Año 2 • No. 72 • septiembre 2 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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El cambio climático
Adalberto Tejeda M.
El cambio climático no es la alternancia de calor y frío cuando pasa un norte. Tampoco significa que amanezca despejado, se venga un aguacero a media tarde y por la noche se deje sentir el bochorno en la recámara (lo que por cierto ocurre frecuentemente en el verano xalapeño).
El cambio climático es algo que muy probablemente ya empezó a sentirse en el mundo, que se traducirá en un aumento de la temperatura media del planeta de unos dos a cinco grados Celsius a finales de este siglo, y que preocupa a casi todos los gobiernos, pero no al estadounidense, que se niega a comprometerse con medidas de mitigación obligatorias.
Desde 1988, científicos y dirigentes del mundo han constituido, en el seno de la onu, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Es el reconocimiento científico y oficial de que los gases que se han emitido desde la era industrial por la combustión de hidrocarburos, leña, etcétera, se han acumulando en la atmósfera y son los principales responsables de lo que llamamos el “calentamiento global”: los dos a cinco grados mencionados en el párrafo anterior.
El siglo xx significó apenas una elevación de medio grado en la temperatura promedio del aire de la biosfera. Varios investigadores coinciden en que ésa puede ser la causa de aumentos ligeros, pero notables, en la intensidad y frecuencia de los huracanes, en la magnitud del contraste entre los fenómenos oceánicos “El Niño” y “La Niña” (que comentaremos en ocasión próxima), y en lo riguroso de los fríos invernales de las latitudes altas. Un incremento de la temperatura mayor a dos grados para el siglo xxi –y no medio grado como hasta ahora– será catastrófico para muchas regiones del mundo. La respuesta que ha dado el Panel Intergubernamental es el Protocolo de Kyoto.
Hoy debemos estudiar este fenómeno para conocer,
y conocer para prevenir; ésta parece la única estrategia
válida en estos momentos
Esa propuesta fue firmada por 84 países en Kyoto en 1997. Plantea –en general– reducir las emisiones de gases generadores de calentamiento global (llamados gases de efecto invernadero) a los niveles de 1990, excepto en regiones del mundo donde el aumento en la quema de combustibles es imprescindible para salir del subdesarrollo. Además, los países ricos deberían proveer dinero para reforestar o mantener los bosques de regiones subdesarrolladas, y así controlar la taza atmosférica de esos gases, principalmente el bióxido de carbono.
Para ser obligatorio, el Protocolo debe ser ratificado por 55 parlamentos de países que sumen 55 por ciento de las emisiones de gases invernadero. Al escribir estas líneas, lo han ratificado 76 países
–incluida la Unión Europea y buena parte del tercer mundo–, pero apenas suman 36 por ciento de las emisiones.
Desde luego, debe recordarse la negativa del presidente Bush anunciada el año pasado, lo que momentáneamente puso a temblar la ratificación, pero en junio del presente se avanzó con la confirmación de Japón, responsable de ocho por ciento de las emisiones. Si lo ratifican la federación rusa y un par de países como Indonesia y Egipto, el documento será obligatorio. El Senado de México confirmó el protocolo en septiembre de 2000, antes de la llegada del foxismo al poder, que difícilmente hubiera contrariado al gobierno de Bush.
Desde inicios de los noventa se han venido intensificando en todos los países, inclusive en los menos desarrollados, los estudios sobre las emisiones de gases de invernadero; se ha estimado el tamaño del posible calentamiento en el siglo xxi mediante modelos computacionales y su cotejo con los datos observados, y se empieza a proponer e incluso a adoptar medidas de mitigación y de adaptación.
Sobre las particularidades en nuestro país y en nuestro estado me ocuparé en breve. Por el momento quede la conjetura de un incremento del nivel del mar en el mundo de unos centímetros, apenas medio metro entre hoy y finales del siglo, lo que significaría la desaparición de la mitad de Bangladesh.
En la costa mexicana del Golfo quedarían bajo las aguas medio millón de hectáreas de pastizales, un cuarto de millón de hectáreas agrícolas y ocho mil hectáreas de poblados actuales, por ejemplo. El problema es serio, pero el cambio climático no ocurrirá de la noche a la mañana. Es ya un tema que ocupa a varios estudiosos
–medio millar en México, muchísimos más en otros países–, y está en la agenda del Gobierno Federal desde hace una década. También están los optimistas que ven al cambio climático apenas como un resfriado del planeta, y los escépticos que niegan sus evidencias.
Sin embargo, la actitud menos racional sería cerrar los ojos. Estudiar para conocer y conocer para prevenir, parece la única estrategia válida en estos momentos. Será mejor que en el futuro se rían de nuestro catastrofismo y no que lloren nuestra indolencia.