La
avidez intelectual de un equipo de estudiantes logró crear
en la UV un exitoso proyecto institucional
Instituto de Neuroetología:
10 años
de investigación científica Edith Escalón Portilla
En
la década de los 90 comenzó a estudiarse de manera
rigurosa el funcionamiento del cerebro, principalmente en Estados
Unidos. Numerosas publicaciones hablaban de la gran cantidad de
enfermedades que tienen su origen en problemas neuronales. A partir
de ahí, el presupuesto que se invirtió en investigación
en ese país ascendió a miles de millones de dólares.
Esta iniciativa marcó la pauta para que cientos de científicos
en todo el mundo se dedicaran al estudio de las funciones y disfunciones
cerebrales desde distintas disciplinas.
La Universidad Veracruzana no se quedó al margen. En 1992
inició sus actividades el Instituto de Neuroetología,
con el propósito de desarrollar líneas de investigación
enfocadas a las neurociencias (neurología, neurobiología,
neurofisiología, etcétera) y a la etología,
es decir, al estudio del comportamiento del hombre y los animales,
objetivos que ha cumplido cabalmente durante los últimos
10 años.
Pero ésta es sólo la historia oficial…
¿Neuroetología?
La neuroetología engloba dos áreas de estudio
de la conducta animal: las neurociencias, que buscan entender
las bases de la conducta animal a través de estudios
fisiológicos en laboratorio, y la etología,
que estudia la conducta
animal
en condiciones de libertad. El Instituto de Neuroetología
ha enfocado sus líneas de investigación a ambas
vertientes.
Las
Capuchinas
Asilado en el antiguo convento de las Capuchinas, desde principios
de los ochenta funcionó en Xalapa un pequeño centro
de investigaciones biológicas, en el que un grupo de estudiantes
que se conocieron en los pasillos de su facultad emprendió
el estudio de una colonia de macacos localizada en las islas de
la Laguna de Catemaco. Con los recursos apenas indispensables para
sobrevivir, tomaron una decisión: dedicarse a la investigación
científica.
Ésta fue quizá la elección profesional más
importante de sus vidas. Gracias a su constancia y a su evidente
deseo de trabajar, cada uno de los que formaron el equipo en ese
entonces se convirtieron después en los líderes de
su área de estudio. Ernesto Rodríguez Luna, Francisco
García, Elena Hernández, Jorge Manzo, Margarita Martínez,
Porfirio Carrillo y Domingo Canales fueron jóvenes inquietos
que mostraron desde las aulas su enorme deseo por dedicarse a la
ciencia… y lo lograron.
“En
el equipo de Neuroetología hubo una clara vocación
temprana por dedicarse a la investigación científica.
Hubo esa avidez intelectual por conocer el rumbo de la investigación
científica en México y en el mundo, además
de un interés genuino por enseñar, por compartir
experiencias, por formar nuevos investigadores”: Ernesto
Rodríguez Luna.
Hoy,
además de que algunos son directivos universitarios, encabezan
las principales líneas de investigación en el Instituto
de Neuroetología, uno de los tres con mayor producción
científica en la uv.
Pero aunque se dice fácil, este equipo de investigadores
asumió una lucha constante para consolidarse. Pasó
por la competencia por recursos ante instancias nacionales e internacionales,
la validación de investigaciones, el arbitraje de artículos,
la presentación de proyectos una y otra vez, en fin, una
lucha por ganar presencia dentro y fuera de la universidad, conservando
no sólo esa avidez intelectual que los distinguió
como estudiantes sino también el equipo de trabajo original,
cuyos miembros comparten proyectos de investigación así
como un interés genuino por aprender y por compartir experiencias
formativas con las nuevas generaciones.
Maestros e investigadores de primer nivel
Es justamente este interés el que se concretó en la
creación de la maestría en Neuroetología, primero,
y del doctorado pocos años después. Esta incursión
en la formación de nuevos profesionales ha resultado por
demás exitosa: cinco generaciones del programa de maestría
respaldan su permanencia en el Padrón de Excelencia del Conacyt,
y se pretende colocar para el próximo año también
al doctorado (cuya segunda generación está en formación).
Además, seis de sus investigadores pertenecen al Sistema
Nacional de Investigadores (sni), y cuatro más al grupo de
especialistas de la Unión Internacional para la Conservación,
lo cual quiere decir que su trabajo se reconoce tanto en el país
como en el extranjero.
“Para mí es una realización en lo académico
y en lo personal”, dice Ernesto Rodríguez Luna, uno
de los protagonistas. “Encontrarnos hoy con que lo que hace
10 años planteamos como una ambición es una realidad,
que logramos crear en la UV un espacio para el estudio de la conducta,
nos da una profunda satisfacción”.
Laboratorios
de investigación fisiológica
*
Neurofarmacología.
Dirigido por Carlos M. Contreras y Margarita Saavedra. En él
se hace farmacología de trastornos afectivos y trabajo
con animales. * Neuroendocrinología. Dirigido por
María Elena Hernández. Trabaja en torno a las
hormonas de la conducta, particularmente la prolactina, que
se conocía en un principio como la hormona encargada
de producir la leche en las hembras de algunos animales, pero
existe también en el sexo masculino y tiene un papel
importante en los trastornos de la hiperplasia y cáncer
de próstata. * Biología del desarrollo. Dirigido
por Porfirio Carrillo y Miguel Camacho. Estudian el efecto de
la desnutrición neonatal sobre el desarrollo conductual
de los individuos, además del consumo de la capsicina,
una sustancia que le da el sabor picante al chile, y que es
un factor que mata a un grupo selecto de neuronas, de las cuales
las del cerebro y médula espinal son más sensibles
entre más joven es el individuo. * Neurociencias y Fisiología. A cargo
de Pablo Pacheco y Jorge Manzo. Trabajan en el análisis
y observación de la conducta sexual, fundamentalmente
de la participación de los nervios que salen de la médula
espinal en el control de esta conducta, lo que los ha llevado
a estudiar los procesos de lesión de la médula.
¿Por
qué estudiar a los animales?
Aunque es un área poco conocida para el común de la
gente, la Neuroetología ha estado presente durante años
en la investigación científica. Desde las pruebas
de Pavlov y de Skinner que nos hicieron familiares los experimentos
conductuales con animales, la observación animal dentro y
fuera de los laboratorios ha sido constante.
¿Por qué estudiar a los animales? Bueno, la respuesta
es sencilla, más de 80 por ciento de los medicamentos para
humanos han surgido luego de la investigación con animales,
fundamentalmente con la rata, por una sencilla razón, aseguró
Jorge Manzo: “Si nosotros vemos un proceso fisiológico
en determinado órgano de una rata, vemos por supuesto el
órgano de un animal más pequeño que el hombre,
pero en proporción las funciones son las mismas”.
Incluso un gran boom que hay actualmente con la conducta sexual
surgió a partir de la creación del Viagra. Todas las
investigaciones básicas con respecto al Viagra se hicieron
por medio de experimentos en ratas, luego se realizaron investigaciones
en humanos y se descubrió que este medicamento funcionaba
igual. En pocas palabras, el estudio de los animales es importante
porque compartimos con muchos de ellos una misma fisiología.