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Chido,
guey
Arturo Sastré Blanco |
Si
existiera un carnaval de las palabras, güey sería la palabra
reina del momento. Ésta ha invadido el discurso de los chavos
y no tan chavos destronando a las otras que reinaron el escaso léxico
popular como chaviza, onda, fresa, ruco, o in. Güey tiene un
rey feo que es la palabra chido y que, junto con chale, arman una
fiesta en donde las palabras embriagadas de ellas mismas terminan
por enmascarar su verdadero significado.
Güey, chido y chale reinan en el discurso coloquial juvenil.
Estas palabras, cuyo origen difícil de detectar pudo ser campesino,
urbano lumpen, náhuatl o todos a la vez, se encuentran en los
diccionarios serios. Son usadas con toda corrección y propiedad
en la literatura de Armando Ramírez y de José Agustín
ilustrando ambientes lumpen o de juventudes
beligerantes de argumentos contraculturales que tenían en sí
mismos sentidos muy claros dentro de la batalla que, por aquel entonces,
se libraba contra el poder, las generaciones anteriores, su hipocresía,
la desigualdad social y su lenguaje.
Las palabras eran en sí mismas formas de resistencia civil
y autodeterminación, armas que contribuyeron a la contraconquista
de un lenguaje propio y consiguieron todo un triunfo de identidad.
Hasta ese momento las palabras podían ser nuestras, no españolas.
Así comenzó la nueva identidad nacional, ¡qué
chido, chale con lo castizo o extranjerizante!, ¡dejáramos
de ser sus güeyes! ¡Viva méchico cabrones y su consonante
Ch! Aunque no hayamos logrado pronunciar la x tenemos la ch para sustituirla
en un “chingo” de palabras como chido, pinche, chafirete,
¡carcacha y se te retacha! |
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Pero
la exageración con que se está usando la palabra Güey
como interjección en todas las conversaciones hasta en los
programas de televisión como Big Brother, es una verdadera
exageración. Me pregunto si habría una transcripción
de los textos de este programa, sobre todo en voz de la retorcida
Azalea, quien se ha encargado de vulgarizar al respetable güey
todavía más de lo que el “Ratón Jarocho
Crispín” de Luis de Alba popularizó al chidísimo
chido... ¡Chale! Después de reflexionar en cómo
intercalamos la palabra güey mientras converso con mis amigos,
me percato del sentido de |
aceptación que tiene para asegurarme quenos estamos entendiendo
(güey) y que tal vez no podríamos comunicarnos de manera
profunda si no te digo el güey. Esta palabra es clave y afirma
la confianza entre dos hablantes, denunciando el grado de familiaridad.
Porque si no te expreso mi confianza hasta el grado de insultarte
veladamente con este güey no estaremos seguros de que somos verdaderamente
amigos, vamos, que si no toleras a este signo de aceptación,
de integración no me siento confiado, atendido, tu amigo, tu
“brother”, tu “big big brother”.
La forma insultante tampoco se ha perdido. Es el caso en donde uno
(tú, pues) eres el güey de quien conversa contigo y el
otro güey con quien estás hablando es un pendejo que no
sabe tu nombre.
Güey es para el lenguaje lo que el Sancho o el Pepito para los
chistes. Es una tercera persona referida en sobreentendido (ejemplo:
“Ahí viene este güey” o “El güey
ése...”) lo cual nos permite calificar a una persona
por lo que verdaderamente pensamos que es o por lo que quisiéramos
que fuera. Nosotros somos el güey de quien está hablando
esa bola de güeyes. En general, güey atenúa el insulto
(ejemplo: “Eres un güey…”, en lugar de imbécil,
o “No te hagas güey” en lugar de pendejo). Por cierto,
en alguna ocasión, en la oficina de Huberto Bátiz le
escuché su teoría para definir a pendejo como el resto
de mierda que pende del pelo del ano, pende-culus.
No sé si lo llegó a comprobar pero me pareció
ciertamente insultante y convincente.
De cómo el insulto, que se usaba para describir a una persona
en el sentido peyorativo y mal intencionado de una persona, pasa a
ser estrictamente lo contrario, es un misterio del lenguaje verbal
mechicano. En este nuevo uso de significación tú eres
el güey con quien el otro conversa y viceversa, lo que indica
que deben ser muy amigos para tolerarse el insulto.
Al decirte güey no te estoy insultando, como quien te dice pendejo
sino que güey; güey es sinónimo de cercanía.
El significado insultante de la palabra güey queda nulificado
para afianzar lazos en nuestras relaciones. Ni te ofendo ni te das
por ofendido. Estos fenómenos del lenguaje coloquial se dan
para poder afianzar nuestras relaciones y confianzas mutuas. Es como
“llevarse de cuartos”, como reírse y llevarse.
Hubo un tiempo en que noté, (sobre todo en los “fresas”)
que intercalaban de manera injustificada un “¿No?”
con todo e interrogación en medio del postulado como para obtener
un entusiasmado “Sí, claro, también pienso lo
mismo” que les permitiera continuar con la conversación.
Sucede exactamente lo mismo que con el güey coloquial: lo que
queremos de los otros güeyes es no correr peligro, amigabilidad,
aceptación, ser tolerado, amistad, cercanía, camaradería,
pertenecer, y en un sutil y rechazado grado, amor. ¿O no, güey? |
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