Charla con los escritores Marçal Aquino y Luiz Ruffato
No queríamos una noticia, queríamos una novela
Edgar Onofre
Marçal Aquino y Luiz Ruffato formaron parte de una generación que marcó la historia del periodismo brasileño desde la redacción del Jornal da Tarde que se publicó en São Paulo, Brasil, hasta octubre de 2012.
Desde ahí, ellos y otros muchos periodistas de los que se han olvidado “sus nombres, su pelaje y su origen” se afanaron en escribir el capítulo carioca del nuevo periodismo norteamericano, aquel de Truman Capote, Gay Talese, Tom Wolfe et al. Tras un largo periplo en el diario paulista, Ruffato decidió migrar de las redacciones a la literatura en exclusividad (y cosechar más de una decena de premios); Aquino, a escribir novelas, películas y televisión.
Ambos son considerados hoy referencia de la literatura brasileña, han recibido numerosos premios y reconocimientos y han sabido prolongar una amistad que nació aún antes de coincidir en el Jornal da Tarde.
“Me da cierta nostalgia la convivencia en la redacción porque me parecía que estábamos haciendo una cosa importante y que tenía impacto en la vida de las personas.
En cierto momento eso cambió y pasó a ser un oficio como cualquiera. En ese momento dejé de lado el periodismo”, explicó Marçal Aquino durante la asistencia de ambos a la última edición del Hay Festival que se llevó a efecto en la ciudad de Xalapa.
Durante esos espacios, hubo la posibilidad de cruzar reflexiones, ánimos y desánimos sobre literatura, quesos, tequila, cachaza, feijoadas y, sobre todo, acerca del maravilloso y trágico oficio del periodista al que muchos, a veces con gran entusiasmo, han puesto “precio a su cabeza”.
El Jornal da Tarde publicó su última edición el 31 de octubre de 2012. Su última cabeza fue: “Gracias, São Paulo”. Nunca trabajaron juntos, en la misma redacción.
A Ruffato tocó la caída del imperio, mientras que a Aquino correspondió trabajar durante el esplendor del diario. “Cuando Marçal estaba ahí, el periódico tenía un tiraje de casi 300 mil ejemplares un día a la semana.
Cuando yo empecé a trabajar ahí pasó de 250 mil a 50 mil ejemplares en 13 años”, explicó el autor de Ellos eran muchos caballos. Aquino, por su parte, recordó: “Para mí, el periodismo terminó por ser una oportunidad de convivir con grandes ídolos escritores que también trabajaron como periodistas, teníamos una redacción con muchos escritores.
La experiencia personal fue muy importante”. Es respecto de viejas y nuevas cuitas del periodismo, del estado que guarda su salud, de sus estertores y de lo que podría venir que versa la siguiente entrevista.
En México hay un debate sobre el estado del periodismo y su futuro. Para la experiencia brasileña, ¿cuál sería la actual circunstancia?
Luiz Ruffato (LR): En general, los periódicos tradicionales están muriendo porque tienen cada vez menos lectores. Son cada vez menos órganos a los que uno acude para informarse, pero no considero que las redes sociales estén sustituyéndolos porque el problema de éstas es la confiabilidad.
En general, cuando uno no lee los periódicos en papel lee los mismos periódicos en su edición virtual. Esto es un problema de Brasil pero que preocupa a los periódicos de todo el mundo: ¿Cómo hacer periodismo en un momento en que todos los hacen? Todas las personas son periodistas en potencia.
Marçal Aquino (MA): Yo soy de los iniciados de la prensa en papel, pero creo que estamos en extinción. La cosa más grave es que en el momento en que los periódicos se dieron cuenta que el fin se aproximaba, lanzaron mal algunas estrategias; por ejemplo, todos los periódicos se llenaron de columnistas y no todos ellos tienen cosas interesantes qué decir.
Entonces, estaba perdida la función básica como la conocimos, como periodismo de investigación, porque ésta demanda tiempo y dinero y eso es una cosa de la que los periódicos de hoy no disponen. No tienen los medios para hacer frente a esta nueva realidad.
