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Año 13 • 577• Octubre 13 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Hasta ahora se han descrito unas 375 mil especies distintas

Melville, Poe y los escarabajos

Jorge Suárez Medellín

A Herman Melville se le recuerda principalmente por su novela Moby Dick, pero su producción artística va más allá de esta joya. Además de su ya clásica obra maestra acerca de la ballena blanca, Melville legó a la posteridad alrededor de una veintena de excelentes cuentos. Uno de ellos, titulado La mesa de madera de manzano, forma parte del libro de relatos Bartleby el escribiente, publicado en 2007 por la Editorial de la Universidad Veracruzana.

En La mesa de madera de manzano, Melville narra las tribulaciones de una familia que al escuchar una serie de ruidos raros provenientes de una mesa de madera de manzano recién rescatada de un viejo desván, supone que su casa se encuentra poseída por espíritus y seres sobrenaturales. La verdad es que el relato está tan bien escrito, que resulta perfectamente disfrutable a pesar de que al leerlo se conozca el desenlace, así que me permitiré un breve spoiler: al final, resulta que los ruidos son producidos por un pequeño escarabajo.

Más allá del previsible uso de esta historia como fábula, con la moraleja de buscar siempre las causas naturales de los hechos en lugar de hacer referencia a supersticiones, vale la pena mencionar que existe una familia de coleópteros (es decir, escarabajos) llamados anobiidae o carcomas, que se caracterizan precisamente por comer madera. Uno de ellos, identificado por los entomólogos como Xestobium rufovillosum, es también conocido con el macabro nombre de “escarabajo del reloj de la muerte”, por el ruido semejante a un tic tac que hace al excavar sus galerías en la madera.

Pero Melville no fue el primer gran escritor norteamericano en ocuparse de los coleópteros. En 1843, es decir, tres años antes de que el autor de Bartleby editara su primera novela, el ya curtido (y absolutamente genial) Edgar Allan Poe publicaba su clásico El escarabajo de oro. En el relato de Poe, un escarabajo –que, salvo por el tamaño, recuerda al bellísimo crisomélido Charidotella sexpunctata– permite a los protagonistas encontrar un valioso tesoro enterrado.

¿Será que Melville tendría su casa infestada por escarabajos Xestobium rufovillosum, o que Poe habría quedado prendado de un ejemplar de Charidotella sexpunctata durante un paseo?
¿Y así fue cómo se inspiraron para escribir sus respectivos relatos? Quizá nunca lo sabremos, pero de lo que sí podríamos estar totalmente seguros es que ambos, a lo largo de su vida, deben haberse topado con una gran cantidad de coleópteros de muy distintos tipos y formas.

¿De dónde viene esta certeza? Simple, hay más especies de escarabajos que de cualquier otro grupo de animales, así que las probabilidades de que tanto Melville o Poe como cualquiera de nosotros se tropiece con un coleóptero, son altísimas. Hasta el momento se han descrito unas 375 mil especies distintas, es decir, tantas como especies de hongos se conocen, o 66 veces más que la cantidad de especies registradas de mamíferos. De hecho, se considera que los coleópteros son el grupo animal más exitoso, así que es simple justicia que sean también protagonistas de este par de joyas de la literatura americana y universal.