Jorge Vázquez Pacheco
Han transcurrido dos décadas desde la primera presentación en Xalapa de Horacio Franco y Víctor Flores, en una de las primeras ediciones del Festival Junio Musical y con el espectáculo Del medievo al danzón en el Teatro del Estado.
Aquella combinación de timbres y efectos aparentemente contradictoria –flauta dulce y contrabajo– parecía condenada a la pronta desaparición, pero ambos artistas han dado muchas vueltas al mundo presentando un listado de obras que va desde Bach y Telemann hasta Amador Pérez “Dimas” y los Beatles, entre muchos otros, lejos de los prejuicios de la “sociedad de castas” en México.
“Siempre he pensado que aquí priva una sociedad de castas que funciona en detrimento para disfrutar cualquier clase de manifestación sonora bien concebida y que tenga una poderosa razón de ser”, indicó el flautista.
Muchas cosas han sucedido desde la primera incursión; Franco estuvo de regreso en la capital veracruzana y, tras el ensayo previo a su presentación en Tlaqná, el jueves 8 de junio, se sorprendió de visitar y tocar en “la mejor sala de conciertos de México”, según su expresión, lo cual manifiesta con marcado entusiasmo. “Amo el entorno místico y cultural de Xalapa, el arte que se hace aquí, a la Universidad Veracruzana”.
Al comentar en torno de la permanencia de tan disímbola combinación de instrumentos, el artista mencionó que se trata de un “plan con maña” en el que la gente que no conoce a Bach lo hará a través de la música de danzón o de los Beatles. “La música honesta, bien cimentada y ejecutada, es buena por naturaleza y lo que más nos gusta en el mundo es hacer buena música. Tengo el privilegio de tocar al lado de un contrabajista formidable, el gran talento nacional del instrumento en muchas décadas, cuyo virtuosismo se presta admiráblemente para la interpretación de cualquier partitura. Víctor Flores es todo un virtuoso”.
Con esta suerte de “patitos feos” –por decirle así a la flauta dulce y al contrabajo– han llamado la atención en lugares tan lejanos como Sudáfrica, Japón y China, con experiencias del todo interesantes y borrando la idea de que el músico mexicano sólo interpretará el Huapango de Moncayo.
En otro momento, Franco apuntó hacia el problema de la sobreproducción de ejecutantes en facultades y conservatorios de música. No hay campo laboral para todos, y si van a continuar produciéndolos, es menester comenzar por ampliar el horizonte profesional creando fuentes de trabajo. “Mejor produzcan cornistas, oboístas, fagotistas; los ejecutantes de flauta, violín, guitarra, por mencionar sólo tres, se las ven negras para ganarse la vida y lo logran sólo si son excepcionales. Muchos terminarán dedicándose a otra cosa”.
Finalmente expresó su deseo de regresar con la mayor frecuencia posible, impartir cursos, dirigir un programa de música barroca con la Sinfónica de Xalapa, orquesta que le resulta admirable. “Hay mucho por entregar. Xalapa es fascinante”.