La Facultad de Teatro llama la atención por sus académicos y egresados
Karina de la Paz Reyes Díaz
Sara Bárbara Sánchez Saucedo, estudiante de las facultades de Teatro y Filosofía, el desarrollo del teatro en México muestra grandes obstáculos, como su financiamiento, pero ello no la hace perder el entusiasmo porque se trata de crear alimento para el alma.
“Si no hay comida, quién quiere pensar en ir al teatro. Ése es un problema muy grave. Lo estamos viviendo en la Universidad (con la falta de pago de los recursos que por ley le corresponden), pero también lo vivimos en un ámbito más extenso. El problema de México con el teatro es, principalmente, la economía. No hay dinero. Yo no puedo pedirle a alguien que vaya a ver mi obra de teatro si no puede comprar ni un pan para sus hijos”, lamentó.
Pese al panorama, ella no pierde el entusiasmo por estudiar Teatro: “Aporto toda mi juventud y energía para que esto salga a flote, porque creo que no es suficiente sólo alimentar el cuerpo con comida, también hay que alimentar el alma; además, el teatro nos ayuda a vivir mejor, a tener una vida más próspera, a entender muchas cosas, hace una reconstrucción de la realidad. No debe morir.
”No hay que desmotivarse, el miedo siempre está pero no hay que dejar que nos absorba. Como estudiantes tenemos una responsabilidad con nosotros mismos y con el país, y no tenemos otra opción más que seguir trabajando, hacer lo que nos gusta y hacerlo con amor, técnica, responsabilidad y rigor, porque no todo se sustenta con pasión.”
A Bárbara (quien nació en 1993) el teatro le salvó la vida, porque llegó a ella justo en el inicio de la adolescencia, cuando se estaba encontrando consigo misma y descubriéndolo todo. “Si no hubiera sido por la ficción, por descubrir mis capacidades o un momento que te aleja de la vida real… por eso digo que me salvó de la vida”, precisó. Inició su carrera cuando tenía 12 años, en su natal Aguascalientes, en la Escuela de Teatro “Fernando Wagner”, y poco a poco fue descubriendo lo que le gustaba dentro de la vida teatral, por ejemplo, interpretar personajes decadentes o de una clase social oprimida.
“Fue un encuentro casual. Me gustaba cantar y bailar y mis papás decidieron meterme a (una escuela de) teatro porque yo se los pedí. Estando ahí quedé encantada. Después me vio un director, David Nava, y me invitó a trabajar con su grupo independiente; ellos ya eran de la universidad y yo iba entrando a la secundaria”, rememoró.
A partir de ahí trabajó en varias compañías y fue en esa época que participó en un festival de teatro popular iberoamericano, que le permitió viajar por el país y el extranjero con la obra Fantasmas del sueño, basada en la historia real de unos niños de la calle quemados en una alcantarilla.
“A mí lo que me interesa es el teatro callejero, el social, usando espacios alternativos –que puede ser cualquier lugar o espacio donde se desarrolle una escena dramática–. Creo que el teatro puede cambiar el mundo, pero desde una revolución interna, porque al crearse ésta inician los cambios colectivos”, destacó entusiasmada. La decisión de Bárbara por dedicarse al teatro de manera profesional no fue bien tomada por su familia en un primer momento, no obstante, la situación ha cambiado paulatinamente.
“Mi mamá tiene una cuestión más neoliberal, más capitalista, entonces ella quería que estudiara algo que me dejara una remuneración económica. Sí se puede vivir bien del teatro, pero no ganas millonadas y tienes que trabajar mucho. Es mucho placer espiritual, pero muy poco remunerado, pero es lo que me gusta. ”Además, ella quería verme como una princesa, como alguien bonita, y en realidad los personajes que normalmente trabajo son decadentes o de una clase social oprimida. Son temas muy densos que mi mamá no esperaba ver, pero poco a poco lo fue entendiendo.”
La gran mezcla
Una vez dentro de la Facultad de Teatro, de la que le atrajo su historia –en 2016 celebra 40 años de haber sido fundada–, quienes imparten cátedra y el trabajo que sus egresados realizan en el país, tuvo la necesidad de profundizar en la disciplina a través de la filosofía.
“Cuando llegué a Xalapa estaba muy emocionada y sí resultó lo que esperaba. Me sorprendieron bastante los maestros, cómo se expresaban del teatro, la ética que seguía cada uno de ellos; pero conforme fui avanzando en la carrera también encontré deficiencias –como en la cuestión vocal.”
En el sexto semestre de la Licenciatura en Teatro se encontró con Bertolt Brecht, Jean-Paul Sartre y todos los modernos del teatro. A partir de eso empezó a entender lo absurdo, el existencialismo.
“Cuando empecé a leerlos encontré un sentido más profundo a cada obra teatral, entonces empecé a preguntarme por la estética, por la existencia, y había cosas que no me podía contestar, aunque leyera un PDF de filosofía, no lo entendía por completo. Fue así que decidí entrar a (la Facultad de) Filosofía para entender mucho mejor todo esto. De hecho la Licenciatura en Filosofía la estoy estudiando como complemento a la de Teatro.
Mi propósito principal es estudiar la estética.” Al estudio de Teatro y Filosofía lo llama “la gran mezcla”, pues le permite desenvolverse con facilidad en las experiencias educativas teóricas y entenderlas con una profundidad y visión diferente.
“Creo que entre más estudie, mejor calidad tendrá mi trabajo social y también mejor contenido”, infirió. No obstante, añadió que además de la teoría es importante la parte técnica: ejercitar la mente y el cuerpo. “Se trata de encontrar esa mezcla entre la praxis-técnica-teoría”, insistió.
Algunas de las obras en las que Bárbara ha participado recientemente son: Corre, Corre Carigueta, dirigida por Adriana Duch Carvallo, y Los equilibristas, de David Gaitán. En la actualidad trabaja en otra puesta en escena más.