Karina de la Paz Reyes Díaz
Hace 60 años, durante el rectorado de Gonzalo Aguirre Beltrán, fueron creadas las facultades de Antropología, Letras Españolas e Historia, cuya presencia en la sociedad veracruzana continúa siendo fundamental, pues el quehacer de las humanidades es más pertinente que nunca, coincidieron sus directivos.
En la Sección 1 del Expediente 44 del año 1957, la Oficialía Mayor de la Universidad dio cuenta de sus actividades al entonces gobernador de Veracruz, Antonio Modesto Quirasco; en el apartado “Administración y Servicios Escolares” detalla:
“Dentro de la Facultad de Filosofía y Letras se crearon tres nuevas escuelas que vienen a resolver urgentes necesidades en la formación del profesorado de la Universidad y de los investigadores. Las escuelas que comenzaron a trabajar el día 1º de febrero del presente año son las siguientes: Escuela de Antropología, que ofrece las carreras de Arqueología, Lingüística y Antropología Social; la Escuela de Historia, que ofrece la carrera de Maestro en Historia; y la Escuela de Letras que ofrece la carrera de Maestro en Letras Españolas.”
Las tres tuvieron como primera sede el edificio ubicado en Juárez número 55, en el centro de Xalapa, y en 1976 se trasladaron a la Unidad de Humanidades, donde hasta la fecha continúan.
Estas entidades se crearon en una época favorable para las humanidades, situación que contrasta notoriamente con la actualidad, coincidieron Gerardo Galindo Peláez, Sergio Rafael Vásquez Zárate y Guadalupe Flores Grajales, directores de Historia, Antropología y Letras Españolas, respectivamente.
Quienes egresaban de estas escuelas obtenían el grado de maestros, no licenciados; en 1973 hubo un acuerdo nacional para normar el funcionamiento de las licenciaturas en todo el país, denominado “Los acuerdo de Tepic”, explicó el Director de Historia.
La presencia de las humanidades en la sociedad ha fluctuado; en Veracruz, al final de la década de los cincuenta y principio de los sesenta, se crearon las grandes instituciones de corte humanista, bajo el cobijo y auspicio del Estado, explicó Galindo Peláez.
Acotó que México vivía un momento de contradicciones, pues aunque persistían carencias en determinados sectores sociales, registraba un crecimiento económico que oscilaba en el seis por ciento anual. Ello de alguna manera favoreció la creación de escuelas humanísticas.
Pero en la década de los ochenta se registró una fuerte crisis, porque el Estado empezó a “hacerse chiquito”; aunado a ello surgieron los procesos neoliberales, en los cuales la economía y el mercado tienen una preponderancia por sobre todos los demás aspectos, y las humanidades “pareciera que se ven eclipsadas, que ya no son auspiciadas”, añadió el historiador.
Por su parte, Sergio Vásquez coincidió en la importancia de las humanidades actualmente, tanto o más que en aquella época de florecimiento: “La Antropología es más pertinente que nunca, pero me refiero por extensión a todo el quehacer humanístico, porque vivimos en la expectativa global de los vaivenes de la economía; todos estos impactos de orden mercantil y económico tienen un origen y efecto sobre las distintas poblaciones mundiales”.
Para él, “donde haya población humana, donde existan necesidades de comprender la diferencia, donde se expresen situaciones de intolerancia, inequidad, desigualdad, necesariamente tiene que haber un experto para tratar de identificar este contexto problemático. Si vivimos en un país y en un mundo convulso, evidentemente las humanidades son más pertinentes que nunca”.
Guadalupe Flores opinó que el papel de las humanidades es no perder de vista el bien común, así como el compromiso que hay con la sociedad. “Eso poco a poco se ha perdido”, lamentó.
La académica consideró necesario modificar la mentalidad en su campo, pues ser un profesional en la lengua y la literatura no implica dejar de lado la conciencia civil, sino todo lo contrario. Por otra parte, en estos tiempos “es necesario ser más realista, ya no se puede ser tan idealista como en el siglo XIX o en otras épocas, porque eso genera mucha frustración”.
