Los consejeros alumnos representan la mirada más fresca al interior del Consejo Universitario
Gracias a las páginas Facebook de amigos académicos de la Universidad Veracruzana, conocí, en diciembre pasado, un ensayo de Walter Benjamin: “La vida de los estudiantes”, de su libro Metafísica de la juventud.
Desde hace varios meses mi transferencia a la juventud y a los estudiantes me ha movido a buscar textos sobre estos temas, por lo que la referencia me vino muy bien. Sólo desde una posición transferencial hacia los estudiantes –como estuvo Freud con respecto a la histeria– es posible sostener un lugar de escucha a su discurso y de diálogo respetuoso
y democrático.
Freud sospechó un saber en la histeria, amó ese saber desacreditado por la medicina de su tiempo y dispuso las condiciones para que se produjera, el resultado fue la producción del inconsciente y el psicoanálisis. Evidentemente es de otro orden lo que se juega en una relación con estudiantes, frente a lo que se jugó en la relación Freud-la histeria, traída aquí para ejemplificar un poco esta idea de transferencia a los estudiantes. Hay un saber en los jóvenes, en los estudiantes, que los adultos hemos ido dejando atrás de manera paulatina, lo hemos ido perdiendo, naturalmente. Está en los jóvenes recuperarlo, permitirle su expresión, amarlo –también odiarlo– (algo de lo que entendemos como transferencia) nos corresponde a nosotros como parte de una política de relación con los estudiantes, en este caso de la Universidad Veracruzana, una política, como dijimos antes, de diálogo sobre la base de que conformamos una misma comunidad que tiene como estrategia general, en estos momentos, la defensa de la universidad pública comprometida con una educación gratuita y de calidad.
El tema de la transferencia puede resultar poco familiar para quienes no hayan tenido algún contacto con el campo psicoanalítico, salió a cuento con relación a mi interés por escritos sobre los jóvenes y, particularmente, de los estudiantes. En función de esta preocupación intelectual, la referencia a Benjamin, como mencionaba antes, me resultó oportuna; el título de su ensayo: “La vida de los estudiantes”, me resultó tan atractivo –tanto en la vertiente metafísica a la que remite el contenido del texto, como en una versión más fenoménica– que he decidido tomarlo prestado para nombrar esta serie de artículos que fue propuesta en noviembre pasado y que se sostendrá, sin una regularidad definida, hasta que las condiciones así lo determinen.
Aunque el texto de Benjamin remite a una situación específica que vivieron los estudiantes germanos en 1915, muy distinta de la situación de inicio de siglo XXI de los estudiantes veracruzanos, es perfectamente posible descontextualizar históricamente la frase y aplicarla para titular esta columna que se refiere a lo que nos ocupa, en términos generales, en la Coordinación de Asuntos Estudiantiles: una gran cantidad de cuestiones, sencillas y profundas, relacionadas con la vida de los estudiantes.
Los estudiantes alemanes, en la época del escrito de W. Benjamin, vivieron una particular relación con la universidad y el Estado sustentada, según Benjamin, en una posición acrítica, no creativa, que se aleja de la característica fundamental de la juventud: la voluntad contestataria, es por ello que este autor –en ese entonces estudiante de 23 años– cuestionando duramente la postura de los estudiantes, considera que la manera de salvar esta esencia juvenil es asumiendo una postura científica, no burocrática, ni profesionalista, sino como parte de lo que él comprende como “la vida de los estudiantes”, en sus propias palabras: “decir que la vida estudiantil se adecua a la idea de ciencia no significa, en absoluto, panlogismo o intelectualismo (como en un principio podría uno llegar a temer), sino que representa la legítima fuerza de la crítica…”.
Los estudiantes veracruzanos, en condiciones históricas y geográficas considerablemente distintas, en la última parte de 2014 estuvieron atentos, una buena proporción de ellos y muchos se movilizaron, frente a la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, asunto que conmovió a toda la comunidad de la Universidad Veracruzana. Ésta cerró provisionalmente este tema el año pasado, con el pronunciamiento del Consejo Universitario del día 15 de diciembre. ¿Cómo recibieron los estudiantes esta postura de la máxima autoridad de la Universidad?
