declaración
evidencia, sin lugar a dudas, la importancia que esa aportación
significa para la economía estatal y nacional. Pero no será
ese renglón el que determine nuestro interés, por
supuesto se podría concluir en términos marxistas.
Afortunadamente se han superado los análisis simplistas en
nuestra casa de estudios. Entonces, ¿cuál es nuestro
interés por la comunidad chicana? Que esta comunidad nos
puede aportar claves sustanciales para la comprensión del
fenómeno de la formación de la identidad nacional.
Al parecer estos conceptos rayan en la complejidad que puede tener
un discurso sociológico y sin embargo, parafraseando a José
Antonio Mc Gregor en su brillante participación en el diplomado
de Gestión Cultural, convocado por la UV y el Ivec,
“La identidad no se construye por medio de discursos, sino
en la práctica cotidiana; se activa a través de cómo
me construyo”. Y de ahí proviene nuestro interés.
¿Cómo se construyó el sentido de identidad
chicano? Se construyó a lo largo de los años compartiendo
con nosotros, los mexicanos, los símbolos y signos que habitan
y confluyen en nuestra historia, ceremonias, fiestas, comidas, vestimentas,
es decir, nuestras tradiciones.
Es indudable que el teatro ha sido a lo largo de los siglos uno
de los instrumentos más efectivos en la creación del
sentido de identidad, y podemos afirmar que el teatro chicano ha
demostrado su eficacia. Y una vez más, ¿de dónde
surge tal afirmación? Los días 21 y 22 de febrero,
gracias a las acciones y convenios llevados a cabo por la Fundación
UV y la Coordinación Institucional de Procuración
de Fondos UV con la Universidad de California, recibimos la visita
de Carlos Mortón, investigador del Centro de Estudios Chicanos
de la UCSB, quien es además uno de los más importantes
dramaturgos chicanos, no sólo por el número de obras
publicadas y montadas, sino por la relevante importancia estética
y política de su trabajo.
Morton brindó una conferencia magistral sobre la dramaturgia
chicana, en la Facultad de Teatro, y presenció una lectura
dramatizada de su obra Rancho Hollywood, llevada a cabo por la Compañía
Titular de Teatro de la Orteuv, dirigida por un servidor. Esta obra
se inserta en lo que podríamos llamar farsa histórica,
ya que sus personajes son, por ejemplo, el último gobernador
mexicano de California, por cierto mulato, su mujer española,
su hija mestiza, un gringo director de cine, un peón mojado,
una india piel roja, un camarógrafo negro, entre otros.
Todos los personajes mutan a otros personajes, por lo que la acción
se sucede en varios siglos mientras que la ubicación social
de los mismos no varía un ápice. Rancho Hollywood
es sólo un ejemplo de la dramaturgia mortoniana de la utilización
de personajes históricos para entender la dinámica
de las transformaciones sociales.
Si bien no es un recurso nuevo, ya que él mismo se declara
influenciado por Shakespeare, Moliere, Brecht, el resultado es sorprendente.
Liga la acción dramática de personajes tan discímbolos
como Medea y la Malinche, Cortez y Jasón. Antepone la Fiesta
de Muertos al Halloween y crea al Johnny Tenorio. Suma en El Jardín
a Dios y Cristóbal Colón. El uso metafórico-teatral
de símbolos y personajes México-chicanos coloca a
Morton a la vanguardia para un nuevo, irrenunciable y actualizado
análisis de su estética.
Estaría fuera de lugar profundizar en esta nota sobre lo
que nos dejó la visita de Morton, pero confiamos en que nuestras
autoridades universitarias continuarán con el flujo de visitas
de importantes artistas y académicos de esa extraordinaria
comunidad chicana, que nos obligan a reformular los conceptos de
diferenciación y alteralidad en nuestra eterna construcción
de identidad. |