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Pasión
y entrega auténtica en el ojo justo de Mariana Yampolsky
La poetisa de la imagen
Gina Sotelo |
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Respeto
es la palabra en la que pienso cuando aprecio una fotografía
de Mariana Yampolsky. Belleza también. Y es que las imágenes
captadas por su lente exponen de una manera única las expresiones
populares, los rostros de mi gente. Como pocos artistas, Mariana no
fue “mercader del folklor” o “retratista del populacho”.
Su obra es de una naturaleza distinta; de paciencia infinita que nos
habla del campo seco y húmedo de México, de la salsa
de molcajete recién hecha, de las madres amorosas con su cara
polvosa
–nunca sucia– de las mujeres fuertes y dignas de piel
curtida por el sol y el trabajo, pero más que todo, nos hablan
de las mil y un formas que tenemos de ser, de estar, de trascender
a través de la vida. Su trabajo ha sido llamado como “antropología
emocional” como una política de la evocación encaminada
a construir contextos capaces de reestructurar la experiencia y reivindicar
futuros posibles, yo lo llamo tener una pasión sincera y un
compromiso auténtico con el país que escogió
para vivir, morir y así, vivir para siempre...
Las siguientes son expresiones sinceras y humildes de algunos fotógrafos
que conocieron y amaron a esta mujer tan sorprendente, a nuestra única
e irrepetible Mariana.
Manuel González de
la Parra
“La conocí hace como 12 años en una revisión
de portafolios en su casa. Era amable con la gente de todos los
niveles pero no era condescendiente; sin ser grosera te decía
verdades de tus imágenes que te hacían temblar, pero
también lo era con su trabajo. Mariana es la persona a quien
más he admirado dentro del medio, tanto en su trabajo que
es de una calidad impresionante, como en la cantidad de imágenes
que seguramente van a adquirir mayor importancia con el tiempo.
El registro que hizo de la vida rural de México es histórico
y valiosísimo. Como persona era una mujer maravillosa, con
una calidad humana sensacional y gran vitalidad. Era una de las
personas más congruentes y honestas con su trabajo y su pensamiento,
era de una sola pieza. No considero a Mariana como extranjera, ella
era más mexicana que muchos mexicanos y nació en Estados
Unidos por puro accidente, ella misma se consideraba mexicana con
un enorme conocimiento de la cultura popular. Curiosamente Mariana
tenía siempre broncas de dinero, recuerdo que siempre andaba
con su bochito viejo hasta que unos meses antes de que falleciera
se formó una fundación en su nombre para además
de proteger y cuidar su archivo, que sea usado como fuente de estudio.
Me hubiera gustado haber tomado muchas de sus fotografías;
ella tiene una gran cantidad de imágenes que me conmueven.
Mariana siempre fue la más abierta a las propuestas sin jugar
nunca al rol de ‘artista’ y definitivamente nunca vivió
de la pose.”
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Miguel
Fematt
“A Mariana la conocí hace cuatro años cuando le
dedicamos el Junio, mes de la fotografía. Hace un año
cuando vino a presentar el libro de Tlacotalpan ya estaba muy mal
con el Alzheimer declarado. Hubo una fiesta en casa de Manuel González
y ahí me la encontré. Era como muy jarochona, a pesar
de ser blanca y güera se movía como una mexicana, usaba
huipiles no por folklorizar sino porque de verdad le gustaban. Muy
gustoso de verla le |
pregunté:
‘oye Mariana ¿cómo estas? Y me contestó:
pues de la chingada ya te imaginarás, pero tengo mucha hambre.
Y se empezó a servir su plato.
