Lucero Mercedes Cruz Porras
Una de las vertientes artesanales con mayores expresiones culturales en la historia de la humanidad es la cerámica. En México, desde tiempos remotos, esta labor creativa ha manifestado una rica tradición en la que artistas procedentes de distintas latitudes han desarrollado una relación de connivencia con la naturaleza.
Esta suerte de alquimia –en la experimentación y transformación de materiales orgánicos– se ha constituido como un escenario de múltiples corrientes estilísticas que realizan apologías de motivos intrínsecos a la vivencia de su autor: el paso del hombre, la complejidad del ser… la percepción del tiempo.
En este marco de asimilación de la plástica a partir de la variedad de formas en que se presenta, la cerámica ha tenido una especial recepción, al proveer objetos de contemplación y uso. Debido a tal inserción en la cotidianidad, la escuela de ceramistas en el entorno mexicano se ha visto enriquecida por la sensibilidad de creadores que trabajan con elementos tan constreñidos a la esencia de su origen como el barro y la arcilla.
En este ámbito, uno de los nombres con más eco en la esfera nacional e internacional es el de Gustavo Pérez, quien nació en la Ciudad de México en 1950 y desde la década de 1970 incursionó en el lenguaje que cautivaría su vida: la cerámica.
El arte como profesión
Dedicado en todo momento a su obra, tomando algunos instrumentos de precisión en ocasiones y moldeando con sus manos a cada instante, el ceramista nunca hizo pausas.
Al interior de su taller –un espacio amplio, con estantes que resguardan una vasta colección de piezas acabadas y otras en proceso de metamorfosis–, cerca de la ciudad de Xalapa, el maestro compartió con Universo algunas reflexiones –a manera de retrospectiva– sobre su trayectoria artística.
¿Cuál es el estado actual de su producción?
Trabajo en la continuación de mi producción en el taller, al tiempo que concluyo una exposición en el Museo de Antropología de Xalapa, donde he expuesto anteriormente.
¿Ha tenido interacción con los estudiantes de la Facultad de Artes Plásticas?
De manera personal algunos han venido a visitarme y conozco a muchos egresados, pero nunca he tenido una relación formal con la Universidad, yo trabajo de manera independiente. Cuando los jóvenes tienen interés los recibo con gusto en mi taller.
¿Cómo se abre campo un artista plástico en México?
Esta búsqueda de un camino propio es muy personal y cada practicante del arte tiene que utilizar su creatividad para abrirse camino, para desarrollar su trabajo profesionalmente, es parte del esfuerzo creativo: inventarse el espacio en el cual se va a ubicar.
¿Cuáles han sido las experiencias más significativas de su trayectoria?
Tengo muchos años trabajando. A lo largo de 45 años he expuesto en muchas galerías, en muchos museos; en prácticamente todo el mundo: Estados Unidos, Europa, Japón, China, Nueva Zelanda, Australia…
Ha sido un proceso lento, gradual y sobre todo más consolidado en las etapas recientes, es algo así como el efecto de una bola de nieve, también respecto a la difusión y el conocimiento de mi trabajo. Es algo que se va dando a fuerza al estar presente por muchos años.
¿De qué se nutre su arte?
Siempre he hablado justamente en esos términos, como una alimentación de otras disciplinas, de otro tipo de trabajo y de otros tiempos; no es nada más la cerámica, sino con mucha frecuencia la música, la literatura, la pintura. Todo lo que es creación es interesante y puede ser algo que enriquezca la visión de un artista.
¿Cuál es su proceso creativo?
La explicación de un proceso creativo es muy difícil, no se puede atrapar. Es un trabajo que en mi caso se nutre de la práctica de un oficio y con atención a la aparición de posibilidades que se van presentando sobre el trabajo mismo; con una serie de ideas fundamentales como el correr riesgos, el estar atento a las opciones no contempladas previamente y el atreverse a probarlas con los ojos muy abiertos para ver qué resulta.
¿Qué tipo de transformaciones ha tenido su visión artística?
El trabajo ha ido evolucionando, se ha acercado mucho más en los últimos tiempos a un carácter escultórico que se fundamenta –como ha sido desde el principio– en una relación muy estrecha con el trabajo artesanal, el trabajo utilitario; aunque hoy en día lo utilitario no tenga casi ningún lugar en mi producción, es una de las raíces de las que se nutre.
El artista, impulsor del cambio
Acerca del papel del artista en la sociedad contemporánea, Gustavo Pérez –miembro de la Academia Internacional de Cerámica desde 1994 y acreedor del Premio Nacional de la Cerámica 2010– concluyó la conversación con las siguientes líneas:
“En el México actual, como en todo tiempo y en todo lugar, el que hacer del artista es fundamentalmente el trabajo creativo, ese oficio con el cual está comprometido.
”Además de ser un pintor, un ceramista o un músico, un artista es un ciudadano; en ese sentido, como todo ciudadano, tiene que sentirse comprometido con la realidad del país, con las cuestiones que deberían ser atendidas y que podrían ser modificadas a partir de un empuje o una presión que busque una verdadera democracia… ése es el compromiso.”