En el marco de “Música y Literatura”
Jorge Vázquez Pacheco
Guillermo Cuevas, profesor del Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana (Jazzuv), analizó la relación entre la baronesa Nadezhda von Meck y el compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski, que Henri Troyat (1911-2007) describe en su libro La baronesa y el músico.
Su participación fue en el marco del programa “Música y Literatura”, que se llevó a cabo en la Sala “Carlos Fuentes Lemus” de la Unidad de Servicios Bibliográficos y de Información (USBI), la cual registró una gran asistencia.
El literato de origen ruso, que vivió casi la totalidad de su existencia en París, en su texto devela detalles que permanecían al margen del conocimiento generalizado en torno del vínculo que unió a la rica heredera de la fortuna del empresario de origen alemán y al músico.
Cuevas dejó en claro que la dama y Chaikovski iniciaron intercambio epistolar casi inmediatamente después de que el músico renunciara a su matrimonio, en una amistad que partió de la admiración casi incondicional de Nadezhda hacia la obra musical de Chaikovski y que se afianzó con la dedicatoria de la Cuarta sinfonía en fa menor.
Troyat describe que la dama quedó profundamente impresionada por una obra que provocaba sensaciones y reacciones emotivas totalmente desconocidas en ella.
Al recibir la reducción para piano de la partitura orquestal, Nadezhda pasaba noches sin dormir y se entregaba a la interpretación de la obra al teclado, en una suerte de fijación obsesiva que le sorbió totalmente la atención para depositarla en el músico.
También habló de los celos iniciales de Nadezhda hacia la ex esposa del compositor; las misivas en que ella declaró abiertamente no sólo su admiración, sino también su apasionado enamoramiento; los costosos regalos, y su disgusto por la inclinación de Chaikovski hacia la composición de óperas, una manifestación que ella detestaba.
En 1881 sucedieron acontecimientos trágicos, varios de ellos afectaron sensiblemente a Chaikovski: en enero murió Fiodor Dostoyevski, el 3 de marzo fue asesinado el zar Alejandro II, el 23 de ese mes falleció su maestro Nikolai Rubinstein y el 28 murió Modest Musorgski.
Casi al mismo tiempo, la baronesa anunció que había vendido parte de sus bienes y que se encontraba en quiebra financiera, aunque ello coincidió con las severas sospechas en torno de la preferencia de Chaikovski por hombres jóvenes.
La desconfianza se recrudeció hacia 1885, cuando el compositor comenzó a ser reconocido, la familia imperial asistía a los conciertos en que se tocaban sus obras, así como a la inauguración del Carnegie Hall de Nueva York, la Universidad de Cambridge le otorgó el Doctorado Honoris Causa y, para colmo, “se empecinó en los artificios convencionales del espectáculo”, a lo que Chaikovski respondió que era “una forma de arte poco sincera, pero sólo la ópera ofrece la posibilidad de entrar en contacto con las masas”.
Los celos atormentaban a la dama, aunque le hacía entrega de nuevas remesas financieras y se sentía satisfecha cuando en 1888 el músico le anunció la terminación de la Quinta sinfonía en mi menor, así como la obertura-fantasía sobre Hamlet de Shakespeare.
En septiembre de 1890 Nadezhda anunció que le cortaría la aportación monetaria que le asignaba desde casi 15 años atrás, lo que marcó el inicio de la ruptura, acelerada por el estreno –en diciembre del mismo año– de la ópera La dama de picas, en cuya trama la baronesa encontró una serie de insultantes similitudes con ella.
Pero la muerte del músico, en noviembre de 1893, se estableció como un golpe emocionalmente demoledor para la viuda. Los rumores apuntaban a que en una comida bebió un vaso de agua sin hervir, en los días en que una epidemia de cólera azotaba San Petersburgo.
Otros aseguran que se suicidó como salida a un inminente escándalo por su conducta. Nadezhda se sintió desamparada, demolida espiritualmente, atacada por remordimientos y falleció víctima de la tuberculosis apenas dos meses después, en enero de 1894, en Niza, Francia.