colores,
la moda, las luces, el cielo, todo parece ser tan distinto al
principio y tan impresionante a la vez. Además, es increíble
verte de repente sola, en medio de un mar de gente tan ajena (al
principio), con la promesa de que las cosas tienen que salir bien
para que la aventura que iniciaste termine así como lo
has soñado. (Por supuesto estoy hablando de terminar los
estudios de maestría que vine a hacer).
Instinto
de supervivencia...
Hay que hacer hígado de piedra y corazón de acero
también, sobre todo cuando uno está tan acostumbrado
al cariño y la presencia de sus seres queridos. Estar sola
en otro país no es fácil, por eso empiezas a desarrollar
cualidades sociales que nunca habías tenido: estableces
relaciones de amistad muy fuertes y muy rápido con personas
que en tu vida te habías imaginado que ibas a conocer;
hay que moverse rápido en esas cuestiones, pues la soledad
no es muy buena compañera, al menos para mí.
Por otro lado te das cuenta que dependes única y exclusivamente
de tu capacidad para solucionar tus propios problemas, y que cuando
la riegues, la única persona que lo va a resentir eres
tú. Hay que defenderse como gato boca arriba, pues hay
que hacer hígado y tratar de no rajarse.
Instinto
de supervivencia... Hay que soltar la lengua, hablar, hablar y
hablar (por suerte me tocó estar en un país de mi
mismo idioma, pero los compañeros que se hayan ido a un
lugar con distinta lengua, seguramente habrán experimentado
este sentimiento al doble) no sólo para darte a entender,
ni para que sepan que allí estás, sino también
para escucharte a ti mismo y darte cuenta de tus cambios, de que
es lo que pide tu cuerpo y tu alma.
Sin embargo, este instinto de supervivencia, paradójicamente,
es el que te lleva a adentrarte más y más en el
bosque oscuro (aunque sepas que le tienes pánico a la oscuridad);
es decir, tiene que asir al toro por los cuernos a pesar de que
puedas terminar corriendo o con los pantalones mojados del puro
terror.
Es por eso que el instinto de supervivencia aún te mantiene
ahí, y constantemente se transforma en instinto de “inconciencia”,
donde a base de mucho observar, mucho soñar, mucho sentir,
mucho aguantar y mucho escuchar, poco a poco se van librando batallas
y se van creando historias.
*Estudia en Barcelona un master en Proyectación
Urbanística.