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Año 14 • 580 • Noviembre 3 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Dramaturga, novelista, guionista y libretista

Nell Leyshon: tras lo humano

Autora de la novela Del color de la leche, la escritora británica abordó sus orígenes literarios y motivaciones

"Creo que todo lo que ponemos en la escritura es parte de nuestro propio drama”

"me ocurre como a los niños… conforme se involucran en el juego inventan la historia, los personajes y las situaciones”

"…vi mucho arte alrededor, en los colores, en sus combinaciones, en las formas de escritura…”

David Sandoval Rodríguez

“¿Dónde está el arte en las luces de neón? ¿En una marca como Nike que está por todos lados? No hay arte, no hay presencia del ser humano, es simplemente una manufactura y lo que me interesa en el mundo es el contacto entre los seres humanos…” planteó la escritora Nell Leyshon durante la entrevista que brindó al semanario Universo, con quien compartió su inconformidad por los efectos que el capitalismo extremo provoca en la sociedad: “Hay una vergüenza entre los seres humanos de estar en contacto con el suelo, de tocar la tierra con sus dedos, que es como pintar esos letreros”.

Leyshon, definida a sí misma como una adicta al trabajo, tiene en proceso tres novelas, un libreto para una ópera (cuyos intérpretes son indigentes) y una segunda obra para la famosa compañía teatral Shakespeare’s Globe Theatre –la primera fue Bedlam, dramaturgia sobre un histórico hospital de enfermos mentales, que la convirtió en la primera mujer en escribir para dicha compañía.

Ha destacado desde su primera novela, Black Dirt (2004), que fue candidata al Orange Prize for Fiction y preseleccionada para el Commonwealth Book Prize.

En 2003 recibió el Richard Imison Memorial Award por el guión radiofónico Milk, co-escrito con Stephen McAnena, y en 2005 el premio del Evening Standard Theatre por su obra Comfort Me With Apples; su novela Del color de la leche ha sido seleccionada para los Premios Cálamo 2013 que entregarán el año próximo los libreros independientes en España.

La autora compartió sus impresiones sobre México, en especial sobre Xalapa, en donde habló de su novela Del color de la leche, en el Hay Festival 2014.

¿Cuáles fueron sus orígenes en la literatura?
Ésa es una pregunta difícil. ¿Por qué no me hacen preguntas fáciles como “de qué color es el pasto”? Es una pregunta muy complicada. Una respuesta normal sería que los escritores siempre han escrito, porque suponemos que muchos comenzaron siendo niños. Ése no fue mi caso, no tenía interés en ello, no estaba en mi mundo.

Era muy imaginativa, pero con poca información. Comencé a leer en serio a finales de la adolescencia, cuando tenía 18 años. Estudié en la Facultad de Artes donde hacía escultura y pintaba, pero sabía que tenía un rico mundo interno, pero que no iba a salir a través de un soporte visual porque yo no pensaba en imágenes. Me llevó mucho tiempo darme cuenta que pensaba en forma de palabras.

Luego tuve otros trabajos, porque si eres escritor necesitas trabajar en otras cosas y quienes escriben desarrollan ciertas cualidades como una autoconciencia.

Fui a la universidad cuando me embaracé y continué yendo con mi bebé, porque era muy aburrido sólo cuidarla. Así que me matriculé, fue muy bueno aunque no había muchas fiestas.

Ingresé a un programa de escritura creativa y en ese momento me di cuenta que desde niña quería escribir pero no lo sabía, es como cuando todo el pasado cobra sentido porque lo estás viviendo en el presente.

Tuve otro bebé y cuando estaba criándolo pensé: “esto es muy aburrido, así que escribiré una novela”. Así comenzó mi relación con la escritura.

¿Qué libros fueron los que le inspiraron a escribir?
También es una pregunta difícil y como no puedo recordar, mencionaré los autores que no me gusta leer: Charles Dickens tiene mucho detalle, y decir esto es sacrilegio en Inglaterra, pero así es; el problema es que te describe todo y su lectura se vuelve pasiva, sentía que sus palabras me rodeaban y no tenía un rol en la lectura.

Para mí la lectura es algo activo. Cuando empecé a leer cosas que me hicieron reflexionar e imaginar, entonces tuve un
rol y me gustaron.

Algunos escritores utilizan mucho los diálogos y escriben con una estructura de varias capas. No son didácticos porque no te dicen qué pensar, una de ellos es la novelista Beryl Bainbridge, ¡es brillante y es lo contrario a Dickens!; mientras él escribe una novela de 800 páginas, ella escribe una de 200. Cuando la leí me hizo trabajar mucho, pero me gustó.
De los autores del siglo XX destaco a Jean Rhys, quien escribió El Ancho mar de los Sargazos, es un libro increíble
que les recomiendo.

¿La literatura del siglo XIX le parece diferente a la del XX?
Creo que sí, incluso en la narrativa hay menos palabras, porque los escritores no necesitan educarte en tantas cosas, confían un poco más en ti como lector y quizás el nacimiento de la literatura en el siglo XX –aunque no lo había pensado antes– puede ser concomitante al surgimiento de las películas y la televisión.

Somos más activos en tratar de descifrar la historia y cuando leo me gusta que me hagan reflexionar, que me hagan pensar.

