Arianna Cecilia Monroy, premio a mejor actriz; Omar Cruz Bonilla fue el mejor actor
Luis Enrique Romano Páez
El XXIII Festival de Teatro Universitario “Manuel Montoro-Guillermo Barclay” llegó a su fin el 26 de octubre, con la premiación de las mejores puestas en escena en la Sala “Dagoberto Guillaumin” del Teatro del Estado. El festival estuvo dedicado a Raúl Zermeño, recientemente fallecido, quien fundó la Facultad de Teatro y la Compañía Teatral Anteum.
En esta ocasión, Sombras de miel de la Facultad de Odontología campus Poza Rica-Tuxpan y dirigida por Javier Santo Pérez Jiménez, ganó el premio a la mejor puesta en escena; el segundo lugar se lo llevó Las criadas, un esfuerzo colectivo de las facultades de Música, Contaduría y Economía, y el tercer lugar fue para la obra Lisístrata del Grupo Quetzales, del campus Coatzacoalcos-Minatitlán.
El Premio “Guadalupe Balderas” a la mejor actriz fue para Arianna Cecilia Monroy Chavarría, por su participación en Sombras de miel; el segundo lugar en esta categoría lo recibió Karla Rossana Merino de Roma al final de la vía, obra original de Daniel Serrano (AFEL-UV), y el tercer lugar para Lilian Michelle Reynaga Ruiz, por Lisístrata.
El Premio “Manuel Fierro” al mejor actor fue para Omar Cruz Bonilla, quien participó en Las criadas; el segundo lugar lo obtuvo Adrián Bermúdez López, de la misma puesta en escena, y en tercer lugar, Juan Salazar Montes por Canícula, de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI)-Totonacapan.
El ganador al premio como mejor director fue para Javier Santo por su trabajo en Canícula; el segundo lugar fue para Kevin Sagaón Lara por Las criadas, y el tercer lugar para Freddy Palomec por Huazuntlán, del Grupo Quetzales. El jurado otorgó una mención honorífica a las cuatro sedes de la UVI: Huasteca, ubicada en Ixhuatlán de Madero; Totonacapan, de Espinal; Grandes Montañas, de Tequila, y Las Selvas, en Huazuntlán.
El premio a los mejores elementos escenográficos fue compartido por Panteón de amores, Canícula y Tlatzihkateptel Wan Malintzintepetl y sus guardianes. Cabe señalar que la obra Náufragos, de Slawomir Mrozek, ganó el premio único de esta edición, mientras que el actor y director de teatro, Francisco Beverido, recibió un homenaje por su trayectoria.
“No lo esperábamos, estamos agradecidos” Ninguno de los participantes en Sombras de miel tenía previsto convertirse en actor, actriz o director, ni compartir su talento artístico u obtener un premio por su trabajo. Sin embargo, su entrega y compromiso hicieron posible que fuera la mejor del festival.
“Simplemente nació, no te das cuenta, es como un sueño, un pensamiento o una estrella: de pronto ves el cielo y surge, así fue; no te das cuenta de que está en ti, después te invade y te pierdes.
No te das cuenta hasta que de repente estás en el escenario y esa estrella fugaz se convierte en luces”, expresó Javier Santo Pérez. Arianna Cecilia Monroy, la mejor actriz, comentó que su aproximación al teatro no se dio por una necesidad incontenible ni por amor al arte, más bien los caminos y las oportunidades que decidió tomar la condujeron hasta este momento.
“No lo decidí, a mí me gusta más bailar y la verdad es que casi no hablo, el teatro es algo que nunca creí hacer, pero fui encontrando a mi compañero y al maestro que nos fue acercando con ese amor a lo que hace, que fue atrapándonos en esta vida del arte.”
Aldo Colli, el otro protagonista de Sombras de miel, relató: “Es el segundo año que participo en el festival, en realidad esto surgió con la clase intersemestral Iniciación a la Técnica Contemporánea, yo pensé que era pintura o algo así y salió que era danza contemporánea; después tuve la idea de venir a concursar”.
El año pasado Aldo Colli ganó junto con sus compañeros el segundo lugar, este año, gracias a los maestros y al trabajo, se llevó el primero.
Respecto del proceso, Javier Santo Pérez dijo sentirse complacido por el trabajo realizado con los estudiantes de Odontología y expresó: “No esperaba nada, sólo compartir por medio de la obra lo que está pasando con las relaciones, el poco valor que se tiene hacia las parejas, ya que es algo difícil mantener una pareja en el camino de la vida; era proyectar conciencia por medio de la obra, así como el valor a la mujer, al hombre, al ser humano. Para nosotros es una sorpresa tener este resultado, es algo trivial, no lo esperábamos pero estamos muy agradecidos”.
Pérez Jiménez detalló que el proceso de creación de la obra y la selección de los personajes estuvo rodeado de buenos sentimientos y una atmósfera hasta cierto punto mística: “Los ensayos no fueron en un salón sino en la calle, en campos, en casas, en diferentes espacios; lo que nos interesaba más era ensayar, el espacio era lo de menos, igual en la noche, en la madrugada, dormíamos juntos en la casa de cualquiera de nosotros, en el monte –porque también ensayábamos ahí, en el lugar donde vivo, en la comunidad– y donde nos ganaba la noche, realmente soñábamos ya con este momento, así fue el proceso”.
Aseguró que no se sufría sino todo lo contrario, existía un goce durante el proceso de creación de la obra: “Desayunábamos, comíamos o cenábamos donde nos agarraba el día, la tarde o la noche”, expresó el maestro. Los concursantes se reunían a trabajar en muchos lugares, sin embargo fue en el kilómetro 10, en El Chote, municipio de Coatzintla, donde por lo regular realizaban la mayor parte del trabajo.
“Allí no hay señal, no hay luz, pero hay luciérnagas y está la naturaleza; de ahí los chavos estaban en los departamentos, en el centro. Creo que estuvieron en dos cosmovisiones: la naturaleza y el mundo urbanizado; entonces por eso se sacó algo desde el sentir, desde el interior, y después al exterior por medio de la obra.”
El dramaturgo también explicó que no hay ninguna intención de que la agrupación multiganadora se convierta en una compañía o algo por el estilo, más bien se trató de un grupo de personas con las que tuvo la posibilidad de conseguir estos resultados y con las cuales volvería a trabajar.
“No esperábamos que esto fuera una compañía, porque viene de parte de los estudiantes, simplemente hemos estado viviendo el proceso, contar una historia por medio de los talentos de los muchachos y a nuestros tiempos, no es una presión ni una obligación sino una necesidad de amor al arte, al teatro, a la vida”, concluyó.