir la música que le corresponde a esas palabras, pero si el poema no tiene música, el poema no tiene interés.

Del mismo modo, si la música no tiene poesía tampoco es relevante, por eso pienso que son conceptos que justifican la obra de arte, es decir, si una obra de arte de cualquier tipo no tiene música ni poesía, para mí no es tal.

En estos tiempos de crisis, ¿cuál es el panorama para las nuevas generaciones de poetas?
El poeta está siempre en crisis, si no hay crisis no hay poesía. Siempre tiene que haber algún tipo de conflicto, por eso es que creo que no hay mejor tiempo para la poesía que éste de un mundo atribulado. En Europa, y sobre todo en España, vivimos momentos injustos e insoportables porque no se ve ningún horizonte de salida a lo que vivimos, por eso es ineludible ser sensible a esa situación.

¿El arte funciona como escape o protesta ante la injusticia?
Muchas de mis canciones más recientes surgen de ese desánimo e impotencia ante el mundo en que vivimos, yo quisiera hacer canciones alegres pero la realidad es muy distinta y obliga a estudiarla y analizarla para manifestarse, para enfrentar a esta cosa que llamamos sistema, que para como van las cosas nos va a devorar a todos.

En este sentido es curioso que aunque los problemas no son los mismos que en la época de la verdadera música de protesta y vamos dos pasos adelante, por desgracia también echamos seis pasos para atrás, por eso es que mi música tiene un público que reacciona y se identifica con esta forma de manifestación.

Es obvio, lo que está sucediendo es que estamos volviendo al medioevo, en un mundo donde los poderosos cada vez son menos y más poderosos, los pobres son cada vez más pobres y sin ninguna posibilidad de supervivencia. Son tiempos difíciles porque, sobre todo, no se ven perspectivas. A lo largo de la historia siempre había alguna alternativa y ahora no hay nada, sólo el vacío.

La única luz que se ve al fondo del túnel es la del otro tren que viene lleno de injusticias.

Los jóvenes de hoy están viviendo un mundo muy difícil y feo, tengo a propósito de eso una canción que se llama Feo mundo inmundo. La única forma de salir de esto es levantarse y parar ese tren que viene hacia nosotros.