La literatura es poderosa; los autores, frágiles: Salman Rushdie
David Sandoval Rodríguez
Nacido en Bombay, India, el 19 de junio de 1947, Salman Rushdie emigró desde joven a Inglaterra. Ahí estudió Historia, en la Universidad de Cambridge. En 1964 viajó a Pakistán, pero tuvo que volver al Reino Unido, donde su segunda novela, Hijos de la medianoche (1983), ganó varios premios, entre ellos el Booker Prize, el James Tait Black Memorial Prize, el Arts Council y el de la English-Speaking Union.
En 1988 publicó Los versos satánicos, novela que generó protestas por parte de grupos islámicos de varios países del mundo, que lo acusaron de blasfemia y herejía; hecho que escaló hasta la declaración de una fatwa –pronunciamiento legal de la ortodoxia islámica– en Irán, cuyos términos prácticos fueron una condena de muerte.
No obstante, protegido por las autoridades del Reino Unido, ha continuado publicando y ganando premios, como Harún y el mar de las historias (1990), galardonado con el Writers’ Guild Award al mejor libro infantil.
Actualmente es profesor honorario del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y miembro de la Royal Society of Literature; ha obtenido el premio del Estado Austriaco por literatura europea en 1993 y el Premio Literario “Aristeion” en 1996, además de ocho doctorados honorarios.
Rushdie estuvo recientemente en Xalapa, donde participó en el Hay Festival 2014. Durante la rueda de prensa que brindó como parte de las actividades del festival, habló de diversos temas, desde su declaración como enemigo del Estado Islámico, el poder de la literatura y la violencia contra los escritores.
¿Podemos aún creer en el adagio que sostiene que “la pluma es más poderosa que la espada”?
Diría que la literatura en sí misma, las palabras en la página, son generalmente más fuertes que las fuerzas que las atacan. Por ejemplo, la poesía de García Lorca ha probado ser más fuerte que la Falange y los escritores de la Unión Soviética han probado ser más duraderos el que régimen de Stalin.
Entonces la literatura es poderosa, los frágiles somos los autores. Es muy fácil atacar al cuerpo del escritor, llevarlo a la cárcel, torturarlo y asesinarlo; por ello considero que debemos de pensar en defender a los escritores ya que, de alguna forma, su trabajo les sobrevivirá.
No estoy hablando sólo de escritores creativos, de ficción, porque creo que vivimos en una época de enorme peligro para los periodistas; nos ha quedado muy claro que los periodistas han sido considerados como blancos estratégicos para muchas zonas en guerra, y si no estuvieran ahí cumpliendo con su trabajo no sabríamos nada de lo que ocurre, entonces estamos atestiguando un esfuerzo heroico y literario de otro ámbito que debemos reconocer y debemos reflexionar acerca de lo que podemos hacer para proteger mejor a los periodistas.
Esto no ocurre solamente en Irak; en Rusia, por ejemplo, durante los últimos años han ocurrido alrededor de 20 decesos de periodistas que siguen sin explicación; de alguna forma, aquellos que critican al presidente mueren accidentalmente.
¿Por qué se refiere al ser humano como el gran fabulador y piensa que la magia está desapareciendo, como lo plantea en su libro Luka y el fuego de la vida?
No, creo que todos somos personas que soñamos. Todos nosotros vamos a dormir, soñamos y cosas muy locas suceden en nuestras cabezas. Creo que hasta que no perdamos la capacidad de soñar no perderemos la capacidad de inventar cosas.
Somos por naturaleza seres que cuentan historias. Todos los seres humanos del planeta, desde el origen de nuestra especie, hemos contado historias por la necesidad de comprendernos a nosotros mismos.
Desde que nace un niño, cuando ya ha sido alimentado y acurrucado en su cama, lo que quiere es que le cuenten una historia. “Cuéntame un cuento” es de las primeras cosas que dice un niño al adulto, entonces tenemos ese imperativo en nosotros, el pedir una historia y el crear una para contarla, que es muy bueno porque de otra forma no tendría un trabajo.
A pesar de nuestra necesidad de narrar cuentos, señaló que vivimos una etapa de oscurantismo y cerrazón, ¿puede la literatura reivindicarnos?
Yo no quiero declarar en defensa de la literatura, si ella misma es más grande o de lo que puede ser capaz de provocar. La literatura no puede resolver los problemas del mundo, tampoco puede cambiar directamente la forma en que vivimos en el mundo.
