Año 2 • No. 58 • abril 22 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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Instinto primitivo
Vietnam García León
 

“No podrías amar a una mujer como yo.. soy fea.” Con esta frase podemos resumir la vida de Otilia Rauda, una mujer que ante todo se siente –y es– marginada por la gente con la que comparte los días de su vida, que transcurren en un pueblo calmado, como la mayoría de los pueblos y, en especial, el de Las Vigas de Ramírez.

Otilia en los hombres causa, una respuesta, un instinto más que respuesta, que transportaba al sexo masculino a lo primitivo, pues su bella adolescencia, no pasaba inadvertida, ni siquiera por sus padres que a causa de las exuberancias de la niña, joven y mujer al mismo tiempo, sufrieron y trataron de ocultar a toda costa.

El frío, la niebla, la mojigatería y la rebeldía se juntan en el relato de una comunidad que pasa de día en día y año tras año entre historias que rayan en lo fantástico, pero que no hay duda de que existen, cómo la del forajido que tras huir de la muerte se encuentra a Otilia, un ángel que raya en lo perverso.

Rubén Lazcano, ese forajido del quien se dice no tiene cara de malo, pero seguramente tiene tratos con el diablo, es el amor de Otilia Rauda, que más que al platónico es un tormentoso, llevando a Otilia del éxtasis sexual a la desesperación y odio que a ratos intenta cruzar la frontera de la vida .

Rasgando los años 30, Xalapa de Enríquez, Las Vigas de Ramírez, Perote y comunidades cercanas son los marcos para que el amor y el desamor hagan de las suyas con la desgracia de una mujer y varios hombres, quienes le sirven de entretenimiento y desahogo a Rauda, quien tan sólo soporta la vida por la compañía de dos marginados que le ayudan en sus aventuras Melquíades y Genoveva; sus mejores amigos.

La traición es otra de las bebidas, entre el tequila y el café, de la que los habitantes de esta historia sobreviven, pues van de uno a otro sin mediar amistad amor u odio, traiciones que se dibujan escondidas entre muecas y sonrisas los de clase acomodada y las prostitutas.

“Las huertas amanecen llenas de escarcha; los caminos y las colinas; cubiertos por una capa de hielo, los cerros y montones llevan mantos de nieve. El pueblo ajeno al alba, prolonga el silencia nocturno” así transcurren los amaneceres de Otilia Rauda.

En Otilia Rauda Sergio Galindo vuelve a dibujar esos paisajes de El Bordo, paisajes fríos y contrastantes entre una decadencia del futuro y una vivida reacción del pasado, futuro y pasado que Otilia vive y sobre vive con su amor incomprendido.