Año 3 • No. 95 • marzo 17 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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¿Arqueología subacuática?
Ana Katalina Celis Hernández (Facultad de Antropología)
Primera parte
Efectivamente, existe. Y nuestro país la realiza desde 1982, cuando se conformó la Subdirección de Arqueología Subacuática dentro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a cargo de Pilar Luna Erreguerena, pionera en este tipo de investigaciones en México.

Desde sus orígenes científicos durante los años 60 (ya que anteriormente se habían
hecho trabajos pero sin una metodología), la arqueología subacuática se perfiló como un campo interdisciplinario de investigación, debido a la cantidad de datos que se requieren para elaborar un proyecto bien sustentado, y por la naturaleza del medio en que se trabaja, lo cual hizo necesario contar con un conocimiento profundo sobre la fisiología humana y la capacidad de adaptación a los cambios de presión, entre otros factores.

Así, los métodos de trabajo son distintos a los de la arqueología de superficie en cuanto a que deben adecuarse al entorno acuático, aunque los fines de la búsqueda continúan siendo el estudio del hombre a través de las evidencias producto de su actividad, como el punto de partida de una investigación
más amplia.

Actualmente, la Subdirección del INAH sigue fomentando el trabajo conjunto de varias disciplinas, con el fin de lograr un trasfondo más completo para cada proyecto.

Para el Proyecto de la Flota de la Nueva España 1630-1631, por ejemplo, que se realiza en el Puerto de Veracruz y por tratarse de un ambiente marino (ya hablaremos de otro tipo de ambientes), se requirió de las aportaciones que pudieran hacer oceanógrafos, biólogos, geógrafos, historiadores y personal de la Marina de México, con lo cual se conformó una base de datos que permite no sólo conocer el tipo de condiciones meteorológicas que pudieron actuar en el naufragio de tal o cual embarcación, sino también hacer hipótesis sobre el rumbo tomado de acuerdo con las cartas de navegación que se conservan hoy en día en los archivos, y sobre las cuales el historiador conoce los pormenores.
En cuanto a la biología, lo que se pretende al trabajar con ella es preservar al máximo las condiciones de vida marina que existan en el área de investigación y que en un momento dado pudieran hacer más difícil el trabajo.
Lo que se ha hecho con la experiencia es trasplantar la flora a otro sitio bajo los procedimientos que dicten los especialistas. En relación a la fauna marina, el riesgo corre por cuenta del arqueólogo, ya que en ese aspecto no hay nada qué hacer.

Finalmente, y con una importancia relevante, también se trabaja en conjunto con personal capacitado en la conservación, pues los materiales que han permanecido
en un medio acuoso, con el tiempo sufren cambios en su composición físico-química que los preservan aún estando en dicho medio, de tal manera que si son retirados bruscamente de él, sólo se necesitan unas cuantas horas o días para que la evidencia se degrade o, en el peor de los casos, se desintegre y no quede rastro de ella. Por lo anterior, el proceso de estabilización de los materiales y su posterior conservación es de una importancia enorme cuando se trabaja en la arqueología subacuática.

Estos son algunos de los pormenores del trabajo arqueológico bajo el agua, y en el caso de México se puede decir que han sido la experiencia de las investigaciones hasta hoy realizadas y la ventaja de contar con medios tan diversos como lagos, lagunas, cenotes, ríos y una gran extensión de mar, lo que está permitiendo desarrollar a paso acelerado los alcances en este campo, otorgándosele así el nombre de arqueología subacuática y no marítima o naval como en otros países.