|
|
Libros
y Revistas
Sección coordinada por Iván Maldonado
Rosales |
 |
Cadáveres
de Soledad
En La
penumbra inconveniente (El Acantilado, 2001), Mauricio Montiel
Figueiras conglomera a las fuerzas que sumen al ser humano en
las tinieblas. Los diez relatos que hilvanan esta novela se encuentran
interconectados de manera subterránea por la fuerza del
lenguaje –artífice y motor del armado narrativo–,
de ahí que los personajes sean tomados por sorpresa y sufran
los efectos de un veneno (la memoria), que los desconcierta y
extravía. Valiéndose de un estilo que socava los
espacios literarios y la conciencia del lector, Montiel Figueiras
instaura ambientes apocalípticos, absurdos –con reminiscencias
de Dostoievsky, Kafka, Beckett,
|
Camus–,
caldos de cultivo para la claustrofobia teñidos por la incertidumbre,
que acecha subrepticiamente y vuelve añicos esa burbuja de
cristal donde trata de guarecerse la tranquilidad. Revela, así,
la soledad a la que muchos han sido condenados en las ciudades tras
su expulsión del paraíso.
Referencias a nombres y hechos bíblicos; admoniciones y epitafios
sobre la muerte; el esqueleto de un relato detectivesco; música
de Kurt Weill; sistemas de trabajo que exprimen hasta la médula
a sus empleados (para ofrenda del tótem); la extrañeza
ante uno mismo; voces, fantasmas, recuerdos que trastocan los sentidos;
comunicaciones por teléfono infectadas de distorsión;
reproducciones de cuadros de Edward Hopper, cuyos personajes “van
o vienen de la penumbra, símbolos de la soledad recortados
tras las ventanas del mundo”. Esto surge de un portafolios
hallado en el metro, el cual contiene una libreta con portada de
Hopper, “modalidad inédita de la caja de Pandora, un
cofre de papel del que los desastres salían convertidos en
astillas narrativas”. |
|
|
|
|
|