En rarísimas ocasiones surgen libros que tienen una influencia directa en las personas; esto se puede decir de la novela La cabaña del tío Tom, que tuvo un gran efecto en el debate sobre la esclavitud dentro de Estados Unidos, pero la mayoría de la literatura no funciona así.
Lo que creo que puede hacer la literatura es modificar la mentalidad de cada uno de los lectores, ya que cuando amas un libro éste se convierte en una manera de percibir el mundo y el asunto es que ni el lector sabe cuándo un libro tendrá efecto en su vida, como tampoco sabe el autor cuál de sus lectores será afectado de tal forma.
Ocurre de vez en cuando que algunos libros motivan a ciertos lectores que buscan cambiar la forma en que vemos el mundo y la mayoría de nosotros podemos decir cuáles han sido esos libros que nos han cambiado la visión del mundo, y serán diferentes para cada quien y nos cambiarán en muy distintas maneras, pero ésa es la forma en que los libros nos hacen cambiar, no como un gran cambio que se gesta como movimiento político o social, lo hacen con un lector a la vez.
¿Cómo sobrevive un hombre que fue condenado a muerte por el Ayatolá Jomeini?
No lo sé; buena comida, sexo, viajes al extranjero, y habrán notado que el Ayatolá está muerto.
¿Piensa Salman Rushdie en el Premio Nobel?
Lo que sucede con los premios, y he tenido algo que ver con ellos, es que a veces vienen hacia ti pero no deben ser la motivación para trabajar. Me explico: yo sólo quiero escribir mis libros y si unos caballeros en Suecia piensan que debería ganarlo me daría mucho gusto, pero no paso mi tiempo pensando en ello.
El mundo está lleno de escritores geniales y sólo hay uno de esos premios al año, entonces hagan sus cálculos y gracias por considerarme.
Cuando está con algún político, ¿cree en todo lo que le dice?
Nunca he creído a los políticos. Ha habido momentos en mi vida en los que estoy escribiendo sobre algún tema y la versión oficial es totalmente opuesta a lo que digo, pero sé que la versión oficial no es cierta. Por ejemplo, cuando escribía Hijos de la medianoche, hay un capítulo que narra los actos genocidas practicados por el ejército paquistaní en la región que se convertiría en el país independiente de Bangladesh; los asesinatos en masa que ocurrieron han sido bien documentados y existen evidencias fotográficas, de todo tipo, y sin embargo la versión oficial de Pakistán, hasta hace poco tiempo, era que nada de esto había pasado. Entonces te encuentras “cometiendo” un acto de recordar al hacer memoria y escribir “esto fue lo que vi, esto pasó así”, de pronto eres un problema porque tu versión entra en conflicto con la versión oficial.
¿Qué opina del actual conflicto de Estados Unidos con el Estado Islámico?
En primer lugar quiero aclarar que vine aquí a hablar de literatura, no a hablar sobre política exterior; en segundo lugar, quiero decir que opino igual que ustedes, creo que este nuevo ejército es un serio peligro que debe ser enfrentado y no son los Estados Unidos contra él, son cerca de 15 países y cada vez se unen más. Es una batalla importante, pero mi punto de vista no difiere del suyo.
Hablaba de la literatura como una “enfermedad” que le contagiaron sus padres, ¿cómo hacer para contagiarla a las nuevas generaciones?
Es una enfermedad muy difícil de transmitir. He pasado mucho tiempo contando historias a mis hijos, pero ellos no han adquirido la enfermedad, es como el ébola, difícil de contagiar.
En su opinión, ¿cuál es el futuro de la literatura, comparado con el avance que tienen Internet y otras tecnologías?
Sé que esa es la visión convencional del asunto, pero hay motivos para pensar que no es así; recién vi una encuesta en Estados Unidos que decía que los jóvenes han leído más novelas en los últimos 20 meses que las personas mayores.
Aparentemente todo iba a matar a la novela. Cuando surgió el radio, iba a matar a la novela; cuando llegó el cine, iba a matar a la novela; la televisión también, todo trata de matar a la novela y ésta sigue con vida. Creo que una de las razones por las que sigue viva es su cualidad de ser una forma de tecnología muy elemental, sólo requiere a una persona, un lápiz y papel. Cualquier otra forma requiere de mayor tecnología que es generalmente más cara y por ello más fácil de controlar.
Por el contrario, esta forma de tecnología elemental es muy fácil de producir y muy difícil de controlar, ello la convierte en poderosa.
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