Año 3 • No. 96 • mmarzo 24 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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Dice Carlos Montemayor...
Bush impone su poderío militar y económico
Claudia Díaz Rivera
El domingo 16 de marzo, en el mundo aún se hablaba de la posible guerra entre los Estados Unidos e Irak, se teorizaba, se especulaba…y, no obstante su cercanía, la mayor parte de la gente que habita el planeta tenía esperanzas de que no sucediera. De hecho, millones de personas se pronunciaron durante semanas atrás en contra del conflicto bélico echando mano de distintos medios: la escritura, las manifestaciones civiles, los discursos, el arte.

Sin embargo, tres días después, las suposiciones y los deseos de paz se disolvieron entre los sonidos de las sirenas que ulularon en Bagdad cerca de las 5:30 horas del 19 de marzo y entre los misiles Tomahawk que militares estadounidenses lanzaron contra objetivos específicos de esa ciudad. La guerra comenzó, a pesar de los esfuerzos de la Organización de la Naciones Unidas, de la negativa de distintos gobiernos, de las expresiones de cientos de miles de manifestantes e, incluso, a pesar de la desesperación del pueblo iraquí.

En efecto, el domingo 16 de marzo –fecha en la que obtuvimos la opinión del ensayista y narrador mexicano Carlos Montemayor acerca de este conflicto–, la invasión al país gobernado por Sadam Hussein era todavía una sospecha, más bien una sospecha a medias, que hoy ya es una realidad, porque así lo decidieron unos cuantos desde antes de los atentados en Nueva York.

Atacar Irak, señaló Montemayor, forma parte de un plan que fue concebido antes del 11 de septiembre, mismo que no está vinculado con los propósitos que George W. Bush dice tener para mejorar las condiciones de vida de los iraquíes, sino con la intención de modificar los equilibrios económicos y políticos en todas las zonas del centro asiático y del oriente medio. “Tendríamos que decir que no solamente esta invasión a Irak está motivada por el petróleo iraquí, sino también por el de Irán, el de Afganistán y el de las ex repúblicas soviéticas cercanas al Mar Caspio y colindantes con Afganistán, las cuales representan una riqueza inmensa en gas natural y en petróleo”

Por otra parte, la necesidad de imponer claramente a todo el mudo su poderío militar y económico orilla al gobierno estadounidense a desatar la guerra, a pesar de la negativa de numerosos gobiernos y de millones de personas. “La administración de (George W.) Bush no había previsto que se generara tanta oposición en Estados Unidos, no en el ámbito civil, sino en el seno de organizaciones sindicales y de concejalías de ciudades tan importantes como Nueva York. A esto hay que agregar el desconcierto de esa cúpula de poder de no contar con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU”, afirmó el también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Sobre el apoyo que España e Inglaterra están brindando a Estados Unidos, Montemayor aclaró que son los gobiernos de Blair y de Aznar, mas no la ciudadanía, los que están ofreciendo la ayuda (inclusive, parte del gabinete del primer ministro británico está en desacuerdo). Sus razones, a ciencia cierta nadie las conoce, quizá estén motivados por el miedo, la simpatía o por intereses económicos, políticos y militares: “y en esa gama de intereses puede caber desde la corrupción hasta la confraternidad”. En este círculo, se suma también la participación tanto de los grandes consorcios informativos de los Estados Unidos, como de las grandes trasnacionales estadounidenses que representan la parte directamente interesada en la expansión militar y económica de Estados Unidos.

Del lado contrario se encuentra por su puesto la mayoría de los ciudadanos del mundo que se han manifestado en contra de la invasión a Irak, pero también los gobiernos de países como Francia, Rusia, China y Alemania, con cuya labor –expresó Montemayor- están fortaleciendo la multilateralidad, están consolidando los espacios de equilibrio internacional y preservando la vida útil de la ONU.

No obstante, hoy 19 de marzo, la guerra ya comenzó, lo cual implica un golpe devastador no sólo para la humanidad, sino también para la ONU, que, ante la decisión unilateral estadounidense de atacar el país gobernado por Hussein, podría desintegrarse y con ello establecerse un mundo de barbarie. “El internacionalismo estaría en riesgo. La justicia internacional estaría pisoteada. No habría ninguna seguridad ni legalidad internacional”, opinó Carlos Montemayor tres días antes de que George Bush diera la orden para iniciar la guerra.