Muchos
de nosotros tenemos algún tipo de mascota en casa: perros,
gatos, sapos, ranas, ratones, ratas; incluso, los menos conocedores
de la responsabilidad que representa tener un animal en el hogar,
optan por una boa, macaco o un reptil.
Una mañana cualquiera despertamos y nos encontramos con que
el perro mordió las chanclas o destendió la ropa, el
gato se tragó algunos ratones, lagartijas y mariposas, y de
inmediato (oh, grandes seres humanos racionales) lo reprendemos por
sus acciones. Ni qué decir cuando nuestro cachorrito mordió
a alguien o acertó una buena herida producto de sus garras
a un invitado.
Desafortunadamente
nosotros, los racionales, subestimamos a los animales, a esos fieles
personajes a quienes incluso llamamos amigos. En la mayoría
de las ocasiones ni siquiera tomamos en cuenta a nuestras mascotas
para elegir y actuar, en pocas palabras las consideramos tontas.
Sin embargo, les voy a contar algo que en lo personal me hizo reflexionar.
La raíz de los desórdenes en el comportamiento de
las mascotas puede estar en nosotros mismos y una buena forma de
evitar problemas es educarnos para tomar las decisiones que más
beneficien a nuestros animales.
Adquirir una mascota es asumir una responsabilidad, por eso, a la
hora de recibirla en casa es bueno hacerse algunas preguntas: ¿Qué
mascota quiero: un perro o un gato?, ¿prefiero un cachorro
o un animal adulto?, ¿cuánto tiempo podré dedicarle
y cuánta energía tengo?, ¿cómo es mi
casa?
Si ustedes son personas mayores o muy ocupadas y viven en un departamento,
tal vez no les convenga tener un perro pastor, que requiere de grandes
espacios y necesita hacer mucho ejercicio.
Expertos de la Universidad Texas A&M, en Estados Unidos, donde
se ha clonado una gran cantidad de animales, señalan que
desde pequeña, la mascota debe entender que uno es el líder.
Deben crear sus reglas y enseñarle a distinguir entre lo
bueno y lo malo; mostrarle cuál es su territorio y cuáles
las partes de la casa que le están prohibidas; enséñarle
el lugar indicado para hacer sus necesidades, ya sea dentro de la
casa o en el jardín.
Los científicos hacen hincapié en que nuestra mascota
se debe acostumbrar a estar con gente para evitar que sea agresiva
o miedosa. Es necesario ofrecerle oportunidades para entretenerse
y evitar que se aburra, ya que el tedio puede crearle depresión
o volverla destructiva. Así que en ese sentido son muy semejantes
a los seres humanos.
Hay que reprenderlos cuando hagan algo incorrecto y premiarlos cuando
se comporten bien. Samuel Rivera, veterinario del Hospital Bells
Serry, de la ciudad estadounidense de Atlanta, explicó que
90 por ciento del mal comportamiento de una mascota es culpa del
humano que no ha podido fomentar buenos hábitos.
Es muy importante la socialización de los perros entre las
primeras seis y 17 semanas de vida. Es un periodo donde se les debe
fomentar buenos hábitos y exponer a gente diferente, ya que
es la edad ideal para habituarlos, por ejemplo, al lavado de los
dientes y todas las rutinas necesarias. Si durante esa etapa tienen
un trauma o un episodio muy estresante, se les queda grabado y tienden
a ser más tímidos.
No obstante, recordemos que para saber mandar hay que saber hacer.
Me refiero a esta frase popular porque en muchas ocasiones no somos
capaces ni de controlarnos en nuestros hábitos, así
que no pretendamos regular los de una mascota sin antes ser responsables
de nosotros mismos. |