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Un
equipo de alumnos de la Facultad de Antropología de la uv,
bajo la guía del doctor en arqueología Pedro Jiménez,
realizó un importante descubrimiento que, con certeza, arrojará
nuevos datos y detalles en torno de la vida de los indígenas
totonacas que habitaron la zona de lo que ahora es el municipio
de Tlacojalpan.
Se trata de dos hileras de montículos o basamentos, una frente
a la otra, que se extienden a lo largo de más de cinco kilómetros,
formando así una zona arqueológica de grandes proporciones
y de la que apenas se ha comenzado a investigar.
Las prominencias se ubican en la comunidad conocida como El Socorro,
a docenas de kilómetros de la citada cabecera municipal.
Se supone fue la necrópolis del asentamiento, sitio que los
lugareños denominan La Campana, ubicado a la orilla del río
Papaloapan en su ribera norte, y en el que un año atrás
se detectó la presencia de sepulturas y urnas funerarias.
Pedro Jiménez, quien es egresado de la uv y se desempeña
en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (iihs),
comentó que aunque los habitantes de la región conocían
de la existencia de esta zona arqueológica, apenas han logrado
determinar que cada uno de los montículos oculta bajo sí
los restos de casas habitación.
A la fecha se han estudiado detenidamente 57 montículos y
esto representa un aproximado de apenas el 10 por ciento de los
que se ubican en El Socorro.
Aunque aún falta mucho por descubrir y estudiar, se supone
que este asentamiento humano fue fundado por los totonacas y que
su vigencia abarca de los siglos xi al xiv, lo que le ubica en el
periodo posclásico de la cultura mencionada. Todavía
falta descubrir el centro ceremonial que seguramente originó
este pueblo que, además, era básicamente agricultor.
Al hacer mención de que el río Papaloapan representa
el límite sur de la zona dominada por la cultura totonaca,
Jiménez señaló que los restos que ocultan los
montículos indican que las casas habitación fueron
construidas utilizando la tierra misma como materia prima adobe
y que cada familia tenía como promedio cuatro hijos.
Participación
universitaria...
La tarea que habrán de realizar los investigadores universitarios
deberá darse a la brevedad posible, ya que las hileras paralelas
de montículos se ubican en terrenos destinados al cultivo
de la caña de azúcar, lo que da lugar a una inevitable
devastación por efecto de la maquinaria necesaria para el
este cultivo. Los discos de las rastras agrícolas penetran
el suelo hasta una profundidad de 20 centímetros, con lo
que algunos restos se han dañado irreversiblemente.
En la zona de La Campana, donde se ubica la necrópolis, los
estudiantes de la Facultad de Antropología que trabajan bajo
la supervisión de la arqueóloga Xóchitl del
Alba detectaron un montículo que se ubica en un terreno cultivado
con plátano y mango, a 100 metros de la ribera sur del río
Papaloapan.
En el mismo encontraron varias osamentas, una de ellas correspondiente
a una mujer sepultada con algunas ofrendas, mientras que otros descubrimientos
indican que también se realizaban allí entierros directos.
Los indígenas acostumbraban extraer los restos, a los cuatro
años del entierro, para pasar los huesos de mayores proporciones
hacia vasijas que eran a su vez enterradas, en lo que los antropólogos
denominan entierro secundario. Así se han encontrado vasijas
funerarias conteniendo tibias, fémures, cúbitos y
cráneos.
Los alumnos que colaboran con Jiménez aseguran que las dimensiones
de esta zona arqueológica superan con creces la zona olmeca
de La Venta, en el vecino estado de Tabasco, y que su estudio arrojará
nuevos conocimientos que permitan averiguar con certeza las características
de la cultura totonaca establecida en este lugar.
Pedro Jiménez, quien cuenta con maestría en Arqueología,
Antropología Social y Prehistoria por la Universidad francesa
de La Sorbona, afirmó que se está haciendo el acopio
de los restos con la intención de integrarlos en un museo
regional.
Los
investigadores universitarios suponen que este asentamiento
humano fue fundado por los totonacas y que su vigencia abarca
de los siglos xi al xiv, lo que le ubica en el periodo posclásico
de esta cultura.
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Los
restos de El Socorro y La Campana nos indican que los indígenas
contaban con un amplio conocimiento en torno de las formas de aprovechamiento
del río, pues se han encontrando una serie de camellones
o campos levantados, que canalizaban las aguas para irrigar y fertilizar
los campos de cultivo.
Nuevos datos en torno de la vida de indígenas totonacas que habitaron la zona que ahora integra al municipio de Tlacojalpan.
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Por añadidura, son variados los elementos que indican la
relación directa de la vida cotidiana con el agua. En las
ofrendas mortuorias se encontró un collar de 60 piezas de
caracoles.
Emplazamiento
sin igual en Veracruz...
Sitio único en Mesoamérica, los estudiantes de Antropología
de la uv consideran que hay material para estudio durante por lo
menos 10 años, aunque el tiempo es un elemento en contra
en virtud de los daños que la agricultura ocasiona en los
vestigios. Añadieron que, cuando se trataba de áreas
habitacionales, nunca se dieron las mismas sin un centro ceremonial
como eje del conjunto.
En el cementerio de La Campana no se ha presentado, afortunadamente,
el saqueo. Pues es la existencia de leyendas por parte de los pobladores,
que afirman que en esta zona se dan apariciones fantasmales durante
la noche, se habla de música de origen inexplicable, de voces
de ultratumba y escenas sobrenaturales, lo que ha contribuido para
mantener alejados del lugar a los profanadores.
En El Socorro, territorio del minicipio veracruzano de Tlacojalpan, se ubicaba el asentamiento. Cerca, se encuentra la necrópolis, a un centenar de metros del río Tlacojalpan. Lugar de leyendas y espantos, el cementerio de La Campana guarda historias de la vida de los indígenas establecidos hacia el esxtremo sur del Totonacapan. Los estudiantes de la Facultad de Antropología se abocan al detallado estudio de los vestigios mortuorios.
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El equipo de estudiantes de la carrera de Antropología que
trabaja en el sitio se compone por Irene Alarcón, Rubén
García, Salvador Pérez, Manuel Vallinez, Jarkim Contreras,
Marisela Galicia, Luz del Carmen Hernández, Rocío
Landa, Vicente Lara, Rodrigo Salinas, Erwin Cuevas, Gergis Ovilla,
Edgar Rojas, Evelina Morín Verónica Calte y José
Urrutia.
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Un cuerpo femenino sepultado en posición fetal. |
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