Tradición antropológica
La Facultad de Antropología se distingue por ser la primera en su género en la provincia mexicana, pues antes de ella sólo existía la Escuela Nacional de Antropología e Historia: “Es el segundo plantel más antiguo en la formación de antropólogos en México y también de las tradiciones antropológicas más vigorosas del país, no sólo por antigüedad sino porque se ha ganado un prestigio”, destacó su director.
“Gonzalo Aguirre Beltrán, quien a la postre sería Rector, impartió el 17 de febrero de 1957 la primera clase de la carrera de Maestro en Ciencias Antropológicas.”
En esta empresa acompañaron a Aguirre Beltrán “pioneros y baluartes de la antropología veracruzana”, como José Luis Melgarejo Vivanco, Roberto Williams García, Carlo Antonio Castro y Alfonso Medellín Zenil, quien fue el primer director de la Facultad.
“Hubo muchas felices circunstancias que contribuyeron: el Rector era Gonzalo Aguirre Beltrán, figura reconocida en la antropología mexicana; el secretario de gobierno era José Luis Melgarejo Vivanco, profesor, historiador, antropólogo y arqueólogo autodidacta.
”Él fue profesor de Roberto Williams y Alfonso Medellín en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana; ambos se habían incorporado al Departamento de Antropología del Gobierno del Estado después de haber estudiado también en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ellos construyeron el plan de estudios y poco después se sumó un distinguido lingüista centroamericano: Carlo Antonio Castro Guevara”, relató Vásquez Zárate.
La Escuela de Antropología nació a la par de dos entidades más: el Instituto de Antropología y el Museo de Antropología de Xalapa, cuyos fines eran la formación de cuadro, la divulgación del conocimiento y la investigación, respectivamente.
“Hay una parte muy interesante de las actas constitutivas de la Facultad de Antropología, cuyo primer director, Alfonso Medellín, declara que la Antropología tiene que servir para tratar de resolver problemas sociales, solucionar los problemas que devienen de la discriminación, de la falta de equidad, de la marginalidad, de los rezagos sociales, económicos y geográficos. Va muy acorde con las políticas gubernamentales de la época.”
En sus aulas han dado cátedra grandes personajes de la antropología nacional. Además de los ya citados, están José García Payón, José Corona Núñez, Alfonso Gorbea Soto, Francisco Beverido Pereau, Waltraud Hangert, Juan Hasler y Santiago Genovés, por mencionar algunos.
Además, Vásquez Zárate mencionó a Félix Báez Jorge, quien es egresado de la Facultad, fue director y a la fecha continúa dando clases, “es una de las figuras más reconocidas en América Latina sobre el estudios de las cosmovisiones y religiosidad popular”.
El Director de Antropología dijo que es difícil medir el impacto positivo de la participación de un antropólogo, por ejemplo, en los ámbitos del trabajo social o público, “pero sí puedo decir que muchos de nuestros egresados han participado en el diseño de políticas culturales, en el apoyo a casas de cultura, museos de sitio o regionales, identificación de centros históricos, identificación, protección o apertura de zonas arqueológicas, programas de rescate de lenguas originarias; en fin, han incursionado en distintos ámbitos del conocimiento”.
Actualmente esta entidad académica ofrece las licenciaturas en Antropología Social, Lingüista e Histórica, Arqueología y la Maestría en Antropología.
Riqueza literaria
La Facultad de Letras Españolas, cuyo primer director fue el filólogo, escritor y poeta José Pascual Buxó, es una de las más antiguas del país, sólo superada por sus homólogas de las universidades Nacional Autónoma de México y de Guanajuato.
“El origen de la Facultad estuvo vinculado al proyecto de la Editorial UV y la revista La Palabra y el Hombre, a cargo de Sergio Galindo; y después con el entonces Centro de Investigaciones Literarias, hoy Instituto de Investigaciones Lingüístico Literarias”, rememoró su Directora.
La entidad posee una característica especial: en sus aulas han impartido cátedra destacados personajes de la literatura como Sergio Pitol, y aunado a ello se ha alimentado de una inmensa actividad cultural generada por escritores invitados.
“A lo largo de estos 60 años la Facultad ha tenido contacto con los escritores del boom, como Julio Cortázar y Juan Carlos Onetti”, refirió la entrevistada.