Recuerdo la primera vez que leí a Kafka dije: “¡Dios mío! ¿Qué es esto?, ¿qué es lo que realmente trata de decir?”. Entonces leí todo Kafka.

También leí a autores latinoamericanos cuando estaba en mis veinte: Borges, García Márquez, Cortázar, y los encontré muy emocionantes porque tenían un sentido de misterio, no me adentré en ellos pero sí encontré que su escritura podía ser entendida porque está compuesta por capas.

Ésta es mi cuarta visita a Latinoamérica y encuentro que la realidad está compuesta de la misma forma, en capas, todo tiene diferentes niveles; está la historia, está el pasado, pero también está el presente. Quizás es una impresión completamente errónea, pero así me lo parece.
Por ejemplo, me encanta que todavía tengan letreros escritos a mano, como en las tiendas, eso no lo ves ya en Inglaterra.

Tenemos la percepción de que esos letreros son una muestra de nuestro subdesarrollo… Sí, ¿sabes? tenemos esta idea de que vivimos en una sociedad teleológica, que estamos moviéndonos hacia el desarrollo de una manera implacable, y en realidad luchamos por llegar a un objetivo final, ¿pero cuál es ese objetivo? ¿Son mejores las luces de neón, donde no hay contacto entre los seres humanos? Hay una vergüenza entre los seres humanos de estar en contacto con el suelo, de tocar la tierra con sus dedos, que es como pintar esos letreros. Para mí es arte. He salido a caminar por esta ciudad (Xalapa) y vi mucho arte alrededor, en los colores, en sus combinaciones, en las diversas formas de escritura y sus dibujos. Me pareció que toda la ciudad se mueve en el arte; pero si voy a una calle de Inglaterra todas se ven iguales, hay logotipos iguales por todas partes y son una muestra del capitalismo extremo.

¿Este cambio es reciente en Inglaterra?
Hubo una exposición en Londres llamada Folk art donde exhibían los letreros antiguos que había en las calles; antes ponían esculturas y aunque la gente no supiera leer, sabían dónde se reparaban zapatos porque pendía de la calle un zapato enorme, para mí eso es arte, ¿pero dónde está el arte en las luces de neón? ¿En una marca como Nike que está por todos lados? No hay arte, no hay la presencia del ser humano, es simplemente una manufactura y lo que me interesa es el contacto entre los seres humanos y dentro del mundo en lugar de alejarnos.

¿De dónde surge el interés por escribir Del color de la leche?
Proviene de una fascinación constante con las vidas de la gente silenciosa, aquella que pocas veces tiene oportunidad de expresarse en público o socialmente. Por un lado tenemos las voces de la gente en el poder, que tiene un componente de violencia, y la violencia entre individuos es por el poder; esto me pareció interesante, por eso le dimos voz a una jovencita, una adolescente que hubiera pasado en silencio y que me llevó a escribirla.

Esta relación entre el poder y la violencia venía de la tierra, me refiero a aquello que podemos tocar con nuestras manos, la que podemos trabajar, el elemento con el que nos relacionamos y del cual nos alimentamos. Ubicarla en 1831 es clave porque fue cuando la mecanización llegó a la agricultura, fue también la mecanización de la tierra.

Hice mucha investigación previa y descubrí que en 1831 se dieron las primeras manifestaciones y conflictos
en provincia debido a la mecanización.

Lo más curioso de todo es que esto quedó como telón de fondo de la novela, porque cuando comencé a escribir, la historia tomó otro curso y se convirtió en esta narración personal de una niña que aparentemente no tiene que ver con el tema.

Cuando escribo –ahora que lo pienso– siento que me ocurre como a los niños que comienzan a jugar y conforme se involucran en el juego inventan la historia, los personajes y las situaciones en el momento. El juego se vuelve serio porque dejan de estar conscientes del mundo. A esto me refería cuando dije que no sabía de dónde provenía la escritura que hago.

Pienso que el trabajo del escritor no es preguntar de dónde proviene la escritura, depende solamente de aceptarlo.

¿Qué tan parecida es Nell Leyshon al personaje de su novela?
No sé si pensaba en eso cuando escribía. Puedo decir que cuando era niña mi hermano no tenía que lavar los trastes y yo sí. Creo que todo lo que ponemos en la escritura es parte de nuestro propio drama, para ser honestos.

Recuerdo que cuando era joven, los adultos me decían: “No puedes ser así, fuerte y desinhibida; tienes que ser agradable y hablar poco”; alguien me dijo: “No puedes andar por la vida diciendo lo que opinas porque tal vez te molestarán”.

Creo que Mary, mi personaje principal, es físicamente fuerte, a pesar de que sus padres piensen lo contrario, y se siente más fuerte en su interior aunque se la pase poniendo rocas en cubetas, porque eso era lo que hacían en esa época, ponían piedras dentro de cubos hasta que caía la tarde y se iban a dormir poco después del mediodía.

Esta jovencita, al ser desatendida, comienza a descubrir el mundo por su cuenta y lo hace con una frescura que contrasta mucho con el entorno, que me imaginé impregnado de las estaciones del año porque en su provincia, ubicada al sur de Inglaterra, los cambios de estación son muy marcados y decidí que ella podría describirlos de una forma interesante.