Su esfuerzo logró revitalizar la novela gráfica francesa
El deseo de crear sólo nos volvió al origen: Meltz y Killoffer
Destacaron el papel de las escuelas especializadas en el proceso creativo de los ilustradores
Contribuyeron a que emergiera la novela gráfica en Francia
Abrieron nuevos espacios para los creadores de autobiografías y relatos históricos
Los autores de los cómics ahora reflexionan más acerca de su trabajo |
Raphaël Meltz y Patrice Killoffer |
Adriana Vivanco
Raphaël Meltz es un escritor y editor francés que en la actualidad funge como agregado cultural de la Embajada Francesa en México. Ha sobresalido en el panorama cultural europeo por formar parte de una nueva generación de editores que se aventuraron a darle un espacio a la novela gráfica francesa, creando publicaciones como R de réel y Le Tigre donde se abrieron nuevos públicos para los creadores de autobiografías y relatos históricos.
De su faceta como escritor destacan Lisbonne, voyage imaginaire; Mallarmé et moi; Meltzland y Suburbs. Autor du Fort d’Aubervilliers. Como parte de sus actividades en la Embajada, Meltz imparte charlas relacionadas con el desarrollo histórico de la novela gráfica en su país.
Dentro de la cuarta edición del Hay Festival en Xalapa presentó la conferencia “La novela gráfica contemporánea en Francia” y estableció una conversación con el novelista gráfico francés Patrice Killoffer. Ambos compartieron con Universo sus impresiones acerca del panorama actual de la novela gráfica en Francia.
Patrice Killoffer es un escritor y artista gráfico francés, co-fundador de la revista de comics L’Association, alumno de ilustradores como George Pichard e Yves Got, participa en publicaciones como Psikopat, y los diarios Libération y Le Monde, es ilustrador de los libros de la serie juvenil Fantomette. Sus trabajos han sido traducidos al inglés, holandés y alemán, además de ser considerado como el ilustrador más experimental de su generación. Entre sus publicaciones sobresalen
La Clef des champs, Le rock et
si je ne le m’abuse roll y The man who refuse to die.
Al preguntarle por sus inicios
en el campo de la novela gráfica, Meltz explicó que el panorama hasta hace 20 años era árido y
poco creativo, por lo que varios editores como él buscaron alternativas y tuvieron que fundar sus propias casas editoriales.
“En Francia fundé dos revistas con la idea de proponer algo diferente a lo que ya existía, y de reintroducir algo distinto a los textos en las revistas, pero fue hasta el año 2000 que se logró integrar a las historietas en las revistas, y de esta forma empecé a trabajar en el mundo de las historietas.
”Le Tigre es la segunda revista que fundamos con esta idea de hacer una publicación que se encuentre entre el mundo de la revista literaria muy seria y la prensa diaria, buscando un equilibro entre la reflexión y la inmediatez de la noticia”, compartió Meltz.
En tanto Killoffer dijo que él empezó a contar historias como todos. “De hecho antes de hacer novela gráfica era dibujante; cuando era pequeño pintaba, cosa que aún hago, y la pregunta que siempre me hice es por qué la gente deja de dibujar”. Abundó que en su caso fue algo muy natural porque en la infancia todo el mundo dibuja, sólo que la mayoría de las personas se desvinculan de esta parte de su vida.
“Para mí probablemente fue sencillo porque de niño era gordito y las niñas no me hacían caso, pero mis papás estaban muy orgullosos de mí y cuando había visitas en la casa siempre me decían ‘ve a buscar tus dibujos
y muéstralos a los visitantes’, eso me hacía sentir que era bueno en algo.
”De este modo es que un día me di cuenta que no sabía hacer otra cosa, es decir, no tuve elección más que hacer historietas, y no es precisamente que fuera un asunto obligado, lo decidí porque no me imaginaba haciendo otra cosa y puse toda mi energía en ello. Por eso es que a veces no lo miro como una decisión consciente sino como algo circunstancial. Yo no lo decidí, digamos que la vida me puso ahí, así como no decidí ser un niño,
por ejemplo, y lo fui. En este
sentido discrepo con la gente que a veces dice que uno se convierte en doctor, ingeniero o lo que sea, yo no lo creo porque pienso que hay cosas que se dan solas.”
