Jorge Vázquez Pacheco
Rebeca Olvera, de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México (Uaemex), expuso una relación entre el hacker y el artista, como parte de la mesa “El artista como hacker; irrupciones en el imaginario social”, del Segundo Encuentro Interuniversitario de Estudiantes de Artes UV-Uaemex.
La charla fue el miércoles 4 de mayo en el auditorio de la Galería AP de la Unidad de Artes de la Universidad Veracruzana (UV).
La académica definió la actividad del hacker como quien ejerce una “disciplina”, aunque ello no le despoja de su calidad de delincuente que se vale de las debilidades de una red informática, que rompe sistemas de seguridad y colapsa servidores, infecta redes y penetra hacia zonas restringidas. Los hackers son, así, partidarios de la libre información sin límites.
“Durante el proceso de tejer el sentido del mundo, todo ser humano se encuentra con sensaciones, experiencias y contextos distintos. Una de las tantas funciones del artista es poner en crisis deliberadamente el ya establecido sentido del tejido del mundo, al sacar de contexto su objeto de estudio y hacerlo evidente.”
Después expuso algunas obras propias que apuntan hacia ese sentido de la creatividad artística.
“Ser artista es ser hacker, que emplea las prácticas que tratan de descifrar la red preestablecida, descubre huecos en la misma y genera nuevas conexiones. No se trata de crear nuevas cosas, sino de mirar de forma distinta lo que ya existe”, concluyó.
Por su parte, Valeria Verónica Pérez Zárate, también de la Facultad de Artes en Toluca, indicó que las prácticas de un hacker corresponden al quebrantamiento de códigos, con el interés de conseguir información que guarda estatus de privado o por inconformidad hacia lo establecido, “algo así como una forma de protesta y postura ante lo que generalmente ha sido impuesto y no cumple con las necesidades del sector al que va dirigido”.
Empleó el término alemán zeitgeist, una combinación de palabras que significa “el espíritu del tiempo” y que designa la atmósfera intelectual o artística propia de una determinada época. En el Renacimiento apuntaba hacia el antropocentrismo y el abandono de las concepciones religiosas que fueron propias de la Edad Media.
En la mesa también participó Sarah Alvarado Zarza, de la Universidad de Baja California, disertó acerca de la representatividad femenina en el Museo Robert Brady de Cuernavaca. El inmueble fue convertido en museo por el pintor, diseñador textil y coleccionista norteamericano que arribó a esa ciudad en 1961 y allí permaneció hasta su muerte, en 1986. Aloja una colección “cerrada”, que desde la desaparición de su creador no admite más aportaciones.
Alvarado Zarza propuso una relectura a la colección que no cuenta con archivo, carece de bibliografía y de lineamientos para su manejo, en busca de agentes femeninos. La autora encontró elementos procedentes de la relación de Brady con la coleccionista y mecenas Peggy Guggenheim, y de la cantante de jazz, la afroamericana Josephine Baker.