¿Cómo hacer periodismo en un momento en que supuestamente todos pueden ser periodistas por mediación de las redes sociales?
LR: En Brasil inicia una idea de colectivos de periodismo. Son personas que se proponen trabajar periodismo alternativo e independiente y hacen redes de lectores en Internet.
Sin embargo, el gran problema es el grado de confiabilidad de estos colectivos. Creo que habrá un periodo en que mucha gente hará periodismo y en un determinado momento habrá un acomodo, y los colectivos que se revelen como los mejores y más confiables devendrán en las fuentes de información que uno necesita.
MA: No creo que sea posible anticipar cualquier cosa porque tenemos en curso una revolución tecnológica y ésta sí está presentando alternativas a cada instante.
Por ejemplo, la mejor cobertura de las manifestaciones de calle en Brasil fue hecha por estos colectivos que son confiables a final de cuentas. Resta saber cómo estos colectivos van a enfrentar la supervivencia financiera.
Porque una cosa es estar en la calle con mi celular, que es suficiente para registrar los acontecimientos, pero otra es la necesaria retaguardia financiera para hacer de la cobertura una cosa sistemática.
Ésta es la primera respuesta que debe ser buscada. Creo que sí, que los medios convencionales como los conocemos están destinados a la desaparición, pero ¿qué quedará en su lugar? Aún no es posible afirmarlo.
Durante los disturbios previos al Mundial de Futbol 2014 la mejor cobertura, que parecía seria, amplia y completa, la realizaron colectivos como Media Ninja. Uno no dejaba de preguntarse: ¿Cómo van a sobrevivir en términos financieros?
LR: Hasta hace poco tiempo los periódicos tenían como fuente de sobrevivencia las suscripciones y, principalmente, la publicidad en sus páginas. Y la publicidad tenía un interés muy claro: era un negocio. En un medio alternativo que tiene un compromiso con la “verdad”, cual sea, no sé si se encontrará intereses de grandes empresas para financiar una publicidad en estos colectivos. Además de que plantearía una pregunta adicional: ¿Hasta qué momento el financiamiento compromete o no la búsqueda de la verdad? Es una ecuación muy difícil.
MA: Es el mismo problema de la prensa convencional. La presencia del anunciante siempre comprometió la publicación de los hechos. Porque ése está dando plata y no vas a divulgar noticias que le desagraden. Entonces, estas estructuras están hechas hoy con base en el heroísmo de voluntad y de juventud. Es una cosa muy importante. Pero hay que resolver esta cuestión de supervivencia, es la pregunta clave: ¿De dónde sacaremos el dinero y cuánto de este dinero nos va a comprometer?
Por ejemplo, Media Ninja estaba asociada a un organismo que recibía subvenciones oficiales porque el medio es una entidad social. Esto, a largo plazo, va a provocar un problema de interés y es lo que debemos atender. Lamento que sí, los medios tradicionales tienen los días contados, sobre todo el periódico en papel, aunque lo mismo sucede con la TV abierta porque no se están formando nuevos públicos. Éstos van para la televisión por cable, mientras que la propaganda ya se fue para otro lado.
No podemos asegurar con certeza lo que va pasar, pero una cosa es cierta: los periódicos en papel tampoco están formando nuevos públicos. Entonces, hay que esperar para ver qué es lo que pasa. Nosotros, los que somos de viejas generaciones, ni siquiera tenemos tiempo para acompañar el cambio, que es muy acelerado.
Ignacio Ramonet considera que el periodismo de largo aliento, que se ubica entre la narrativa y el oficio, podría ser una alternativas viable
LR: Tal vez en países que tienen un público alfabetizado. En países como Brasil no lo hay. De cada tres brasileños sólo uno lee y comprende lo que lee. En Brasil ciertamente no es la salida. Hoy no. Y si lo fuera sería una muy elitista. Quien leería estos periódicos con una preocupación narrativa sería un público muy bien educado y, por tanto, no sé si sería una alternativa interesante.