¿Cómo es que los ilustradores franceses lograron la independencia editorial?
Meltz: Creo fue una necesidad lo que logró que esto sucediera dentro del panorama editorial desértico
en el que era ncesaria una
gran libertad creativa, es por
ello que surgieron propuestas
como L’Association encabezada
por grandes ilustradores como Killoffer que llevaban rato tratando de abrir brecha.
Killofer: Proyectos como L’Association que surgieron en la década de los noventa iniciaron como un ejercicio colectivo. L’Association es una casa editorial pero también es un grupo
de personas nostálgicas en cuanto
a la vanguardia, es un grupo
de artistas que trabaja con las mismas ideas y hacia la misma vía.
L’Association y propuestas similares se crearon sobre todo para mejorar el paisaje editorial porque
los editores franceses no acostumbraban aventurarse, no tomaban riesgos creativos, no proponían libertad en su creación, los productos eran estandarizados y nosotros teníamos ganas de hacer dibujos animados en los que no nada más se contaran historias, sino que los personajes tuvieran un desarrollo artístico, trabajar los dibujos nosotros mismos. |
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En aquella época los editores franceses no hacían eso y, por ende, para hacer esta clase de trabajo no había muchas opciones
y decidimos hacer nuestra propia casa editorial.
¿Cómo cambió la novela
gráfica al abrirse las
opciones editoriales?
Meltz: Hace como 25 años la aparición de L’Association fue un referente de la transición para todos los ilustradores y generó un proceso de cambio que afectó también a los editores tradicionales.
Killofer: En este periodo, con la creación de L’Association no nada más surgió nuestra propuesta, el paisaje editorial era siniestrado. Como ya lo dije, hubo otras personas con la misma idea y con las mismas ganas, surgieron nuevos editores como Fréon y Amok, es verdad que todo esto puso al descubierto que no solamente los editores estaban frustrados sino también los lectores. Con L’Association vimos que había muchos autores que habían dejado de hacer esos dibujos, y tanto autores como lectores y libreros estaban buscando algo más.
Después quisimos trabajar no nada más las grandes historias, introdujimos las autobiografías
y participamos en la emergencia
de la novela gráfica puesto que
los productos estandarizados
no lo permitían con ese formato de 48 páginas, colores en series, etcétera.
En publicaciones como L’Association le dimos a los autores ese espacio que necesitaban para contar lo que querían contar, y si el libro debía tener 200 páginas, pues se hacía con 200 páginas. Esto fue una forma en la que contribuimos a que emergiera la novela gráfica.
¿Cuál fue la respuesta de
los editores tradicionales?
Meltz: Es interesante decir que en 1990 hubo una vanguardia que una década después se convirtió casi
en un sistema, hubo varios fenómenos, por un lado había varios libros publicados por L’Association que se convirtieron en best sellers mundiales, como fue el caso de Persépolis de Marjane Satrapi; por otro lado, muchos editores tradicionalistas que pertenecían a grandes grupos acostumbrados a generar productos industriales tendieron a hacer lo que hacían los pequeños editores.
Así que hoy es más difícil saber en dónde está la vanguardia, en dónde está verdaderamente el talento, en dónde está la novedad, cosa que ha adquirido relevancia
en los últimos años porque para
las nuevas generaciones ya está todo muy hecho y se olvida que
se trabajó para que esto sucediera. Nosotros trabajamos por la recuperación de la vanguardia.
Killofer: Esta reapropiación del campo editorial va ligada a una explotación comercial y una sobreproducción en la que estos álbumes que antes eran imposibles de hacer con los editores ahora es la orden de todos los días; esto gracias al surgimiento de casos como el de Persépolis, ya que los editores se percataron que podían hacerse millonarios con las historietas y las novelas gráficas. |
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Es siempre el mismo fenómeno, y el riesgo es que este sistema acaba con los autores y los lectores al mismo tiempo, y lleva a los grandes editores a generar productos de menor calidad.