También recordó que cuando el escritor y académico Jorge Ruffinelli dirigía el Centro de Investigaciones Literarias trajo a literatos connotados, lo cual impulsó a la Facultad y propició que adquiriera renombre a nivel nacional e internacional: “Era gente muy generosa, con espíritu formador que impulsaba mucho a los estudiantes”.
Sumado a ello, en seis décadas han egresado destacadas personalidades de la literatura, la crítica literaria, el periodismo y la traducción. Entre ellas están el escritor Luis Arturo Ramos, el poeta Tomas Uscanga y la periodista Kasia Wyderko. Asimismo, Juan Pablo Villalobos, quien obtuvo el 34º Premio Internacional Herralde de Novela, y a Alejandro Higashi, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
“Hay una gran cantidad de egresados que han tenido cierto éxito en las letras. En el caso de la investigación, varios del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias también son egresados de aquí, entre ellos Esther Hernández Palacios, Alfredo Pérez Pavón, Norma Angélica Cuevas Velasco y Teresa García Díaz; otros se han dedicado a la gestión.”
Además, el seguimiento a los egresados ha permitido confirmar que muchos de ellos están incorporados en universidades del país y el extranjero; pues en la Facultad también se han formado estudiantes de otras nacionalidades.
“En su origen aquí estaba incorporada la Escuela de Verano, hoy Escuela para Estudiantes Extranjeros, y aquí llegaban los extranjeros, pero se quedó esa perspectiva y a lo largo de estos 60 años hemos recibido muchos estudiantes de Japón, Alemania, Holanda, Dinamarca, Suiza, Polonia, Inglaterra; actualmente llegan muchos de China”, explicó.
Para Guadalupe Flores, el impacto social de esta entidad académica es grande, al igual que los retos. Uno de ellos es formar personas capaces de generar autoempleo.
Identidad e historia
En la fundación de la Facultad de Historia, cuyo primer director fue el prestigiado historiador Xavier Tavera Alfaro, contribuyeron personalidades como David Ramírez Lavoignet y José Luis Melgarejo Vivanco. De esta entidad académica también han egresado personalidades destacadas, como Enrique Florescano Mayet.
“Muchos de ellos se han dedicado a la docencia en el nivel medio superior y superior; y también gente que ha contribuido a la historia en Veracruz. Tenemos el caso de investigadores como José Velasco Toro, Carmen Blázquez Domínguez, Bernardo García Díaz, todo un conjunto de investigadores que actualmente trabajan la historia de la entidad”, destacó Gerardo Galindo.
Para él y muchos dedicados a esta disciplina, la mayoría de los historiadores que hoy en día investigan y escriben sobre las distintas épocas del pasado de Veracruz han sido formados en esta entidad; asimismo, son los que están frente a grupo en escuelas de todos los niveles educativos.
“Una de las fortalezas que ha tenido la Facultad es la contribución, por un lado, a la enseñanza y difusión de la historia –son los maestros que han forjado muchas generaciones de veracruzanos–, y por otro a la investigación”, remarcó.
Galindo Pelaéz comentó que las sociedades consumen historia y a la fecha tienen diversas fuentes, ya no hay una historia monolítica: “La manera de ver el pasado ha cambiado, ahora tenemos muchas y todas ellas enriquecen a las mismas humanidades. Ahora se retoma el debate de la interdisciplinariedad como condición básica en el estudio de todas las humanidades. La historia poco tiene que decir si no se relaciona con la economía, con la antropología”.
Si bien es vasto el trabajo y la investigación de los egresados de esta entidad académica y naturalmente de su plantilla docente, hay un desafío importante ante sí: mejorar la presencia en la sociedad, admitió el entrevistado.
“Hay que decir que las humanidades y la historia son necesarias. Que tienen un por qué y un para qué. Que nos da mucha identidad. Que frente a los procesos globalizantes o la contra de la globalización, el papel de las humanidades es sensibilizar, dar identidad y respuesta a las preguntas de las problemáticas del presente. En la actualidad vivimos otro tipo de violencia, de problemáticas, pero ahí está la historia para darnos respuestas, sentido y cobertura.
Para no sentirnos desligados de nuestro entorno.”