Dirección de Comunicación
Universitaria
Departamento de Prensa
Año 14 • 592 • Marzo 2 de 2015 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Afirmó Andrés Neuman

La literatura es una sucursal de la música que nunca pude hacer

____________________________________________

El escritor es originario de Buenos Aires, Argentin,a
y nacionalizado español; ha destacado en el ámbito literario por su trabajo en la prosa con textos como Bariloche, El viajero del siglo, El que espera y Hacerse el muerto; en el campo de la poesía sobresale por Métodos de la noche, El jugador de billar y Mística abajo, en tanto al ensayo encontramos El equilibrista
y Barbarismos. Pequeñas resistencias, Poesía a contratiempo, Cuentos de amor de locura y muerte, son algunos de los proyectos editoriales que ha encabezado; en su faceta de traductor sobresale
Viaje de invierno de Wilhelm Müller y El hombre sombra de Owen Sheers. Por iniciativa del Hay Festival, formó parte de la lista Bogotá-39 en la que
se encuentran los nuevos escritores más destacados de Latinoamérica, y fue seleccionado por la revista británica Granta entre los 22 mejores narradores jóvenes en español.
__________________________________________

Adriana Vivanco

Para el escritor argentino Andrés Neuman, la literatura es una especie de sucursal de la música que nunca pudo hacer, pues aunque su madre era violinista, su padre tocaba el oboe y en su familia siempre hubo un afán musical, estudió violín y guitarra y los tocaba espantosamente mal.

“En pocas palabras, fracasé con la música”, aseveró. Neuman es considerado uno de los autores más relevantes y jóvenes de su generación y su creatividad ha sido celebrada por escritores de la talla del chileno Roberto Bolaño, quien refirió en su libro de ensayos Entre paréntesis: “Tocado por la gracia. Ningún lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura, aquella que escriben los poetas verdaderos. La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”.

En este sentido, Neuman opinó: “El ser admirado a mi corta edad me ha generado sólo incomodidad, cualquier énfasis en la edad de un autor y mucho más de su supuesta relevancia me da una mezcla de incomodidad y vergüenza, porque creo que cuando uno escribe tiene la edad de sus personajes y la edad del idioma que utiliza; entonces, cuando nuestro idioma tiene tantos siglos no creo que nadie que lo use se pueda sentir exactamente joven.

”Lo que sí me gusta es sentirme fresco porque la lengua es un mecanismo de reciclaje, pero creo que la edad es de verdad anecdótica; se me ocurren ejemplos de grandes autores que a lo mejor escribieron sus mejores obras cuando eran jóvenes y casos totalmente opuestos, que se encaminaron lentamente hacia su madurez y cuyos mejores libros son de sus últimos años.”

Al referirse a su relación con las casas editoriales, dijo sentirse afortunado de ser tomado en cuenta para que publiquen sus libros, dándoles visibilidad y rigor, porque le gusta pensar que los catálogos de esas editoriales son literariamente dignos.

Enfatizó que detrás de cada reconocimiento hay un tropiezo que no se conoce. “En mi caso siempre se dice que mi primer libro fue una novela en Anagrama y eso no es cierto, mi primer libro es un libro de pequeños poemas, Simulacros, en una editorial provincial en Granada, y antes de eso publiqué un libro de cuentos en una editorial que quebró en cuanto me publicó a mí y siempre he tenido ese sentimiento de culpa que se hundió por culpa mía; recuerdo perfectamente que vendimos 180 ejemplares contando los libros que compró mi madre, la editorial se llamaba Sureste Narrativa”.

Comentó que detrás de cada puerta abierta hay un montón de portazos más o menos invisibles, y está bien que así sea porque en realidad cuando algo sale bien es una coincidencia, es una especie de accidente favorable; “lo normal es que las cosas salgan mal y siempre he sido muy consciente de eso, nunca he otorgado veracidad a las cosas que salen bien, prefiero mantener una especie de pesimismo preventivo”.