Actualmente en Francia tenemos una sobreproducción, creo que hay cinco mil títulos por año, es decir, rebasamos ya nuestro nivel, los libreros no se dan abasto, los lectores tampoco, y a este ritmo es posible que en un futuro no muy lejano nos encontremos ante
un panorama en donde el lector acabe por desertar al encontrarse rodeado de un exceso de
materiales en su mayoría
poco interesantes y de baja
calidad, en este momento los editores empezarán a perder
dinero y a lo mejor dejen de arriesgarse y terminarán
haciendo productos como
los que hacían antes.
¿El surgimiento de escuelas especializadas ha contribuido
a este desarrollo?
Meltz: Sí, pero lo sustancial
es que también han generado
una evolución de las historietas
y de la novela gráfica, en tanto
a los temas y las formas de trabajo.
Killofer: Sí, pero lo realmente nuevo es la forma de tratar los temas, como pasa siempre en el arte. Además las escuelas han aportado una perspectiva
histórica a la creación artística
de los ilustradores.
Cuando inauguramos mi exposición en la Galería de Arte Contemporáneo de Xalapa le expliqué a las personas que yo quería al principio de mi carrera hacer cosas totalmente experimentales, con el tiempo me di cuenta que la esencia de mi trabajo es distinta a eso; es decir, no tengo ganas de hacer algo caricaturalmente experimental, lo importante para mí es recuperar
los orígenes, que las cosas sean sutiles, aportar algo nuevo
en los temas, en las formas
de decirlo, pero siempre
tomando en cuenta lo que
hubo antes, que haya una continuidad en el arte.
Pienso que ése es uno de
los problemas del arte contemporáneo porque siempre está en ruptura y acaba por romperse
más y después ya no le interesa
a nadie. Pienso que es más interesante tener en cuenta que es más fácil
hacer cosas radicales que hacer
algo nuevo que mantiene un diálogo con el pasado, con los orígenes y que sin duda está más enriquecido. En este tipo de trabajos siempre hay algo para vincular y articular.
Meltz: Lo interesante de la evolución de las historietas y la novela gráfica en Francia es que muchos ilustradores de la generación de Killoffer quieren hacer novela gráfica y tienen relación con las formas mucho más tradicionales, pero hay otros como Super Monsieur Fruit, que es
un súper héroe en el tema de
las frutas y es una parodia porque
sí funciona con los códigos de
los superhéroes estadounidenses.
En este punto es donde vemos una clara influencia de los cómics norteamericanos pero con humor y sensibilidad artística diferentes, es decir, la escuela francesa está presente pero se reinventa con otras influencias.
Killofer: En este sentido es que hemos notado que es verdad que el cómic alcanzó una especie de madurez y un estilo característico en su forma de expresión y empezó a tener un discurso sobre él mismo. Los autores de los cómics ya no están tratando de hacer dibujos bonitos y contando nuevas aventuras, ahora reflexionan más acerca de lo que hacen, se preguntan mucho más sobre la forma de hacerlo, y es verdad que los temas son más íntimos.
¿Qué opinan respecto
del trabajo de historieta
que se hace en México?
Meltz: Lo que en Europa se conoce de México es que hay una tradición muy fuerte de los grabadores y los dibujantes y hay esta influencia de los cómics norteamericanos, pero desde mi punto de vista hace falta crear nuevas generaciones como las que surgieron en Francia hace 20 años; es decir, gente que quiera hacer dibujos narrativos con textos, crear una alianza con los textos literarios pues aunque hay un lado muy importante de caricaturistas y dibujantes políticos que critican o dan un mensaje social, hace falta esta novela gráfica de arte, de autores que quieran usar el idioma de este tipo de novela.
Killofer: Otro asunto es que los grandes talentos de dibujantes profesionales mexicanos solían trabajar para Estados Unidos en los cómics o hacían cosas pornográficas –según lo que yo sé–, pero al parecer hoy en día se vislumbra cierto interés en hacer cosas distintas, así que las cosas pueden cambiar.
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