Año 3 • No. 95 • marzo 17 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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“El terrorismo me da la sensación de que nuestras vidas
están regidas por el absurdo”: Margules

Justo para nuestros tiempos
Roberto Benitez

“¡Oh amor!.. ¡Oh vida!.. ¡No ya vida,
sino amor en la muerte!..”
Romeo y Julieta
Acto IV, escena V
Después de una pausa, regreso nuevamente para compartir apreciaciones sobre el teatro de nuestro medio. Con la fortuna de haber podido atestiguar un poco del latir teatral, al pasar un tiempecito en el Distrito Federal procuraré ir comentando en el futuro algunos de los trabajos que vi. De entre lo más relevante, está Los justos de Albert Camus dirigido por Ludwik Margules uno de los directores teatrales más destacados del país.
Con un extraordinario éxito, sala llena desde el estreno a la fecha, este trabajo escénico se señala como la puesta obligada, que “no te puedes perder”, y lo dicen tanto los seguidores del maestro Margules como los que no lo son, tanto gente de teatro como público en general.
Intentemos ver qué pasa cuando suceden este tipo de acontecimientos. Por principio estamos ante un texto re-significado para estos nuevos tiempos, es decir no solamente se trata de la adaptación de una obra dramática sino de una visión precisa de la concepción escénica de un director, no sólo oportuno, sino talentoso. Con Los justos de Margules nos enfrentamos a posturas ideológicas del terrorismo, por lo que ante los debates existenciales del hombre contemporáneo y la amenaza de la guerra, no hay espectador que se escape.

Albert Camus escribió esta obra en 1949, basado en un hecho acaecido en 1905 en Moscú, cuando un grupo de combatientes del entonces Partido Socialista Revolucionario atentó en contra del duque Sergio, tío del Zar, lanzándole una bomba a su coche. Evidentemente el contexto de aquel momento respondía a circunstancias muy específicas que hoy han cambiado, en la obra hay un tono romántico y esperanzador de la posibilidad de alcanzar la libertad, en cambio en la puesta en escena la crudeza y la desolación prevalecen, sin posibilidad de evasión.
Los justos, de Albert Camus.

Versión libre de Ludwik Margules y traducción
de Leonor Fuentes. Actúan: Arturo Beristáin,
Emma Dib, Claudia Lobo, Luis Rábago, Rodolfo Arias, Carlos Ortega, Rodrigo Vázquez y Christian Baumgartner. Escenografía e iluminación: Mónica Raya y el vestuario a cargo de Beatriz Russek.
Funciones de lunes a miércoles a las 20:30 horas en el Foro Teatro Contemporáneo, ubicado en Jalapa 121, Col. Roma. Costo: 120 pesos con descuento del 50 por ciento con credencial.

Sin duda el director está dispuesto a incidir rotundamente en el espectador mediante un asunto importante, no sólo a nivel nacional sino humano, con la elección de esta obra. Pero su rigor no termina allí, yo diría que es sólo el principio, lo que sigue es el planteamiento de una visión de la dirección escénica a todas luces cautivadora, aunque desconcertante. Hay que decir que llegar a estos resultados no es algo que surja de la noche a la mañana. En su camino como director, Margules ha buscado entender al teatro de múltiples maneras, con diferentes resultados, pasando por el éxito y el fracaso repetidas veces. Lo cierto es que es un director vital, altamente reflexivo de su quehacer, acucioso en su forma de ver la vida, polémico en ocasiones, y determinante para el teatro. Creo suponer que ya en su dirección de Cuarteto de Heiner Müller buscaba principios similares a los que están aplicados en esta puesta, aquella vez de igual forma alcanzó resultados espléndidos con dos grandes actores: Laura Almela y Álvaro Guerrero, y la misma escenógrafa: Mónica Raya.

Su búsqueda ha seguido y en Los justos encontramos que su exigencia actoral no se detiene, es decir destaca el reclutamiento de ocho actores que además de estar en casting están dispuestos a todo, bien podrían ser unos kamikazes de la actuación, de entre ellos en lo personal considero extraordinario el desempeño de Emma Dib, realmente brillante.

Sin afeites, ni carmines, sin el artificio de escenografías complicadas, ni efectos especiales, Margules se lanza a creer que la palabra actuada, es decir en acción, puede tener mayor poder y fuerza de penetrar en lo profundo del espectador. Confía encontrar un espectador inteligente y sensible, que no esté a la caza de anécdotas o esperando ser sorprendido con numeritos circenses. No sólo eso, elimina casi por completo el denominado trazo escénico, en el que muchos creen que radica la labor del director y lo simplifica al mínimo. El vestuario es de lo más discreto y simple, junto con la escenografía que son dos paredes de metal, el área de actuación, en gran parte de la obra, la reduce a un espacio de 80 por 150 cm.

Aproximadamente, donde están los actores. La iluminación es blanca, de lámparas de neón y el espacio del público permanece iluminado. Las miradas de los actores están dirigidas a los espectadores y su contenido emotivo se cierra a una sala para 40 personas, manejada como teatro a la italiana.

Definitivamente un trabajo que posee estas características, es provocador, digno de ver y comentar. Se podrá estar de acuerdo o no con él, eso es lo de menos, lo importante es lo que le propone al teatro de estos tiempos. Finalmente la función de esta nota es despertar tu curiosidad e interés, si tienes oportunidad, ve a verla y luego platicamos. Es altamente recomendable.