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Año 13 • 575• Septiembre 29 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Toxicología, ciencia incómoda y divertida: Lilia América Albert

“...era bastante ingenua, no sabía que hay cosas que no se dicen, temas que no se tocan”

“El gobierno debería pedir a los toxicólogos que revisen la peligrosidad de los plaguicidas”

Paola Cortés Pérez

La industria de los plaguicidas es muy poderosa y los gobiernos no están a su nivel para regularizarla, señaló Lilia América Albert Palacios, investigadora en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en entrevista concedida a Universo.

La experta en toxicología, a quien la Universidad Veracruzana distinguió con la Medalla al Mérito, ha sido profesora del Cinvestav-IPN, donde realizó el Doctorado en Ciencias Químicas. Desde 1995 desempeña actividades de consultoría privada y asesoría sobre temas relativos a las sustancias tóxicas.

Su campo de actividad abarca temas como la toxicología ambiental; la prevención de riesgos; la toxicología de plaguicidas, ambiental, de metales pesados y regulatoria, así como la evaluación de riesgos.

Ha publicado más de 15 libros, 40 artículos de investigación y 75 informes técnicos especializados. Actualmente preside la Sociedad Mexicana de Toxicología, Sección Golfo.

¿Cómo fue su primer encuentro con la toxicología?
Fue muy interesante. Un día estaba haciendo lo que yo llamo “química honesta” (analítica), específicamente estudios de residuos de plaguicidas en alimentos, porque era un tema importante, así estuve durante dos años, hasta que me dije: “La gente no puede estar comiendo esto y que no le pase nada”, porque eran cantidades escandalosas de muchas sustancias peligrosas.

Así fue como empecé a torcer mi camino a la toxicología (que era honesto y correcto de científica química), y claro no tenía formación como toxicóloga.

Llegó el momento en que dejé la química, y de plano me dediqué a la toxicología, eso fue hace 40 años.

¿Qué es para usted esta ciencia?
El asunto de la toxicología es que donde quiera que uno vaya la va a encontrar, uno nunca se va a aburrir, siempre habrá algo nuevo, siempre habrá un efecto inesperado, siempre habrá un camino.

Pero tristemente la industria de los plaguicidas tiene la enorme habilidad de meterse donde uno menos se lo espera para decir que son buenos y que no afectan al ser humano, pero a los pobres animales los aniquila.

Usted ha dicho que la toxicología es considerada incómoda, ¿por qué?
Voy a contar una anécdota: en una ocasión realicé una investigación en leche y huevos, y en un congreso comuniqué que estos últimos tenían mucho DDT, la noticia llegó hasta Londres y luego fue retomada por el periódico Excélsior que la cabeceó: “Los alimentos en México tienen DDT”.

Fue un escándalo, mi jefe me mandó llamar y me regañó porque había dado esos datos a los periodistas, yo argumenté que fue lo que encontré en los análisis e investigación que realicé, datos que presenté en un congreso.

En aquel tiempo era bastante ingenua, no sabía que hay cosas que no se dicen, temas que no se tocan, que es mejor hacer investigación de los residuos de plaguicidas en las piedras de la luna para no encontrar nada. Y la vida me ha hecho ver que con estos datos molesto a muchas personas, que no son cualquier persona.

La toxicología es incómoda porque trata de documentar lo que encontramos, tanto en cantidades y en donde se presenten los daños; entonces uno acaba siendo muy molesto para los de arriba. Somos incómodos porque nos la pasamos encontrando lo que nadie quiere que se encuentre, y además lo documentamos.

Debería ser al revés, el gobierno debería pedir a los toxicólogos que revisen la peligrosidad de los plaguicidas y los daños ocasionados; es decir, usarnos positivamente. Pero su primera acción es callarnos y esconder los datos.

¿Qué ha ganado gracias a la toxicología?
He ganado muchos amigos, no forzosamente en México pero sí en toda América Latina, porque todos somos iguales, somos una banda de insensatos que andamos en lo mismo.
Son amigos de las batallas perdidas, yo creo que la mayor parte las hemos perdido y son contadas las ganadas.

En México tengo muchos amigos no en el ámbito académico, sí en el ámbito social, gente de la sociedad y de organizaciones civiles que hacen denuncias por los daños ocasionados por los plaguicidas.

¿Cómo ha sobrevivido la sociedad, si está rodeada de sustancias venenosas?
Hasta el momento ha sido por el sentido común, pero tenemos que informarnos más sobre
lo que usamos o no usamos, lo que compramos o no compramos, lo que comemos o no comemos. Debemos informarnos de todo.

Los disruptores endocrinos, que yo les llamo hormonas ambientales, están en todo, principalmente en los alimentos más recientes; hasta la fecha han sido detectadas 840 hormonas ambientales.

¿Y cómo afectan? Bueno, afectan a todo el sistema endocrino desde el cerebro, hipófisis, tiroides, suprarrenales, los ovarios. Desequilibran todo nuestro organismo, todo el cuerpo.
Y estas afectaciones las vemos claramente en todos los padecimientos que actualmente aquejan a los seres humanos, un ejemplo de ello es la impotencia sexual en los hombres. Por eso, necesitamos estar más informados, responsabilizarnos de nuestra vida, de lo que comemos y consumimos.

¿Cómo afectan los plaguicidas a las abejas y las mariposas monarca?
La industria de los plaguicidas es muy poderosa, tiene una habilidad enorme para meterse donde uno menos se lo espera y para decir que sus plaguicidas son buenos y no afectan al ser humano, pero hemos visto que sí perjudican a la flora y la fauna.

En el caso de la muerte de las abejas y las mariposas monarca, las autoridades deberían solicitar a los toxicólogos un análisis de los plaguicidas que están registrados y de los que están solicitando su registro para tratar de disminuir o revertir los daños causados, pero lo que pasa es que los gobiernos no están remotamente al nivel de la industria de los plaguicidas, o no quieren estarlo.