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Año 13 • 555 • Marzo 24 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

China es otro mundo: Ana Cristina Tlazalo

La estudiante de intercambio compartió su experiencia en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Chongqing

En Waitan, Shanghái

 

Si alguien hubiera tomado una foto de mi expresión al tener el primer letrero completamente en chino ante mis ojos en el aeropuerto, habría sido suficiente para que supieran que para mí la experiencia comenzaba.

Y no es que no hubiera empezado con el trámite de mi pasaporte, visa o compra de boleto; no, es que no podía creerlo. Mi idea antes de llegar a China era que venía preparada; al menos podría pedir de comer, preguntar dónde está el baño, el banco y el metro; además había escuchado sobre algunas diferencias culturales que podría notar y pensé que sería cuestión de repetirme “es parte de su forma de ser”.

Imposible, China es otro mundo y no lo digo para sonar drástica, me refiero a lo opuestas que son las culturas occidental y oriental.

Lo que me preparó psicológicamente para estas situaciones fue, aparte de querer aprender chino, el deseo de ver y ser parte de los paisajes, tradiciones y costumbres que las narraciones de los libros de literatura china me habían dejado.

Además, las ideas que ya traía en mi mente han hecho que las visitas a cada lugar de China tomen mayor significado para mí. Llegar al campus, vivir en él, es el escenario que ha permitido parte de esta gran experiencia.

Recuerdo la primera clase cuando la maestra entró al salón y nos indicó implícitamente que teníamos que hacer reverencia para saludarla, pensé “estoy en China”, esta manera tradicional para dirigirse a las personas me lo reafirmó, aunque sólo fuera ese día.

Mi repertorio de preguntas básicas con las que –según yo– venía preparada no funcionó mucho cuando me encontré con una variante dialectal, el Chongqing Hua. El hecho de vivir en la escuela y que los extranjeros seamos contados hace que los chinos nos hagan close-up, lo cual enriquece mi estancia, pues me ha permitido hacer varios amigos de quienes en vez de brindarme un “hola” al encontrarme en los alrededores, me preguntan si ya comí.

Ésta es la manera china de saludar. No fue difícil adaptarme al horario de clases, a vivir dentro del campus o a los horarios de comida, sino a la comida y el uso de los palillos.

Un considerable número de platillos contienen la famosa “Málà” (pimienta) que deja una sensación de anestesia y un recordatorio de man man chi (comer despacio, literalmente).

De cada porción se me caía la mitad al usar los palillos, no mucho tiempo después me acostumbré a usarlos y de vez en cuando se me escuchaba decir “qué deliciosa comida”.

En el Palacio Chino de Arte, en Shanghái

 

Si alguien me pregunta si ya me acostumbré a la vida china, le contestaría que me he percatado de que ya no tomo fotos de cada platillo que pruebo, que ya me es familiar el señor de una de las cafeterías, que tomo agua caliente todos los días, que a todo le agrego salsa de soya y que a mis amigos chinos ya no les digo “hola”, sino que les pregunto si ya comieron, sin saber todavía qué hacer con las dos posibles respuestas.

Son innumerables las anécdotas que se acumulan en mi mente, desde cambiarme los zapatos cuando voy de visita a una casa, haber compartido días de vacaciones en Shanghái y Henan con amigos chinos y ser parte de sus costumbres, aprender a jugar Mahjong, ver bajo un cielo muy azul y situada en el borde de un distrito el cruce del Yangtsé, hasta ser regañada por decir para todo “gracias”.

De todo lo que estoy viviendo, ya sea por el choque cultural, de asombro por lo desconocido, de satisfacción por ver mi progreso en el chino, lo más gratificante hasta ahora ha sido tener la fortuna de encontrarme con buenas personas que, sin importar la nacionalidad, nos han brindado una mano amiga en esta aventura.

Hablando de agradecimientos, no sabría a quién decir gracias primero, si a la Universidad Veracruzana por darme la oportunidad de ser estudiante de intercambio; a Domingo Vázquez y a Sagrario Pérez por la asesoría en todo el proceso; a mi maestra Nora Basurto por alentarme a participar en la convocatoria para China; a mis papás por apoyarme siempre, o a la misma conexión de situaciones que desde entonces son los antecedentes de esta increíble experiencia.