En principio hay que decir que los ahí presentes, los consejeros alumnos, estuvieron todos de acuerdo y votaron con entusiasmo a favor de la propuesta de Rectoría; si bien, sorprendentemente, el voto a favor no fue unánime, hubo un solo, insospechado, voto en contra, éste no provino del sector estudiantil del consejo. Más allá de la reacción de los representantes estudiantiles formales, los consejeros, ¿cuál es la recepción de los estudiantes universitarios frente a esta postura del consejo?
La referencia al Consejo Universitario obliga a una reflexión, por el momento breve, sobre la intervención del sector estudiantil en este órgano colegiado de máxima autoridad. Con ella concluiremos.
Ante las intervenciones de los estudiantes durante la sesión, escuché diversos comentarios: “traen a colación cuestiones que no son para el consejo, sólo quitan el tiempo”; “alguien debería orientarlos al respecto y mantenerlos en control para no entorpecer el desenvolvimiento de la reunión”; “hablando ante el consejo, fuera lo que fuera, quisieron vivir sus cinco minutos de fama”; “no los plancharon antes”. La frivolidad de estas aseveraciones invitaría a ni siquiera tomarlas en cuenta, sin embargo su arraigo en algunos sectores universitarios obliga a responder, aunque sólo sea a algunas de ellas.
Para el consejo de diciembre, la gran mayoría de los consejeros alumnos son de reciente elección, ya que la renovación anual de consejeros ocurre entre los meses de septiembre, octubre y noviembre; ciertamente es su primera participación en este relevante órgano; aunque el traer puntos no correspondientes al Consejo Universitario General, no es privativo de los estudiantes, también maestros y directivos suelen presentarlos, ¿porqué no tomar estas intervenciones “erradas” de los jóvenes como parte de su formación política, la que es –¿por qué no?– componente de su formación integral y recibirlas un poco más benévolamente? Si bien, por otro lado, puede ser desdeñable la postura narcisista de “querer lucirse” frente a los otros, esto, además de que resulta poco grave, ¿no le ocurre también a los no jóvenes y no estudiantes? Por último, ante el llamado de ciertas expresiones al control político y social de los estudiantes, en el consejo o en otros momentos de la vida universitaria, no está de más el pronunciamiento enfático contra esta nociva y tradicional práctica universitaria.
Los consejeros alumnos representan una mirada fresca al interior del Consejo Universitario, la más fresca, con toda seguridad, y esto tanto por su juventud, su novatez, como por la brevedad de su paso por este órgano colegiado. Las autoridades universitarias, cuando son recién llegadas, constituyen una de estas miradas nuevas en el consejo, que no se extiende –su frescura– más allá de los primeros dos años; los directores de facultades o institutos pueden, formalmente, permanecer hasta ocho años como miembros del consejo, los consejeros maestros o investigadores; según la normatividad, podrían estar hasta cuatro años; los consejeros estudiantiles, en cambio, pueden estar, a lo sumo, un par de años.
Debiera ser este aspecto uno a tomar en cuenta para sostener una actitud de tolerancia y respeto a las participaciones estudiantiles en el consejo, aspecto que, siendo sin duda importante, ni siquiera se refiere a lo medular en cuanto a la intervención de los consejeros alumnos en el Consejo Universitario General. Los consejeros alumnos deben –y en la gran mayoría de los casos lo son– ser producto de un auténtico proceso democrático de elección estudiantil que los haga aparecer como los verdaderos portavoces de las inquietudes, preocupaciones, demandas de los estudiantes,
como sólidos interlocutores de la comunidad estudiantil frente a los otros componentes de nuestra magna comunidad universitaria: maestros-investigadores y autoridades de los distintos niveles, quienes –consideramos– debemos estar preparados para un diálogo respetuoso y de alto nivel con los estudiantes para beneficio, tanto de nuestra querida Universidad como de la formación integral de los alumnos.
* Coordinador de Asuntos Estudiantiles