Mariana Yampolsky como fotógrafa es de esos personajes fundamentales
en la historia de la disciplina en el país. Con su sinceridad,
honestidad y visión de la justicia no solamente fotografió
México como una tierra de folklor o de elementos auténticos
que podían ser fotografiables, sino que también hizo
de su trabajo un argumento de lo bonito, lo triste y lo feo de las
culturas indígenas que sobreviven. Sus imágenes son
tan bellas que uno pensaría que se quedó en la superficie,
pero al conocer su trabajo uno sabía que su compromiso era
muy auténtico. El ojo de Mariana fue un ojo justo, un ojo sabio
que valoró lo que era el país y lo retrató con
amor. Yo creo que su forma de morir fue muy adecuada, pues no me la
hubiera imaginado quejándose y sufriendo. Siempre fue muy positiva
y alegre”. |
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Héctor
Vicario
Yo soy tlacotalpeño y no he tomado fotos de Tlacotalpan así
que le agradecí personalmente a Mariana que halla retratado
de manera tan digna y bella a mi pueblo. Hay muchísimas imágenes
en este trabajo que además de su belleza en sí registran
a personajes importantes que ya murieron. El trabajo de Mariana es
fundamental para entender a las etnias, sin que esto quiera decir
que se dedicó solo a ellos, pero creo que es básica
su obra etnográfica. Mariana poetiza la imagen, hay una intención
artística que va más allá del mero registro,
por eso su |
mirada
trasciende el momento, cada que se ve tiene nuevas lecturas. A Mariana
aún no se le ha valorado como lo que es, aunque puedo decirte
sí gozó de cierta fama pero desde mi punto de vista
no la que le corresponde. Hay muchas fotos de ella que me hubiera
gustado haber tomado por ejemplo la de la madre mazahua que es una
foto de una ternura increíble. Está también todo
el registro arquitectónico que hace en La casa que canta donde
hay maravillosas impresiones. Las fotografías de Yampolsky
son distintas a las de Nacho López, Walter Roiter, Graciela
Iturbide, Flor Garduño. Su mirada marca un estilo inconfundible,
ninguna otra persona pudo haber registrado como ella; tratando al
indígena no como un ente folklórico sino como un pueblo
que impacta por su otredad. Mariana se enamoró de México
por ser un país muy fotogénico y no es ella la primera
extranjera que deja de serlo, sin embargo no todos deciden quedarse
aquí, no todos como ella se hicieron mexicanos por decisión.
Adrián
Mendieta
Siempre fue respetuosa y generosa con quienes la admirábamos,
era muy sencilla, incluso se decía a si misma “fotógrafa
dominguera”. Yo tuve la oportunidad de presentar su trabajo
aquí en Xalapa y escribí un texto en el que ponía
toda mi emoción. Cuando ella me escuchó fue muy gentil
y me pidió que se lo autografiara. Agradecía mis palabras
como si fueran escritas por alguien realmente importante en la crítica,
pues de ella ya habían escrito muchas personas con un reconocimiento
indiscutible. Como fotógrafa fue una persona que logró
un muy merecido lugar por su esfuerzo, por la calidad y lo que obtenía
con su trabajo. Era una persona muy grata, cordial, generosa, paciente,
algo que pasa a ser secundario en proporción a una obra tan
gigantesca en cantidad como en calidad que nos ha legado. El terreno
de las artes se presta mucho a la soberbia y la autoreferencia pero
Mariana era muy discreta y ubicada. Me encanta la agudeza con la
que descubría el detalle aparentemente más común
pero que visto a través de su ojo se volvía una imagen
sobresalinente. De su trabajo tan monumental hay muchas imágenes
que me emocionan y que obvio, hubiera querido realizar. Su trabajo
fue muy riguroso, sistemático y único, en ese sentido
su aporte es enorme. Afortunadamente, su trabajo se reconoció
en vida y se le quiso como persona aunque aún hay mucho de
ella por conocer y reconocer. Mariana ya tiene su lugar garantizado.
Es muy afortunado para nosotros y una maravilla que se haya quedado
aquí para trabajar con la gente y nunca agotar su capacidad
de sorprenderse. |
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