Año 3 • No. 93 • febrero 25 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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El atractivo silencioso...
Las feromonas
Heriberto G. Contreras

En medio de la noche caminamos de regreso a casa bordeando el parque por la acera más distante. En sentido contrario camina un cuerpo que no nos detenemos a analizar, por la prisa que tenemos por llegar a ver la serie favorita, por alguna necesidad fisiológica o por tomar el libro para estudiar para el examen del día siguiente.

Sin embargo, ese cuerpo, justo cuando pasa frente a nosotros, por alguna causa
desconocida llama nuestra atención sin haber pronunciado palabra alguna o hecho un movimiento. Si no hubo ninguna señal física o sonora, entonces, ¿por qué nuestro repentino interés? De pronto nos vienen a la mente referencias televisivas propias de noctámbulos, pues si rascan en su memoria recordarán que después de la media noche la programación comercial termina e inicia otra más comercial aún: la vendimia, como algunos la conocen, en donde te ofrecen un sinfín de productos que prometen hacerte más esbelto, más rubio, más hombre con extra vigor, y claro, no podía faltar, uno que garantiza que atraparás a todos los hombres o mujeres (según sea el caso) con sólo frotarte un poquito de tan milagrosa pócima. Hablemos de ésta última.

El nombre comercial no importa, sino el término. Aparece a cuadro un tipo al que identifican como psicólogo, el cual promociona la loción milagrosa sobre las feromonas. No sabemos si creerle, ya que nos hemos vuelto (al menos en el caso de estos autores) escépticos ante la televisión y sus intentos de convencimiento. No obstante, compartiremos algunos puntos aparecidos en la revista New Scientist sobre las feromonas, obtenidos a través de experimentos.

Si están pensando en mejorar su vida social, quizá deberían prestar más atención a su olor. Nos gastamos una fortuna tratando de eliminar el olor corporal, pero, ¿no estaremos cometiendo un grave error? Desde los laboratorios de investigación nos llega la noticia de que una determinada clase de olores corporales puede desencadenar una atracción física mucho más intensa que cualquiera de los mejores perfumes del mercado.

Al parecer contamos con un par de detectores químicos en el interior de nuestra nariz: al igual que tenemos un órgano que responde a los olores comunes, existe otro que responde precisamente a esos depósitos que se forman en la piel y que cada día tratamos de eliminar. Estamos hablando –entre otras cosas– de las feromonas, químicos que empujan a la mayoría de los animales a un frenesí sexual.
Hace un tiempo, el saber científico tradicional afirmaba que los humanos no respondíamos a esos mecanismos de estímulo-respuesta tan básicos. Muchos expertos decían que el órgano necesario para recibir esas feromonas, llamado vomeronasal, se encontraba atrofiado y no respondía a los mensajes químicos. Pero esto ha cambiado debido a que un grupo de investigadores ha demostrado que el órgano vomeronasal está activo en los humanos, aumentando la posibilidad de que respondamos a los mensajeros químicos.

En 1976, los investigadores del Instituto de Cancer Kettering Sloan de Nueva York observaron que los ratones preferían aparearse con hembras que tuvieran un conjunto de proteínas en el sistema inmunológico, el llamado complejo de histocompatibilidad (MHC). Estas proteínas están presentes prácticamente en todas las células, caracterizan al individuo, reconocen los transplantes o microorganismos invasores como extraños y movilizan las defensas inmunológicas contra ellos. Los ratones machos fueron capaces de oler el mhc en las hembras y elegir su pareja en consecuencia.

Parece que los humanos no somos la excepción. Claus Wedekind y sus colegas de la Universidad de Bern pidieron a estudiantes femeninas de la universidad que oliesen camisetas sin lavar de hombres desconocidos y que las clasificaran a partir de lo placentero que les resultaran los olores, según datos publicados en New Scientist el 6 de Mayo de 1995. Un sistema serológico reveló el genotipo mhc de todos los participantes.

