Si gustas de la historia y los resultados de hallazgos arqueológicos
realizados en varios puntos del estado de Veracruz, entonces tienes
que visitar el Museo de Antropología de Xalapa (MAX) que
exhibe, entre muchas otras piezas de gran valor histórico,
collares, esculturas ornamentales y de rituales mortuorios, figurillas,
hachas, máscaras, orejeras y pectorales de jade que provienen
de culturas como la olmeca –y cuyo origen data del 400 al
mi1 200 antes de Cristo. Debido a la gran respuesta que ha registrado
la exposición: Jades prehispánicos, seguirá
abierta hasta el 7 de febrero.
La muestra está conformada por más de 100 objetos,
algunos estaban resguardos en las bodegas del MAX y otros fueron
aportados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH).
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El jade es un mineral de gran dureza cuyo nombre geológico
viene de un término genérico que describe dos elementos
similares, paradójicamente diferentes: jadeita y nefrita.
Sus incomparables colores verde manzana brillante y verde imperial
fueron muy apreciados por los reyes mayas y emperadores chinos hace
miles de años.
Se ha dicho que el verde es el color más común del
jade e incluye minerales como cobre, níquel y cromo. Éstos,
inherentes a la corteza de la tierra, dan al jade blanco un tinte
verde durante el proceso de su creación que puede variar
en una gran gama, del blanco puro al negro, verdes en muchas tonalidades
y otros más escasos y raros descubiertos recientemente, como
el lila, rosado y celeste.
El jade verde era la forma más popular en la cultura maya.
Simbolizaba el maíz fertilizado, la abundancia, las plumas
de quetzal y la magia sagrada de esa ave, cuyas plumas valen tanto
como el jade y más que el oro.
Los mayas manifestaban una pasión por el jade verde delicadamente
tallado y brillantemente pulido, y ningún hombre inferior
podía poseerlo. Investigaciones antropológicas han
demostrado que las piedras y minerales tenían gran valor
entre las culturas mesoamericanas no sólo por su carácter
ornamental, utilitario y terapéutico, sino también
porque se les relacionaba con el poder del universo.
En el México prehispánico, los jades verde y verde-azul
eran considerados símbolos de vida y más valorados
que el oro, pues concentraban las máximas fuerzas divinas:
se identificaban con el agua, la vegetación, el Sol y el
sustento.
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