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Año 13 • 564 • Junio 2 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

La Palabra y el Hombre, la pasión por el saber: Ramón Rodríguez

La publicación se ha mantenido viva durante más de medio siglo gracias a su calidad, dijo

La revista continúa cumpliendo su propósito inicial: ser un foro para el intercambio de ideas

Karina de la Paz Reyes

Todo empezó como un juego que consistía en “la pasión por el saber”, ésa fue la semilla que dio el fruto llamado La Palabra y el Hombre, revista insigne de la Universidad Veracruzana que en 2014 cumplió 57 años de vida, confesó uno de sus fundadores, el poeta Ramón Rodríguez.

“Éramos unos improvisadores, pero después nos enseñaron a tomar en serio la escritura y la literatura”, expresó.

La Palabra y el Hombre se publicó por primera vez a inicios de 1957, el mismo año en que se fundó la Editorial de la Universidad. Ambas empresas culturales eran dirigidas por Sergio Galindo, y ahí, al pie del timón, estaba un grupo de intelectuales como el autor de La navaja de Occam.

“Ramoncito”, como es conocido entre sus amistades, fue protagonista de la publicación tras bambalinas, pero también en el escenario. Publicó por primera ocasión en el número dos (abril-junio de 1957). Se trató de tres poemas: “Apuntes para un blues”, “Agenda del libertino” e “Imágenes para sacrificar a una doncella”.

Después de escuchar su confesión (en la que insistió con frases como “la revista no fue una creación directa, fue naciendo”) y al leer “Imágenes para sacrificar a una doncella”, hay cuatro versos que inevitablemente recrean aquellas escenas: “En la calle del Cobre después del aguacero/ los niños jugarán a los barcos/ con trozos de madera, / papeles, desperdicios…”.

Ramón Rodríguez (de acuerdo a datos consultados) es descendiente de uno de los 30 Caballeros de Córdoba, Veracruz, donde nació en 1928. Egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y a la fecha es considerado una de las figuras más importantes de la poesía mexicana.

El autor de Juego de cartas, junto con Gonzalo Aguirre Beltrán, Fernando Salmerón, Xavier Tavera Alfaro, José Pascual Buxó, Adolfo García Díaz, Alfonso Medellín, Dagoberto Guillaumin y Luis Ximénez Caballero, conformaron el primer consejo de la “modesta empresa editorial”, con el autor de Polvos de arroz como director.

“La revista es, en primer lugar, un órgano de investigaciones libres en el que todas las opiniones tienen cabida –sin más limitación que la calidad de los trabajos– y cada artículo no compromete más que a su autor; pero, a la vez, quiere prestar servicios de información y de crítica, y orientar al lector sobre una gran variedad de temas vivos para la inteligencia mexicana. No se trata, por tanto, de una revista literaria en el sentido habitual, destinada a satisfacer una curiosidad simplemente estética; tampoco se trata de una revista exclusivamente científica o política, especializada en un determinado grupo de problemas, sino de un repertorio abierto que pretende, con la mayor amplitud y universalidad, contribuir al desarrollo de la cultura”, expusieron en la presentación del primer número.

Más adelante ese texto precisa que el título elegido para la revista “no ha nacido al azar, y que, aunque su generalidad no parece apuntar a una pretensión determinada, es en realidad un nombre, un enunciado y, en cierto modo, una evocación”.

La Palabra y el Hombre tiene casi 60 años de existencia “por su gran calidad, indudablemente”, enfatizó el poeta, contemporáneo de Jaime Sabines, Rubén Bonifaz y Rosario Castellanos.

“Escucho decir La Palabra y el Hombre y me evoca muchos pensamientos directos del hombre actuando”, expresó sonriente, como muchos lo describen desde sus años mozos.

Aquellos primeros años de la publicación los calificó como “tiempos muy creativos” de jóvenes que dejaron huella y paulatinamente llegaron a ser “los grandes maestros” de muchas generaciones (en cuya lista no admitió su nombre).
“A los nuevos jóvenes, es cierto, habría que decirles algo, pero quién sabe qué sería”, dijo a manera de chascarrillo.

No obstante, más adelante planteó que si bien La Palabra y el Hombre “es una creación que fue nuestra, posiblemente de muchos con muy pocos elementos; los jóvenes de hoy tienen que responderle”, y la mejor manera es publicando en ella, difundiéndola, promoviéndola en diversos foros académicos y de convivencia social.

A Ramón Rodríguez lo mantienen vivo creaciones como La Palabra y el Hombre. “Es el pan nuestro de coger la revista y tocarla a fondo”. Para él “es lo máximo que se ha dado en México, en este tipo de comunicación con cierto aire bien pensado”.

Según el autor de Cuartel de invierno (del cual se tomó el nombre para una colección de poesía de la Editorial) la revista continúa cumpliendo su propósito inicial: ser un foro para el intercambio de ideas.

“Larga vida para La Palabra y el Hombre, como ha sido hasta ahora”, concluyó.