Año 3 • No. 87 • enero 13 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 
Información General
 
 Foro Académico

 Arte Universitario
 
 Observatorio
 de la Ciencia

 Internautas

 
Date Vuelo  

 
Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 
Diario de Cataluña
Instinto de supervivencia
Hermida Rubio*
Al llegar a vivir a un país nuevo, y sobre todo si nunca has salido de tu tierra, se te empiezan a hacer los ojos más grandes, el corazón más fuerte y la lengua más suelta.

Instinto de supervivencia...
Hay que tener los ojos bien abiertos para no perderte y no dejar pasar ningún detalle: la arquitectura, los paisajes, los

colores, la moda, las luces, el cielo, todo parece ser tan distinto al principio y tan impresionante a la vez. Además, es increíble verte de repente sola, en medio de un mar de gente tan ajena (al principio), con la promesa de que las cosas tienen que salir bien para que la aventura que iniciaste termine así como lo has soñado. (Por supuesto estoy hablando de terminar los estudios de maestría que vine a hacer).

Instinto de supervivencia...
Hay que hacer hígado de piedra y corazón de acero también, sobre todo cuando uno está tan acostumbrado al cariño y la presencia de sus seres queridos. Estar sola en otro país no es fácil, por eso empiezas a desarrollar cualidades sociales que nunca habías tenido: estableces relaciones de amistad muy fuertes y muy rápido con personas que en tu vida te habías imaginado que ibas a conocer; hay que moverse rápido en esas cuestiones, pues la soledad no es muy buena compañera, al menos para mí.

Por otro lado te das cuenta que dependes única y exclusivamente de tu capacidad para solucionar tus propios problemas, y que cuando la riegues, la única persona que lo va a resentir eres tú. Hay que defenderse como gato boca arriba, pues hay que hacer hígado y tratar de no rajarse.

Instinto de supervivencia... Hay que soltar la lengua, hablar, hablar y hablar (por suerte me tocó estar en un país de mi mismo idioma, pero los compañeros que se hayan ido a un lugar con distinta lengua, seguramente habrán experimentado este sentimiento al doble) no sólo para darte a entender, ni para que sepan que allí estás, sino también para escucharte a ti mismo y darte cuenta de tus cambios, de que es lo que pide tu cuerpo y tu alma.

Sin embargo, este instinto de supervivencia, paradójicamente, es el que te lleva a adentrarte más y más en el bosque oscuro (aunque sepas que le tienes pánico a la oscuridad); es decir, tiene que asir al toro por los cuernos a pesar de que puedas terminar corriendo o con los pantalones mojados del puro terror.

Es por eso que el instinto de supervivencia aún te mantiene ahí, y constantemente se transforma en instinto de “inconciencia”, donde a base de mucho observar, mucho soñar, mucho sentir, mucho aguantar y mucho escuchar, poco a poco se van librando batallas y se van creando historias.

*Estudia en Barcelona un master en Proyectación Urbanística.