El estudio fue llevado bajo un escrupuloso control para que nada pudiese falsear los resultados. Las estadísticas mostraron que las mujeres encontraban más agradable el olor de hombres con MHCS diferentes al suyo.
Lo más fascinante es que si las mujeres estaban tomando la píldora anticonceptiva preferían el olor de su mismo mhc. Esto demostró que las hormonas pueden influir en la elección de la pareja. ¿Es por eso que cuando una mujer deja de tomar la píldora o queda embarazada se producen perturbaciones en la relación de pareja?
Pero resulta que los hombres también experimentan sensaciones y cambios por los olores y las feromonas. Se había creído siempre que los hombres no eran capaces de determinar cuándo las mujeres están ovulando. Sin embargo, nuevas investigaciones desde Austria sugieren que aunque no sean conscientes de que una mujer está ovulando, responden psicológicamente con un incremento de testosterona.

Astrid Jutte, investigadora del Instituto Ludwiwigg Boltzmann de Etologia Urbana en Viena, realizó estudios en 106 hombres, divididos en cuatro grupos. A tres de los grupos se les pidió que inhalaran uno de los tres ácidos grasos llamados copulins, que normalmente se encuentran en las secreciones vaginales durante diferentes momentos del ciclo menstrual. Una de las copulins pertenecía a la ovulación, otra a la menstruación y la tercera a otro punto en el ciclo. El cuarto grupo inhaló vapor de agua.

Jutte encontró que los niveles de testosterona en la saliva de los hombres expuestos al olor de la ovulación se incrementaron al doble, mientras que quienes olieron el vapor de agua redujeron a la mitad sus niveles. Los niveles en los otros dos grupos aumentaron ligeramente, según la investigadora.

Estudios anteriores mostraron que los monos responden a los olores de ovulación, pero en el caso de las mujeres este olor está escondido al hombre. Una de las teorías sugiere que esta ovulación oculta permite a la mujer engañar a su pareja si éste se revela como no apto genéticamente.

Sin embrago, Jutte afirma que la idea de que la ovulación está realmente escondida nunca ha sido probada adecuadamente, ya que los resultados sugieren una clase especial de ovulación oculta.

La investigadora señala que muchos mamíferos cuentan con un órgano diseñado específicamente para recibir estas señales y alterar su comportamiento o psicología. Estudios anteriores indican que los humanos también cuentan con este órgano, que sería el vomeronasal. Aunque Jutte demostró que los hombres responden psicológicamente a las mujeres que se encuentran ovulando, no probó si la ovulación afectaba también el nivel de atracción de las mujeres por los hombres.

Por otra parte, el doctor Berliner, de la Universidad de Utah, se interesó en el tema cuando notó hace años que unas sustancias extraídas de la piel cambiaron el estado de ánimo de todo el laboratorio: dejaron sus tubos de ensayo y comenzaron a jugar cartas. Junto con el doctor David Moran, de la Universidad de Pensilvania, y el doctor Bruce Jafek, de la Universidad de Colorado, Berliner examinó a los participantes en el experimento y todos tenían órgano vomeronasal. El equipo se dedicó a trabajar sobre este órgano y encontró que responde a químicos muy diferentes de los que afectan nuestro sentido del olfato.

Berliner ha invertido más de 12 millones de dólares en investigación y en explotar su descubrimiento. Su compañía comercializa actualmente perfumes para ambos sexos que contienen feromonas.

El equipo de Berliner no ha sido capaz de mostrar que los nervios del órgano vomeronasal van directamente al cerebro, pues, aunque se sabe mucho de este órgano en las ratas, estudiarlo en el humano es difícil, ya que no muchas personas están dispuestas a que les apliquen tintes que sigan las células nerviosas hasta el cerebro y luego les corten la cabeza para seccionarla y ver a dónde han ido los tintes.

Así que después de presentarles estos distintos puntos de vista científicos, podrían pensar de nuevo en el cuerpo con el que se encontraron aquella noche de frente caminando, y entender porqué no lo pueden olvidar. Más aún, por qué desde ese momento no perdemos la oportunidad de pasar frente al parque todas las noches, imaginando lo que podría suceder.