Abundó que de todos los proyectos editoriales en los que ha participado, Pequeñas resistencias es con el que se ha sentido más cómodo: “Es una serie de cinco antologías, un emprendimiento que tomó la editorial Páginas de Espuma, que un día decidió hacer antología de los cuentos en castellano de todo el mundo; fue un proyecto extraordinario en el que aprendí muchísimo al hacer una especie de cartografía del cuento en castellano, como si el cuento fuera un medio de transporte.

Creo que la ambición de ese proyecto da la medida de esa editorial pequeña pero con grandes ideas, con la que me sentí muy afortunado de colaborar”. Respecto de los temas que aborda en su obra, explicó que surgen de todos lados y lo más importante para él es la originalidad, entendida como “una mezcla acertada de influencias, si no el colmo de la originalidad sería no leer nunca a nadie para no contaminarse y sin embargo el que no lee jamás podrá ser original; entonces cuantas más maneras haya de leer y más voces vayan al encuentro de la propia, más se puede reforzar la propia identidad y las mezclas, porque la originalidad es un producto de las mezclas.

Eso de que la raza buena es la que no está contaminada es una tontería; de hecho los reyes borbones y su dinastía salieron todos imbéciles precisamente por la pureza de sangre, ahí encontramos la prueba de que la falta de mezclas es un fracaso biológico”.

Con la literatura de algún modo pasa algo similar, “creo que el mestizaje en Internet es más veloz e inmediato, por lo tanto beneficioso; también puede ser confuso y dar espacio para opiniones de poco interés, pero creo que en el balance final hay una ganancia y es un detector de plagios excelente, antes tardaban siglos en descubrirse y ahora se detectan en segundos”.

Microrréplicas es el nombre de su blog, proyecto que emprendió con la misma tenacidad con la que decide escribir un libro. “El blog me lo tomo muy en serio, en el sentido de que creo que es un libro online, nunca he pensado que la escritura no impresa se podía escribir más deprisa o con más negligencia, creo que la prosa o el lenguaje es una misma criatura que va cambiando de hábitat y desde ese punto de vista lo trato de afrontar con el mismo esfuerzo que cualquier otro.

En este sentido, en un medio muy propenso al zapping, a la falta de atención y a la lectura apresurada, se planteó la premisa que a lo mejor un libro le marcó por sus entradas muy breves, de 100, 200 o 300 palabras, no más, “las entradas oscilan entre un párrafo y una página, con la idea de que sean muy intensos y muy tensos también.

”Dentro de esa premisa de longitud trato de que los géneros que conozco conspiren a favor de esa brevedad, que haya frases aforísticas, que haya un cierto lenguaje poético y que cuando se cuenta una historia el estilo sea un poco micronarrativa; en definitiva, que la historia de la literatura nos auxilie para que la brevedad no se quede corta, porque la brevedad y lo corto no es lo mismo, lo corto calla antes de tiempo y lo breve calla justo a tiempo.”

El autor de Una vez en Argentina explicó que todos los géneros literarios le resultan saludablemente difíciles, y apuntó que para él siempre representa un reto transitar de un género a otro, reto que lo motiva a seguir escribiendo.

“Hay un esfuerzo en el cambio de género que a mí me interesa mantener, no la fluidez de uno a otro sino la torpeza que uno siente cuando es sacado de su ámbito, y cuando cambio de género lo que busco es precisamente recuperar la sensación de que no sé escribir; ése es justo el punto de partida de la literatura que me interesa, cuando uno siente que el lenguaje puede más que uno y a partir de esa incapacidad se trata de alcanzar alguna capacidad.

”Nunca he sentido que un género me pertenece más que otro, sino que soy extranjero en todos y, a la vez, todos los géneros tienen una frontera que me resulta muy estimulante como los cuentos, que son capaces de transmitir un ritmo poético, poemas que cuentan una historia, novelas que pueden tener momentos ensayísticos, mestizaje, pues, nuevamente”, concluyó.