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Durante
los últimos días se han suscitado acontecimientos
trascendentales para el futuro del pueblo irakí, pues en
el seno del Consejo de Seguridad de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) se discute si Irak será atacado o no,
independientemente de las razones, argumentos y pronunciamientos
del presidente estadounidense George W. Bush sobre el caso: eliminar
los supuestos arsenales de armas de destrucción masiva de
Saddam Hussein, disminuir la amenaza del terrorismo internacional,
promover la democracia en Irak y las áreas colindantes.
A pesar de que estas razones parecen totalmente válidas,
numerosos analistas de la política internacional sostienen
que no se justifica de manera fehaciente que Estados Unidos y sus
aliados (Gran Bretaña, España y |
Bulgaria)
pretendan iniciar una guerra unilateralmente en contra del pueblo
de Irak.
Ellos establecen como causa principal de este movimiento que la
alianza petrolera anglo-estadounidense quiere dejar de depender
energéticamente de Arabia Saudita, país que cuenta
con más de la cuarta parte de las reservas mundiales de petróleo
crudo. Por esta razón, Arabia Saudita ejerce una influencia
enorme que, aunque de manera indirecta, recae sobre la economía
de la nación estadounidense.
Al ser Arabia Saudita la principal nación promotora de la
OPEP, representa un gran obstáculo para la creación
de un imperio petrolero, pues tiende a controlar la disponibilidad
mundial del llamado oro negro, acto que afecta a los intereses de
los grandes capitales estadounidenses, sobre todo cuando hacen uso
de ese poder para influir y cambiar algunas de sus políticas.
Como consecuencia, la única forma de que Estados Unidos disminuya
esta dependencia es conquistando Irak y usándolo como fuente
alternativa de petróleo, pues Irak es el único país
en el mundo con reservas suficientes para frenar a Arabia Saudita.
A pesar de que los inspectores de armas de destrucción masiva
(ADM) de la ONU no han detectado hasta el momento la presencia de
arsenal prohibido en Irak, la postura estadounidense no cede, aun
sin presentar ninguna prueba irrefutable de la existencia de tales
armas.
El pasado 14 de febrero parece ser que el espíritu del día
de San Valentín invadió el foro internacional del
Consejo de Seguridad de la onu, pues la mayoría de sus integrantes
manifestaron una total oposición a la política belicista
de Washington, respaldando el seguimiento de las labores de inspección
de la ONU en Irak.
En todo el mundo se han estado realizando innumerables actos para
mostrar repudio total a la guerra y un profundo anhelo de paz, desde
una manifestación nudista en Australia hasta manifestaciones
artísticas en Nueva York. Pareciera que en este mundo, donde
cada día se pierden más los valores universales de
la paz y el respeto, una luz brilla en la oscuridad.
Me siento por demás orgulloso de la postura que ha tomado
México al oponerse al uso de las armas y apoyar el desarme
pacífico de Irak. La posición mexicana ha sido muy
clara: “No a la guerra”, “Sí al desarme
pacífico”. La agresión armada que pretende el
gobierno estadounidense va en contra de los principios de política
exterior que rigen a nuestro país, tanto a gobernantes como
a gobernados, y que se encuentran señalados en el artículo
89, fracción X de la Constitución Política:
“La autodeterminación de los pueblos, la no intervención,
la solución pacífica de las controversias, la proscripción
de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales
(…) y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
Es deber de toda la humanidad preservar la paz como valor supremo
regidor de este mundo, y es deber de toda la comunidad universitaria
hacer todo lo posible por manifestar el repudio al uso de la violencia
en cualquiera de sus formas. Por mi parte, al igual que varios compañeros
más, deseamos que la paz se logre y expresamos nuestro total
repudio al afán bélico de la superpotencia estadounidense,
y esperamos que la comunidad diplomática siga defendiendo
de manera decidida y valiente la paz en nuestro planeta. |