David Sandoval Rodríguez
A través de la confianza, la cooperación y la comunidad, sustentos de la economía social, se pueden evitar los efectos devastadores del capitalismo salvaje, coincidieron los ponentes del Foro Académico «Diálogos por la paz» en el marco de la XXIII Feria Internacional del Libro Universitario (FILU).
El 26 de abril se llevó a cabo la Mesa 4 «Economía, sociedad y vida digna», en la que miembros de la Universidad Veracruzana y representantes de organizaciones civiles plantearon la importancia de orientar los esfuerzos hacia la economía social.
Darío Fabián Hernández González, director del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), planteó que la economía social se mira como una alternativa a la economía de mercado, surge de la necesidad de no tener un control sobre la producción, la distribución y el consumo.
Óscar Espino Vásquez, académico de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) sede Totonacapan y activista social, refirió la historia de la creación del túmin como una respuesta a las necesidades de la región, que incluso recibió una demanda por el Banco de México (Banxico) por querer «competir» con el peso.
El origen de este recurso se basa en una concepción prehispánica, un «sueño antiguo» del bien vivir, bien estar, bien convivir y bien ser; no obstante, enfrentamos una depreciación de la vida y de la naturaleza, representadas por el sistema que sustenta a la economía de mercado, explicó.
A continuación, Eduardo Romero Tejeda, integrante de la organización Kolping-México, A.C., relató que ésta surgió en Xalapa hace 35 años y actualmente tiene grupos en 14 estados; su objetivo es «una lucha activa y frontal contra la pobreza a través del desarrollo de las estructuras sociales, construyendo un puente de solidaridad denominado ayuda para la autoayuda».
Mediante la formación y la capacitación en zonas marginales se fortalece el tejido social comunitario con la intención de enfrentar la injusticia social.
«Los procesos se generan desde una construcción participativa, desde los compas y para los compas, una colectividad desde abajo; retomamos el mandar obedeciendo y con la intencionalidad de que cada persona sea gestora de su propio desarrollo», abundó Romero Tejeda.
Por su parte, Edgar Monreal Molina, estudiante del Doctorado en Filosofía y quien actualmente realiza una estancia en la Universidad de Arizona, Estados Unidos, reflexionó acerca de las implicaciones que tiene el uso de conceptos como la pobreza, la desigualdad social y cómo los intereses políticos y económicos se benefician con su discurso.
Para evidenciar la manera en que los conceptos podían marcar una diferencia, relató una experiencia durante su posgrado: «Un profesor de mi maestría decía que la diferencia entre la pobreza y la pobreza extrema era tan delgada como una hoja de lechuga, y quería decir además que, si se registraba que una persona había comido lechuga, en algunos casos salía de la pobreza extrema por ese simple hecho».