El
diálogo entre civilizaciones fue el tema de un concurso internacional
de ensayo convocado por la Organización de las Naciones Unidas
y la Universidad Seton Hall, donde obtuvo mención honorífica
el trabajo de Rafael Toriz López, alumno de la Facultad de
Letras Españolas de la Universidad Veracruzana.
“La importancia del diálogo en el desarrollo de los
pueblos del mundo para enfrentar los retos del mañana”
es el título del ensayo que Rafael Toriz escribió
para dicho certamen cuando aún era estudiante de primer semestre.
Su traducción al inglés estuvo a cargo de Eileen Sullivan,
docente de la Facultad de Idiomas de la UV.
De los 200 trabajos que se recibieron en el concurso, este fue uno
de los 26 elegidos para recibir mención honorífica.
El Centro Internacional para el Diálogo entre las Civilizaciones
de la República Islámica de Irán, la delegación
iraní en Naciones Unidas y la Escuela de Diplomacia y Relaciones
Internacionales de la Universidad Seton Hall enviaron una carta
al autor para felicitarlo y anunciarle el reconocimiento al que
se había hecho merecedor y la próxima publicación
de su trabajo.
En él, desde su “humilde trinchera, la de un joven
estudiante”, Toriz López ofreció un punto de
vista acerca de la intolerancia y el odio que en los albores del
siglo xxi campean en el mundo, arrojando a su paso muertos y más
muertos.
Con tal proceder, que utiliza el terror, trata de imponerse a la
fuerza una verdad absoluta, dogmática, la cual debe ser acatada
sin objeción alguna. Esto, por supuesto, no es nuevo, se
ha venido repitiendo una y otra vez desde el origen de las civilizaciones;
sí lo es el hecho de que, a pesar de los innumerables descubrimientos
y adelantos tanto tecnológicos como científicos que
han conducido al hombre a un grado de desarrollo avanzado, todavía
prevalezca la barbarie, y deje de ser “la medida de todas
las cosas” para convertirse en bestia.
La única vía para desterrar estas ideas distorsionadas
no es la ley del Talión, contestando a la violencia con violencia,
sino el diálogo, la tolerancia, la convivencia, el respeto
a otras creencias, a otras costumbres. Luego de citar la célebre
frase de Benito Juárez (“El respeto al derecho ajeno
es la paz”), Toriz López aseveró: “Necesitamos
reconocer la pluralidad, valorarla y venerarla, necesitamos comunicarnos,
afrontar nuestras diferencias mediante la razón y no la fuerza,
no pueden difundirse en el corazón de los pueblos guerreros
autómatas insensibles, debemos constituirnos como seres portadores
de filantropía, entes susceptibles de valor y justicia, de
igualdad y verdad (...) ¡no se debe aceptar la destrucción
como un rasgo de la humanidad! Al contrario, mediante el diálogo
y la comparación de las distintas realidades habrá
de llegarse al camino que conduce a las virtudes humanas”.
Y ejemplificó esto con lo que denominó “teoría
de la esfera”, donde la verdad sea vista como una circunferencia,
“única e inalienable para todos los hombres”,
cuyo sustento descanse en la razón, la certidumbre, la congruencia
y el saber natural, reconociéndola “como medida de
las acciones humanas para fundamentar las conductas de acuerdo con
criterios de valor”. Empero, la polivalencia de significados
–“parte esencial de la verdad”– requiere
que percibamos a la realidad “no como un círculo, sino
como una esfera, la cual muestra siempre distintas caras dependiendo
del punto del que se mire”.
Bajo tal premisa, mencionó Rafael Toriz, “la realidad
habrá de ser un compendio de infinitas situaciones que crearían
no una relatividad del conocimiento verdadero, sino que constituirían
una compilación de experiencias personales que podrían
ser antípodas, pero que al momento de llevarse a un plano
comparativo habrían de encorsetarse al círculo invariable
de la verdad (...). Es en este momento cuando se le reconoce a la
realidad su plasticidad y diversidad; se le considera, como a la
esfera, un cuerpo con volumen y dimensiones, de una mayor riqueza
y profundidad; y es aquí en donde debe existir un respeto
enorme y sin restricciones”.
En suma: el diálogo y el respeto constituyen las vías
para alcanzar el entendimiento y desarrollo armónico entre
todos los pueblos, “sólo entonces –concluyó
Toriz– lograremos anhelar un futuro promisorio para los estados
y las religiones; podremos, en ese momento, soñar con un
perfeccionamiento del entendimiento y sembrar en los corazones de
los hombres un mejor mañana para el despertar de la humanidad”.
Con sus “prolegómenos a la teoría de la tolerancia”,
este alumno de la uv articula de forma excepcional una reflexión
enmarcada en una circunstancia histórica, pero que trasciende
esos límites temporales.
Al igual que algunos textos de José Saramago, Carlos Montemayor,
James Petras o Noam Chomsky que abordan tal problemática,
la lectura de este breve ensayo, sin duda, obliga a la meditación,
ya que se vale de la crítica no para destruir, sino para
proponer. Por ello, Rafael Toriz merece un justo reconocimiento. |