Año 3 • No. 90 • febrero 3 de 2003
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


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Posesión o propiedad
Santiago Gómez Ortíz (Facultad de Derecho)
Indudablemente que muchos de nosotros alguna vez hemos confundido la posesión con la propiedad, decimos que tenemos la propiedad de una cosa cuando la poseemos, he aquí la distinción, mientras que la primera resulta ser un derecho, la segunda un hecho, la distinción estriba en que estas dos instituciones recaen sobre cosas y sobre ellas se mantiene un poder exclusivo para realizar actos materiales de uso y disfrute. Sin embargo, para explicar la posesión, de una manera simple, podríamos decir que la posesión es el hecho de ostentar algo, de aprenderlo con las manos, lógico es que no podríamos aprender una casa con las manos( y es una cosa), pero sí con nuestro comportamiento.
Muchos autores tienen serias dificultades para explicar el concepto y establecer sus límites, aún cuando en ciertas circunstancias hasta los ignorantes en derecho
la intuyan.
Sobre el tema hay dos posturas, los juristas más tradicionales y cerrados dicen que no es un derecho, sino un estado de hecho que produce consecuencias jurídicas, los más actuales retoman el concepto para explicar que en sus consecuencias jurídicas recaen el mismo derecho, pues al que posee una cosa se presume como dueño.

Yo retomo esta última parte para explicar que la posesión entonces es una garantía provisional, para que una cosa no caiga en desuso y por lo tanto produzca perturbaciones económicas en la sociedad.

Con el paso del tiempo la posesión, es decir, la “propiedad” provisional, puede llegar a convertirse en propiedad legítima, ya que durante ese lapso no hubo protestas ni inconformidades, sobre el poseedor. Ya sea de buena o de mala fe, ejemplifiquemos: El poseedor de mala fe: el ratero que tiene en su poder un reloj, que con el paso del tiempo y sin reclamos se convierte en dueño, por que además le compró pilas y lo reparó a su nombre.

Poseedor de buena fe, el que por encargo disfruta el mismo reloj y lo repara al igual que el otro y el dueño se muda a otra parte olvidándose del asunto, con el paso del tiempo también se convierte en dueño. Como vemos la mala fe no
impide convertirse en dueño, sólo que para tal efecto la ley impone más tiempo que al de buena fe.