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Pinceladas ecológicas
de
Melgarejo Vivanco
Adalberto Tejeda (Facultad de Ciencias Atmosféricas)
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En
su vasta obra como historiador y antropólogo, el maestro
José Luis Melgarejo Vivanco (Palmas de Abajo, 1914; Xalapa,
2003), de manera recurrente incrustó reflexiones o interpretaciones
referidas a la tierra, al agua y al aire, “pinceladas ecológicas”,
como las llamó en la Historia de Cotaxtla. Como mínimo
homenaje se presenta el siguiente muestrario, producto de una selección
más aleatoria que sistemática. (Adalberto Tejeda M.).
El crecimiento demográfico, las urgencias económicas,
y una educación todavía insuficiente, han causado
serios estragos en los bosques veracruzanos. En algunos casos, la
criminal conducta se desbocó al amparo de la deshonestidad
en ciertos funcionarios públicos, pero en general hace falta
una |
José
Luis Melgarejo Vivanco. |
conciencia
colectiva defensora del árbol, científica y conveniente
propagadora del mismo, sin caer en fetichismos, al contrario, fincando
en la correcta explotación del bosque una próspera
línea de sana economía. (Breve historia de Veracruz,
1960).
Las colas de las culebras parecen confusas, nebulosas, precisamente
representaban a nuestra nebulosa o Vía Láctea, y la
circunstancia de ponerles dos colas aludió a las lagartijas
de dos colas, con poderes mágicos y símbolo de la
creación, casi como si expresaran que de la bifurcada Vía
Láctea, nació nuestro mundo. (La piedra del calendario,
1971).
En la lucha por el aprovechamiento de los recursos naturales, no
todas son victorias del hombre; hay ocasiones en las cuales debe
tranzar mediante su adaptación y ésta, frente a las
mayores alturas por encima del nivel del mar, o hacia climas mucho
más cálidos o más fríos, ha sido una
proeza de su biología con repercusiones de todo tipo, en
su organismo. (En torno a la mexicanidad, 1972).
Para los indígenas, había una íntima relación
entre la tierra y el cielo, al grado de considerar a éste,
caído, vuelto a levantar; cuatro Bacab lo sostuvieron, uno
blanco, al norte; uno negro, uno amarillo, y a falta del rojo la
gran madre Ceiba, según el Chilam Balam de Chumayel...
Existía para la tierra una representación espantosa;
cuando reseca es calcinada por el Sol, y su piel, su cuerpo, se
agrieta en sartenejas peligrosas; así se representa en algunas
pictografías... del agua sale, aquí, un batracio,
anfibio, y el fuego, la sequía, si se descompasan, resultan
enemigos del poder germinal; por eso, una tierra sedienta pide agua,
que anuncia el croar de las ranas; y en el Tajín, un extraordinario
escultor, plasmó una lápida donde Tláloc con
el trepidante dinamismo de Huracán, hace avanzar su fuerte
chubasquería sobre cipactli, la tierra contorsionada. (Antigua
historia de México, tomo II, 1975). |
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Las
aparentes demasías del trópico deben ser examinadas
acuciosamente sobre una tierra de violencia: lluvias torrenciales
con insatisfactorio calendario de distribución, acompañadas
de inundaciones catastróficas, en contrapartida, sequías
de ocho a nueve meses bajo un Sol de fuego en primavera; no hay
nevadas ni heladas, pero tremendos vientos del norte amenazan y
acaban con las cosechas y los pastizales.
Una cantidad enorme de malas hierbas ahogan a las plantas de cultivo
exigiendo varias labores de limpia, propiciando una desmesurada
proliferación de insectos, dañinos muchos; y la humedad
volviéndose fungosa; trabajar los pescadores en la noche,
tiritando de frío entre las aguas y bajo el acoso de los
insectos; trabajar bajo un Sol inmisericorde, asaltado por la garrapata,
la pica-pica, el ajuate de los cañaverales, no es precisamente
para un pueblo flácido de músculo y voluntad. (Antigua
ecología indígena en Veracruz, 1980).
El avenamiento natural de la lluvia es hacia el Golfo, pero resulta
notable la carencia de agua subterránea en la huaxteca veracruzana,
y la constante, a veces fuerte proporción de caolín
en sus arcillas, dándoles una coloración blanquecina,
tal vez por lo cual, o por quedar al norte, los huaxtecos prehispánicos
tenían al blanco por color emblemático, y al mismo
tiempo, la sierra de Chicontepec, escurriendo desde la Sierra Madre
Oriental hacia la playa..., formando axilas geográficas de
tanta importancia en el movimiento de pueblos y culturas. (Tamiahua,
una historia huaxteca, 1981).
Para los totonaca, cualquier agua en la tierra procedía de
las nubes; la de los manantiales, arroyos, lagunas, ríos;
¿también la del mar? Quién sabe, tal vez el
mar era un gran lebrillo, azul, lleno con agua; cuando crearon sus
dioses, para encargarlos de los quehaceres fundamentales, hicieron
a un matrimonio, así el varón (Tláloc) proporcionaría
el agua del cielo; la esposa (Chalchiuhtlícue) cuidaría
las aguas de la tierra. (Los totonaca y su cultura, 1985).
Tuvo su momento dramático, el nacimiento continental del
centro de Veracruz; la separación de las tierras y de las
aguas, casi grandilocuencia bíblica. Debió comenzar
antes, el emerger de las cumbres, para construir la Sierra Madre
Oriental, con sus alturas epónimas, el Poyauhtécatl,
y el Nahucampétetl. Tal vez ya muy avanzado el proceso, en
la Era Terciaria, y desde alturas hoy de unos mil doscientos metros,
en forma simultánea y correlativa, el mar bajaba y las cumbres
ascendían, dejando en las calizas, petrificado, el testimonio
de la fauna marina o de la flora ribereña; por milenios así,
hasta ocupar sitio estable, provisionalmente, su litoral. (Historia
de Cotaxtla, 1989).
Este núcleo mítico de la pareja de serpientes ya es
conocido en las noticias antropológicas veracruzanas por
esculturas, pinturas y en tradición oral de indígenas
contemporáneos. Tuvo su más remoto principio conocido
en un mito dahomeyano, incluido por Blaise Cendras en su Antología
negra, según el cual el mundo (esférico) estaba desintegrándose;
por lo tanto, fue atado por el par de serpientes...
En códices tal el Dehesa, las culebras llevan los colores
azul y rojo, los dos extremos en el espectro luminoso del fenómeno
meteorológico, lo mismo que en los relatos aborígenes
de la sierra de Zongolica. El relieve del Tajín ya perdió
el colorido, sólo queda la epidermis de la piedra. (Las revelaciones
del Tajín, 1994). |
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