Constantemente
vemos noticias acerca de la acelerada pérdida de bosques,
de la erosión de los suelos y del alarmante problema que
esto causa al medio ambiente. Estas noticias acaparan las principales
planas de los diarios. Toda una polémica y un sin número
de opiniones surgen a partir de ésta. La responsabilidad
de las autoridades correspondientes, la falta de compromiso y la
poca iniciativa por frenar la situación hacen del caso un
problema, al parecer, sin solución.
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En
uno de los primeros informes que realizó Víctor Lichtinger,
titular de de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos
Naturales (Semarnat), reveló que la pérdida de bosques
en nuestro país lo ha llevado a ocupar el cuarto lugar en
el ámbito mundial y que el 64 por ciento de los suelos nacionales
presentan problemas de degradación. Así mismo recordó
que en las últimas décadas se ha perdido más
de 26.7 por ciento de la vegetación del país y el
10 por ciento del suelo agrícola, propiciando a su vez que
se dejen de percibir 490.2 millones de dólares al año
por la degradación en zonas áridas y semiáridas.
Estas cifras, indudablemente alarmantes, nos revelan el creciente
problema y las consecuencias que trae a la sociedad. Ahora bien,
si revisamos los acontecimientos en nuestro estado, desafortunadamente
corroboraremos lo que sucede en nuestro país.
Frecuentemente se publican noticias de que el Cofre de Perote solamente
cuenta con la mitad de su vegetación. A diario camiones cargados
de madera bajan del Cofre y esto sucede sin la mínima regulación.
Definitivamente el Cofre de Perote siempre fue un pulmón
para esta zona del estado, sin embargo, hemos agotado su capacidad
y a estas alturas su condición como recurso natural es ya
deprimente.
¿Qué es lo que hace falta para frenar esto?, que se
pierdan totalmente sus tierras, que desaparezcan más hectáreas
de vegetación y que continúe la extracción
de maderas sin control alguno. Si es que estamos esperando que esto
suceda, pues no falta mucho. Ojalá no sea hasta entonces
cuando reaccionemos, pues cambios así en el entorno natural
traen un desequilibrio inminente; el clima, por ejemplo, es una
de estas consecuencias que se puede apreciar claramente en esta
capital del estado veracruzano. Temperaturas que anteriormente no
se alcanzaban, y mucho menos en estas fechas, ahora se viven con
gran extrañeza y desagrado.
No sé como calificar esto, emplear el término “tristeza”,
“alarma”, o “tragedia” no basta para frenar
lo que está pasando, como ciudadanos nos preocupamos de nuestra
vida, del trabajo, las obligaciones, pero no echamos un vistazo
a lo que pasa en nuestro entorno natural; no nos percatamos que
mientras está siendo aprobado algún proyecto en el
trabajo, o el ascenso en la oficina nos trae satisfacciones, los
recursos naturales se están agotando y poco a poco, día
con día, este planeta se muere.
Reflexionemos acerca de esto y valoremos lo que aún tenemos;
considero que el estado de Veracruz es uno de los tesoros naturales
del país, conservémoslo y disfrutemos lo que éste
nos ofrece, sin olvidarnos de respetar su equilibrio natural.
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