“Hay una clara diferencia entre la función medicinal y la de curación”: investigadora del INAH
Karina de la Paz Reyes Díaz
La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Unidad Xalapa, Elizabeth Peralta González, disertó sobre “Percepciones totonacas de las plantas usadas en rituales del ciclo de vida en Coahuitlán, Veracruz” y remarcó que para ellos hay una clara diferencia entre la función medicinal y la de curación.
Esta conferencia se desarrolló el 13 de junio en el marco del Seminario Permanente de Historia y Antropología de las Religiones, que desarrolla el Cuerpo Académico (CA) Consolidado Historia y Cultura del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales en red con el INAH-Xalapa y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Unidad Golfo.
En las instalaciones del INAH-Xalapa, la especialista comentó que en Coahuitlán es la curandera-partera o el curandero quien indica si se trata de un malestar que requiere medicina o un ritual y lo ilustró con el caso de una menor de la comunidad que presentaba dolor de cabeza y cansancio, sintomatologías que no lograron erradicarse pese a la atención clínica que sus padres le procuraron.
La partera-curandera, quien también era abuela de la menor, determinó que ésta se sentía así porque estaba cargando la casa familiar. Y es que una de las costumbres es enterrar la placenta del recién nacido en determinado lugar de la vivienda, y en ese caso el papá había colocado justo ahí un polín que servía de apoyo para el techo.
Tal suceso requirió un ritual cuya intención fue enmendar la falta a un espacio sagrado, y de acuerdo con la creencia, de no haberlo realizado la pequeña hubiera fallecido.
La investigadora del INAH aclaró que aunque los rituales vinculados al ciclo de vida pueden celebrarse en atención a una prescripción de un especialista ritual, por haber transgredido una norma, no necesariamente éstos se realizan por dicho motivo, sino que hay personas que lo hacen como parte de sus deberes, para mantener reciprocidad, benevolencia, intercambio y agradecimiento con las entidades no humanas.
“Sí hay una diferencia entre lo que es medicinal y lo de curación. Ellos dicen que en el caso de la curación, más que nada restablecen la energía vital de la persona, la fuerza. Eso también se vincula con la fuerza que contiene la naturaleza. Por eso las piedras tienen fuerza, porque son las antiguas humanidades.
”Eso tiene que ver con el mito de creación, porque dicen que antiguamente no había sol y cuando éste salió muchos se metieron a las cuevas y se petrificaron. Ésas son las piedras, las pirámides, los templos antiguos y para ellos ‘esos son los de antes y a esos tenemos que honrarles, pedirles permiso’.”
Por eso la eficacia de las plantas en los usos rituales del ciclo de vida radica en las atribuciones que los totonacos le otorgan y se obtienen por el lugar donde fueron obtenidas (barrancas, monte, zonas cercanas al río), por las características de la planta (abundancia de agua, resistencia a marchitarse, intensidad del aroma) y la influencia que el dueño del lugar o entidad no humana le otorgó.
Peralta González detalló que las plantas que se usan en los rituales asociados al ciclo de vida son consideradas como de curación debido a su finalidad, que en un ritual específico es la de restablecer o generar energía, vitalidad, salud, fuerza en la persona, el grupo doméstico o en un grupo más amplio, al mismo tiempo que sirven de ofrendas a las entidades no humanas.
“Las plantas de curación aunque contribuyen con la regeneración de la salud y la vitalidad, no son consideradas como medicinales, debido a que las personas suponen que su uso no es la ingesta sino que ayuden en la revitalización y procreación de la persona o del grupo, junto con todo el ritual que se lleva a cabo”, insistió.
Es más, precisó que la intención de usar plantas en los rituales es para mantener el equilibrio caliente-frío; otorgar energía o fuerza; otorgar ofrenda a las entidades no humanas y para protegerse de éstas, ya que algunas plantas tienen la cualidad de absorber “los aires”, principalmente las olorosas.
Elizabeth Peralta González planteó entre sus conclusiones que en la compleja cosmovisión totonaca las plantas de uso ritual están inmersas en un contexto en donde lo sobrenatural, social, religioso y simbólico se integran.