Año 3 • No. 90 • febrero 3 de 2003
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


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Libros y Revistas
Sección coordinada por Iván Maldonado Rosales

Cadáveres de Soledad

En La penumbra inconveniente (El Acantilado, 2001), Mauricio Montiel Figueiras conglomera a las fuerzas que sumen al ser humano en las tinieblas. Los diez relatos que hilvanan esta novela se encuentran interconectados de manera subterránea por la fuerza del lenguaje –artífice y motor del armado narrativo–, de ahí que los personajes sean tomados por sorpresa y sufran los efectos de un veneno (la memoria), que los desconcierta y extravía. Valiéndose de un estilo que socava los espacios literarios y la conciencia del lector, Montiel Figueiras instaura ambientes apocalípticos, absurdos –con reminiscencias de Dostoievsky, Kafka, Beckett,

Camus–, caldos de cultivo para la claustrofobia teñidos por la incertidumbre, que acecha subrepticiamente y vuelve añicos esa burbuja de cristal donde trata de guarecerse la tranquilidad. Revela, así, la soledad a la que muchos han sido condenados en las ciudades tras su expulsión del paraíso.

Referencias a nombres y hechos bíblicos; admoniciones y epitafios sobre la muerte; el esqueleto de un relato detectivesco; música de Kurt Weill; sistemas de trabajo que exprimen hasta la médula a sus empleados (para ofrenda del tótem); la extrañeza ante uno mismo; voces, fantasmas, recuerdos que trastocan los sentidos; comunicaciones por teléfono infectadas de distorsión; reproducciones de cuadros de Edward Hopper, cuyos personajes “van o vienen de la penumbra, símbolos de la soledad recortados tras las ventanas del mundo”. Esto surge de un portafolios hallado en el metro, el cual contiene una libreta con portada de Hopper, “modalidad inédita de la caja de Pandora, un cofre de papel del que los desastres salían convertidos en astillas narrativas”.