MA: En épocas anteriores, los periódicos ya tenían problemas porque no había lectores. El número de suscriptores era muy pequeño todo el tiempo. En el futuro, ésta podría ser una alternativa donde exista un público debidamente formado, que tiene el hábito de leer. Brasil no tiene eso. Hay que crear una solución propia.
En Brasil tenemos publicaciones que infelizmente debemos llamar elitistas. Por ejemplo, la revista Piauí. Excelente calidad de los textos pero carísima, porque hacer reportajes de largo aliento cuesta mucho dinero. La revista sobrevive porque detrás hay una comunidad financiera importante.
Insisto, no es posible afirmar grandes cosas pero la amenaza es ésta: tendremos que informarnos solamente por Internet y nada más, y sin contar con un lenguaje apropiado. Internet, en Brasil, está más bien en el campo del chisme.
En la experiencia mexicana, algunos periodistas, sobre todo los más jóvenes, optaron por escribir libros antes que hacerlo en otros medios. ¿También es ésta una alternativa de alcance limitado?
LR: Hubo un momento muy curioso en Brasil durante las décadas de los sesenta y setenta. Estábamos en una dictadura muy fuerte y los periódicos eran previamente censurados. Muchos escritores pasaron a escribir libros de reportaje y vendieron muchísimo porque las personas sabían que no era en los periódicos donde se podrían informar sino en los libros. Fue un momento en que esto fue una forma de contestar, de resistencia a la censura previa en Brasil.
Pero también esto requiere de una sociedad con un grado de educación amplia y, de nuevo, Brasil tiene una población analfabeta muy grande que si no tiene capacidad para leer los periódicos, de un lenguaje más sencillo, ¿imaginas un libro que tiene un lenguaje más trabajado? Claro, todas las opciones son buenas pero no sé cuál o cuáles serán las alternativas de futuro.
MA: La palabra es valentía porque busca en los límites de la opción. Pero, primero, diría que no tenemos lectores suficientes para que eso se transforme en un modo de supervivencia. Segundo, todo libro demanda mucho mayor tiempo (para su elaboración). En tanto, ¿cómo sobreviven esos autores? Solamente de becas o cosas parecidas.
Pero Ruffato toca el punto más importante de la cuestión: El futuro estará basado en la suma de muchas circunstancias. Creo que, en efecto, estamos en la víspera de un gran cambio en la forma de circulación de las noticias y en la forma de comprensión de éstas, pero, insisto, no es posible afirmar nada con certeza en este momento
En sus experiencias personales, ¿cómo fue el salto del periodismo a la narrativa y a la ficción?
LR: En mi caso no fue muy difícil porque yo no trabajaba como reportero. Pocas veces lo hice porque soy muy tímido y tenía muchas dificultades para entrevistar a las personas y buscar el hecho informativo. Me quedé en la redacción trabajando con los textos como redactor, como editor, y cuando decidí efectivamente trabajar como escritor me quedé muy poco tiempo más en la redacción. Creo que dos o tres años después ya estaba fuera de la redacción trabajando sólo como escritor.
No fue un pasaje muy brusco, fue una cosa casi natural. Pero el caso de Marçal, que fue un reportero bravísimo, fue diferente.
MA: En mi caso hay una particularidad: Nunca pensé en ser periodista. Desde mi adolescencia yo quería ser escritor, pero sabía que era imposible sobrevivir como tal y que precisaría descubrir una profesión o un oficio para sobrevivir. Y me pareció lógico que procurase un oficio donde pudiese escribir, que es lo que me gusta.
Tuve la gracia de trabajar en un periódico que privilegiaba los textos literarios. Mi editor me decía, en mis tiempos de reportero policíaco: “No quiero la noticia, quiero una novela”. Le dábamos una gran importancia, éramos hijos del nuevo periodismo norteamericano. Era lo que buscábamos hacer a nuestra manera, había preocupación por la calidad del texto y lo que viví fue una experiencia muy importante porque, por ejemplo, los asuntos policíacos contaminaron mi literatura. Fue una etapa muy importante, mas no era mi realización; ésta era la literatura.
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