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Año 13 • 555 • Marzo 24 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Proyecto Piedra Labrada

Arqueólogos encuentran más piezas en Los Tuxtlas

Se ha investigado sistemáticamente una extensión de 106 kilómetros cuadrados
en comunidades de Tatahuicapan y Mecayapan

A lo largo de siete años han participado cerca de 150 estudiantes

"En el verano de 2013 identifiqué una escultura
semienterrada a mitad de una vereda en La Perla del Golfo”:
Lourdes Budar

 

Adriana Vivanco

El Proyecto Arqueológico Piedra Labrada (PiLab), ubicado en la Sierra de Santa Marta en Los Tuxtlas, es una investigación de la Universidad Veracruzana que sirve para la formación de estudiantes de la Licenciatura en Arqueología y de la Maestría en Antropología, además recibe alumnos de otras instituciones para realizar prácticas mediante el programa “Verano de Investigación Científica” de la Academia Mexicana de las Ciencias, aseguró Lourdes Budar al relatar el contexto de recientes hallazgos en la zona.

La directora del proyecto aseguró que éste forma parte del trabajo conjunto que realizan los integrantes del cuerpo académico Arqueología de Paisaje y Cosmovisión de la Facultad de Antropología, que a lo largo de siete años ha abierto sus puertas a cerca de 150 estudiantes que han aprendido, reforzado, aplicado y generado conocimiento arqueológico en el lado este de Los Tuxtlas.

“Durante décadas, la Facultad de Antropología se ha caracterizado por la realización de proyectos de investigación que tienen como uno de sus objetivos principales la formación de estudiantes, distinguiéndose así como una de las escuelas de arqueología más antiguas y de mayor prestigio en el país.

El PiLab se suma a una larga lista de proyectos que arqueólogos de nuestra institución han diseñado con este fin”, explicó la investigadora.

“En el verano de 2013, mientras realizaba un recorrido de reconocimiento arqueológico con estudiantes de posgrado de la Veracruzana, la UNAM y con Philip J. Arnold III de la Universidad de Loyola de Chicago, identifiqué una escultura semienterrada a mitad de una vereda localizada en los terrenos pertenecientes a La Perla del Golfo. ”

Las condiciones en que se encontraba la escultura eran de riesgo, se localizaba cerca a un corral donde los agentes de deterioro eran permanentes, la erosión causada por el tránsito de los animales, los deshechos, el paso ocasional de tractores, en combinación con los cauces ocasionados por la lluvia, fueron desmantelando el contexto arqueológico del monumento hasta dejarlo expuesto.”

Teniendo en cuenta el estado y las condiciones, decidieron recuperarlo y obtener información detallada del contexto arqueológico que aún pudiera registrarse.

“Se trata de un pequeño bloque de roca basáltica que tiene representado un personaje con las piernas cruzadas, los brazos descansando en sus rodillas y las manos recargadas en su cabeza”, explicó la arqueóloga.

La escultura, señaló, pasó por los permisos del Consejo Nacional de Arqueología del INAH para poder ser llevada a las instalaciones de la Facultad de Antropología y recibir el tratamiento adecuado para su limpieza a cargo del especialista en restauración Juan Pérez Morales.

Transporte de las piezas

 

Actualmente tanto la pieza como los datos recuperados son analizados por la docente Budar y sus estudiantes. “Las fuertes lluvias que se registraron durante noviembre y diciembre del año pasado sirvieron para que los habitantes de La Perla del Golfo pudieran observar –debido a la erosión del camino por el agua– que a no más de cinco metros de la pequeña escultura localizada por nuestro equipo, otra piedra comenzaba a tomar forma.

La escultura quedó casi completamente descubierta y las autoridades la custodiaron para que no corriera riesgos.

En enero de este año fuimos notificados del hallazgo, así como de los deseos de la comunidad por conservar la pieza en buen estado. ”Esta segunda escultura es más grande que la anterior pero presenta el mismo estilo; se trata de un personaje barbado con las manos entrelazadas al frente y con grabados a los costados”, enfatizó Budar.

El hallazgo sobresale porque evidencia los resultados del trabajo que a lo largo de siete temporadas de investigación de campo ha realizado el PiLab, dando a conocer en términos arqueológicos la importancia de la zona costera este de Los Tuxtlas, donde durante décadas se pensó que sólo existían dos sitios arqueológicos pequeños: Piedra Labrada y el adoratorio de la cima del Volcán de San Martín Pajapan.

“Ahora nuevamente gracias al PiLab, la Universidad ha logrado investigar sistemáticamente hasta el día de hoy una extensión de 106 kilómetros cuadrados pertenecientes a las comunidades de los municipios de Tatahuicapan y Mecayapan. ”

Bajo este esquema de trabajo se han registrado más de 30 complejos arquitectónicos conformados por cerca de tres mil estructuras, se ha establecido una secuencia ocupacional de la región, que abarca desde el 1200 A.C. y que continúa de manera ininterrumpida por lo menos hasta el 1000 D.C. ”

Asimismo, se ha notado que esta zona de Los Tuxtlas, en la época prehispánica, contaba con un sistema hidráulico que servía, entre otras cosas, para vías de comunicación fluvial que interconectaban algunos de los asentamientos con enormes plataformas costeras.

El tamaño, la cantidad y el diseño del conjunto de evidencias arqueológicas que han sido registradas por este proyecto denotan la complejidad política, económica y religiosa que debió vivirse en la zona costera de la Sierra de Santa Marta y que está siendo estudiada por especialistas y alumnos de la Universidad”, concluyó.

Segundo hallazgo