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Del
22 al 30 de noviembre de 2002, Xalapa fue sede de la XXIII Muestra
Nacional de Teatro, después de 18 años, Veracruz volvió
a ser sede de este importante acontecimiento.
Pero y después de la fiesta, de las aventuras, la resaca
y la cruda, la despiadada realidad nos sorprende de nuevo, ¿qué
paso, es que acaso todo fue un sueño, Macbeth? O ¿es
el día siguiente de la pesadilla? ¿Un atentado?...
Dime,
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dime…
A recoger los platos rotos, barrer las serpentinas y el confeti,
tender las camas, abrir las ventanas y sentarnos reposadamente a
hacer el recuento, es lo menos que podemos hacer ¡no, seamos
tan avaros! ¿Cuánto ganamos? ¿Cuánto
perdimos? ¿Acaso se perdió algo? ¿Es que nos
duelen las manos de aplaudir? ¿La garganta de gritar a rabiar?:
¡Bravo! ¿O nos invade la nostalgia de lo que pudo haber
sido y simplemente no fue… la versión de los vecinos?
Aclaro que me niego firmemente a que mi palabra caiga prisionera
en el muro de las lamentaciones y ostentar el traje de ogrito, no
porque no hubiera lugar a hacerlo, desde luego hartos son los motivos
y las razones, puede que sí, pero qué sentido tiene
ser un quejoso más… sobre todo cuando hay tantos, abundan,
y en verdad sus quejas no descubren nada que no se sepa, ni se pretenda
callar.
Sabido es por todos, la impericia organizativa que reinó
en esta muestra, la dificultad para asistir cómodamente a
ver la puesta en escena de nuestra preferencia, las órdenes
y contraórdenes que se repartían como flores en cuaresma,
de lo mucho que se esperaba ver en calidad artística y de
lo que resultó haber… Pero bueno, esto es de lo que
no voy a hablar, seguramente habrá quien lo haga y con lujo
de detalles. Por gusto o por puro pervertimento o deseo de ayuda
celestial. Por lo pronto sólo quisiera mencionarlo como algo
que acompañó a lo más importante para mí:
el tener la posibilidad de ver teatro proveniente de otros lugares
de la república. Esto es a mi entender el hecho medular,
la realidad más allá de las promesas y las especulaciones,
las envidias y las venganzas, lo que sigue es saber reconocer lo
que hay, y poder valorarlo en función de construir un mejor
futuro teatral.
Este evento se sucede una vez al año y es uno de los estados
de la república, junto con el Conaculta los que organizan,
ofreciendo así la oportunidad de presentar un abanico de
posibilidades teatrales amplio que dé cuenta de lo que se
está haciendo, de alguna manera, pues funciona como la fiesta
familiar en donde se dan toda clase de zafarranchos.
Pero aclaremos qué teatro es este que anda allí, impecable
y diamantino, no es desde luego todo el teatro del país ¿verdad?
ni siquiera, aunque se pretenda, ni a palos el más representativo.
En todo caso es el más representativo oficialmente hablando,
es decir, es el avalado por las instituciones, el seleccionado o
el elegido, para el caso da lo mismo. Repito no es todo el teatro,
es sólo una parte, atrás están trabajos con
menor y con mayor calidad artística que los vistos en esta
muestra, pero que no fueron invitados a la fiesta, no les tocó
su pedazo de pastel, ni gorrito, ni gafete… tal vez en la
próxima, en Michoacán.
Lo cierto es que, de lo perdido bendito sea dios por lo encontrado,
gracias querida suerte de poder hallarte y verte. La figura que
conforma el panorama teatral que pudimos apreciar es amplia y amorfa,
cuestión que si por un lado pudiera parecer sano y enorgullecedor
para la tolerancia en la diversidad, es a mi entender, muestra de
falta de rumbo, triunfo de la anarquía, terreno fértil
para pretender vender cualquier tipo de cosa, a río revuelto
ganancia de pescadores…
Juegos profanos que apuestan para muchos lados, sin exactamente
naufragar, la manga ancha del gusto popular ha permitido la sobrevivencia
de espectáculos ñoños y de poca monta o la
ignorancia ha fomentado otros abanderando una falsa vanguardia que
alimenta la atracción de lo extraño, es decir estamos
en los tiempos del todo se vale.
¿Es acaso el fin de partida?, seguramente no lo es, quizá
es simplemente un reflejo de lo que ocurre en otros ámbitos,
no es para nada lo peor que nos pueda ocurrir como gremio y mucho
menos el fin de nada, lo lamentable desde mi punto de vista es la
falta de vasos comunicantes que permitan salir de este atolladero,
voluntad de querer hacer un mejor teatro entre todos, ya que aunque
nuestra soberbia nos diga lo contrario, el teatro no lo hacemos
solos.
Por último tres preguntas del diablo: ¿no se puede
juzgar este panorama?, ¿con qué herramientas hacerlo?,
¿es inaprensible un juicio? cuando las estéticas se
siguen construyendo cada día.
Personalmente creo que el criterio ofrece un orden de todo este
marasmo, es el que comienza por dividir lo profesional de lo amateur.
Aquí entramos en un terreno donde dejan de funcionar las
casualidades, y se separan los trabajos de mayor profundidad y envergadura
de los que no la tienen, si alguna apuesta tuviera que hacer, yo
apostaría por la profesionalización de nuestro teatro,
de actores, directores, escenógrafos, etc., más allá
de gustos o preferencias estéticas. Tú ¿por
qué apostarías? |