Considerado un género arrabalero, Agustín Lara le incorporó el piano, instrumento usado sólo para la “música culta”
Karina de la Paz Reyes
Los boleros Amorcito corazón y Bésame mucho fueron cantados en la sala de videoconferencias de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información de la Universidad Veracruzana, por estudiantes académicos y público en general.
“Ya ven que no es música de viejitos”, expresó Lucina Jiménez López, experta en este género, durante el intermedio entre las piezas. Lo anterior fue parte de la mesa de análisis “El bolero”, en la que también participó el académico y autor del libro Y si vivo cien años… Antología del bolero en México, Rodrigo Bazán Bonfil.
El encuentro, que se realizó el 30 de octubre, fue parte del Coloquio Veracruzano de Otoño “La música veracruzana. Historia, prácticas, retos”.
Lucina Jiménez, quien dirige el Consorcio Internacional Arte y Escuela, Asociación Civil, habló sobre el papel del bolero en la educación sentimental de los mexicanos. Comentó que cuando este género hizo su aparición en el escenario cultural y musical latinoamericano a finales del siglo XIX y principios del XX, causó una revolución, pues por un lado fue muy aceptado y por otro rechazado.
“¿Por qué? Porque el bolero termina por reconocer y hablar de eso que no se quiere hablar: del amor, del deseo, del conflicto que significa el deseo, el amor, el desenamoramiento y el odio, es decir, destapa la caja de los sentires que al final del día están en una olla exprés.”
Pero el bolero pasó de su “época de oro” a una crisis, por la constante serie de críticas entre “los cultos” por este tipo de “música de arrabal” y porque culturalmente la sociedad mexicana hizo una apuesta que no lo contempló.
Esa apuesta “estaba ligada a la industrialización de otro tipo de música y a la banalización del romanticismo a través de la balada y otros géneros más fáciles de masticar”.
En su intervención, Rodrigo Bazán, al hablar del veracruzano Agustín Lara, destacó “el gran logro, el gran regalo del ‘Flaco de Oro’, cuando en 1928 con Imposible estableció lo que a partir de entonces sería la forma consagrada del bolero”.
Detalló que Lara logró dos cosas: incorporar el piano al bolero y así romper la separación social que había instrumentalmente, pues hasta ese momento el piano era el predominante entre la clase social culta, mientras que la guitarra era usada por la mayor parte de la gente.
Por otro lado, Lara armonizó el bolero, alejándolo de la canción tradicional. “Lara rompe con eso y usa un instrumento culto y de clase alta para una música completamente arrabalera, prostibularia; eso es algo que hay que agradecer, más allá de lo que uno pueda o no gozar su obra.”
Relató que en la época de los años treinta se prohibió la música del “Flaco de Oro” en las escuelas primarias y de música del país.
Pero “aún con el disgusto de don Manuel M. Ponce, el bolero siguió adelante y se transformó, por ejemplo en la obra de (Armando) Manzanero y muchas veces, por contacto o contraste, en la de José Alfredo Jiménez”.