|
|
“El terrorismo me da la
sensación de que nuestras vidas
están regidas por el absurdo”: Margules
Justo para nuestros tiempos
Roberto
Benitez
|
“¡Oh
amor!.. ¡Oh vida!.. ¡No ya vida,
sino amor en la muerte!..”
Romeo y Julieta
Acto IV, escena V |
Después
de una pausa, regreso nuevamente para compartir apreciaciones sobre
el teatro de nuestro medio. Con la fortuna de haber podido atestiguar
un poco del latir teatral, al pasar un tiempecito en el Distrito
Federal procuraré ir comentando en el futuro algunos de los
trabajos que vi. De entre lo más relevante, está Los
justos de Albert Camus dirigido por Ludwik Margules uno de los directores
teatrales más destacados del país.
Con un extraordinario éxito, sala llena desde el estreno
a la fecha, este trabajo escénico se señala como la
puesta obligada, que “no te puedes perder”, y lo dicen
tanto los seguidores del maestro Margules como los que no lo son,
tanto gente de teatro como público en general.
|
|
Intentemos
ver qué pasa cuando suceden este tipo de acontecimientos.
Por principio estamos ante un texto re-significado para estos nuevos
tiempos, es decir no solamente se trata de la adaptación
de una obra dramática sino de una visión precisa de
la concepción escénica de un director, no sólo
oportuno, sino talentoso. Con Los justos de Margules nos enfrentamos
a posturas ideológicas del terrorismo, por lo que ante los
debates existenciales del hombre contemporáneo y la amenaza
de la guerra, no hay espectador que se escape.
Albert Camus escribió esta obra en 1949, basado en un hecho
acaecido en 1905 en Moscú, cuando un grupo de combatientes
del entonces Partido Socialista Revolucionario atentó en
contra del duque Sergio, tío del Zar, lanzándole una
bomba a su coche. Evidentemente el contexto de aquel momento respondía
a circunstancias muy específicas que hoy han cambiado, en
la obra hay un tono romántico y esperanzador de la posibilidad
de alcanzar la libertad, en cambio en la puesta en escena la crudeza
y la desolación prevalecen, sin posibilidad de evasión. |
Los
justos, de Albert Camus.
Versión
libre de Ludwik Margules y traducción
de Leonor Fuentes. Actúan: Arturo Beristáin,
Emma Dib, Claudia Lobo, Luis Rábago, Rodolfo Arias,
Carlos Ortega, Rodrigo Vázquez y Christian Baumgartner.
Escenografía e iluminación: Mónica Raya
y el vestuario a cargo de Beatriz Russek.
Funciones de lunes a miércoles a las 20:30 horas en
el Foro Teatro Contemporáneo, ubicado en Jalapa 121,
Col. Roma. Costo: 120 pesos con descuento del 50 por ciento
con credencial.
|
|
Sin
duda el director está dispuesto a incidir rotundamente en
el espectador mediante un asunto importante, no sólo a nivel
nacional sino humano, con la elección de esta obra. Pero
su rigor no termina allí, yo diría que es sólo
el principio, lo que sigue es el planteamiento de una visión
de la dirección escénica a todas luces cautivadora,
aunque desconcertante. Hay que decir que llegar a estos resultados
no es algo que surja de la noche a la mañana. En su camino
como director, Margules ha buscado entender al teatro de múltiples
maneras, con diferentes resultados, pasando por el éxito
y el fracaso repetidas veces. Lo cierto es que es un director vital,
altamente reflexivo de su quehacer, acucioso en su forma de ver
la vida, polémico en ocasiones, y determinante para el teatro.
Creo suponer que ya en su dirección de Cuarteto de Heiner
Müller buscaba principios similares a los que están
aplicados en esta puesta, aquella vez de igual forma alcanzó
resultados espléndidos con dos grandes actores: Laura Almela
y Álvaro Guerrero, y la misma escenógrafa: Mónica
Raya.
Su búsqueda ha seguido y en Los justos encontramos que su
exigencia actoral no se detiene, es decir destaca el reclutamiento
de ocho actores que además de estar en casting están
dispuestos a todo, bien podrían ser unos kamikazes de la
actuación, de entre ellos en lo personal considero extraordinario
el desempeño de Emma Dib, realmente brillante.
Sin afeites, ni carmines, sin el artificio de escenografías
complicadas, ni efectos especiales, Margules se lanza a creer que
la palabra actuada, es decir en acción, puede tener mayor
poder y fuerza de penetrar en lo profundo del espectador. Confía
encontrar un espectador inteligente y sensible, que no esté
a la caza de anécdotas o esperando ser sorprendido con numeritos
circenses. No sólo eso, elimina casi por completo el denominado
trazo escénico, en el que muchos creen que radica la labor
del director y lo simplifica al mínimo. El vestuario es de
lo más discreto y simple, junto con la escenografía
que son dos paredes de metal, el área de actuación,
en gran parte de la obra, la reduce a un espacio de 80 por 150 cm.
Aproximadamente, donde están los actores. La iluminación
es blanca, de lámparas de neón y el espacio del público
permanece iluminado. Las miradas de los actores están dirigidas
a los espectadores y su contenido emotivo se cierra a una sala para
40 personas, manejada como teatro a la italiana.
Definitivamente un trabajo que posee estas características,
es provocador, digno de ver y comentar. Se podrá estar de
acuerdo o no con él, eso es lo de menos, lo importante es
lo que le propone al teatro de estos tiempos. Finalmente la función
de esta nota es despertar tu curiosidad e interés, si tienes
oportunidad, ve a verla y luego platicamos. Es altamente recomendable. |
|
|
|
|
|
|
|
|