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Desde
que el hombre tomó conciencia de su quehacer científico
descubrió la enorme similitud morfológica y funcional
que tiene con los animales. Esta observación dio lugar a
detectar los problemas reproductivos del ser humano, pero como no
resulta sencillo estudiar su fisiología, su cerebro y sus
células en un laboratorio, casi siempre se recurre a los
animales; así, se intenta extrapolar dichos conocimientos
al hombre, menciona Mario Caba, investigador y encargado del Laboratorio
Biología de la Reproducción del Instituto de Investigaciones
Biológicas (IIB) de la uv.
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La
rata surgió en un principio como modelo ideal para los trabajos
de laboratorio, pues tiene el mismo ciclo ovárico cada cuatro
días y es fácil de mantener y reproducir.
Sin embargo, hay otra opción que últimamente se empieza
a explotar con buenos resultados: el conejo. Esta especie de laboratorio
posee dos características que no tiene la rata: la ovulación
refleja, pues la hembra ovula cuando es estimulada por el macho,
y que los conejos amamantan a sus crías una vez cada 24 horas.
La mayoría de las hembras de los mamíferos ovulan
y son fértiles cada cierto tiempo. Por ejemplo, la rata de
laboratorio ovula cada cuatro días y la mujer aproximadamente
cada 28, periodo que se le conoce como “estro”.
Tal fenómeno, agrega Mario Caba, ocurre de manera espontánea
y cíclica a lo largo de la vida fértil del individuo,
controlado por un reloj biológico interno del organismo.
El investigador apunta que es importante conocer estos ciclos de
reproducción animal porque, durante muchos años, la
investigación científica en esta materia se ha valido
de animales que poseen una fisiología extraordinariamente
similar a la del hombre.
Los monos, por ejemplo, menstrúan y tienen repertorios sexuales
de conducta muy semejantes a los del ser humano. De hecho, la cadena
de experimentos para que un medicamento o vacuna se pruebe en humanos,
se realiza antes en monos, como fue el caso de las combinaciones
hormonales que hicieron posible el desarrollo de las píldoras
anticonceptivas.
Pero los nuevos conocimientos que se están generando con
el conejo ofrecerán un mejor panorama acerca del proceso
de ovulación y fertilización, que será de gran
utilidad en los trabajos sobre la infertilidad en mujeres.
La aportación científica del conejo, asevera el investigador,
no se circunscribe a la reproducción animal y el ciclo ovárico,
sino que forma parte de un estudio que el iib desarrolla en colaboración
con la doctora Rae Silver, de la Facultad de Psicología de
la Universidad de Columbia en Nueva York.
Dichos estudios, además, prevén la solución
a un problema recurrente en las personas que, debido a sus actividades,
tienen necesidad de modificar sus horarios o que, por actividades
diversas, su descanso no responde a los estándares.
Mario Caba puntualiza que por ello el iib sigue realizando experimentos
sobre la conducta sexual de los conejos, así como las bases
que ofrece su ciclo a la hora de
amamantar a sus crías.
Con estos dos grandes temas –ovulación refleja y ciclo
de lactancia– y los resultados que de su investigación
surjan, el Laboratorio Biología de la Reproducción
del iib estará preparado para recibir a más profesionales
de esta área que realicen sus estudios de maestría
y doctorado, a fin de compartir y enriquecer los estudios en
este ámbito
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