De Contaduría y Administración
La planta produce tres veces más oxígeno que los árboles
«Confíen en sus ideas, sáquenlas adelante, arriésguense y atrévanse a echarlas a andar”: universitarios
Contemplan la producción de ungüento, cremas y otros artículos derivados de la planta
Paola Cortés Pérez
El proyecto Innobambú, desarrollado por estudiantes de séptimo semestre de la Licenciatura en Administración de la Facultad de Contaduría y Administración, fue uno de los ganadores de la convocatoria Soy UV Emprendedor, impulsado por la Dirección General de Vinculación y el programa Emprende-UV.
El objetivo de la convocatoria fue impulsar a los jóvenes universitarios que no cuentan con los espacios
para crear una empresa con enfoque social, por ello se trató de un programa intensivo de innovación/emprendimiento.
Al terminar el mismo, los equipos presentaron el plan de negocios sobre un producto o servicio con impacto social, solución de problemas y autosostenibles. Los ganadores obtuvieron una beca-capital semilla para iniciar su negocio.
A decir de los jóvenes estudiantes, obtener estos recursos es un paso más para concretar sus propósitos, “la mayoría de los proyectos sólo se quedan en un plan de negocios, en una materia o en la escuela, pero con este apoyo económico queremos hacer realidad nuestro producto”, expresó Julio César Salazar Rodríguez, integrante de Innobambú.
Alex Tiburcio Santos, otro miembro del equipo, comentó que empezarán por patentar el proceso de aplicación del bambú en los productos para luego introducirlos paulatinamente al mercado, “queremos ser una empresa que genere nuevos empleos y beneficie a la comunidad”.
Julio César explicó que con los 10 mil pesos que recibieron de beca-capital semilla, el primer producto que tienen pensado materializar es un gel antibacterial, ya que su elaboración no es compleja y tendría una recepción positiva en el mercado, “el resto, como la crema, el ungüento o los polímeros, serían a largo plazo”.
El equipo, en voz de Carolina Grajales Velázquez, hizo un llamado a toda la comunidad estudiantil a no darse por vencida en la búsqueda para concretar sus ideas, por muy pequeñas que parezcan: “Si confían en su idea, sáquenla adelante, arriésguense y atrévanse a echarla a andar”.
Los universitarios que desarrollaron el proyecto Innobambú son Julio César Salazar, Alex Tiburcio, Carolina Grajales, Valeria Itzel Sánchez Vela, Ezequiel Cruz Román y Gonzalo Mercado Montes, todos del séptimo semestres del programa educativo de Administración.
Proyecto Innobambú
Julio César recordó que el proyecto ya lo tenían en mente dos semestres antes, mientras que Carolina, con cierta emoción y nerviosismo en su voz, agregó “sólo esperábamos que llegara la experiencia educativa (EE) Desarrollo de Emprendedores para ponerlo en práctica”.
Julio narró que todo surgió de una plática y de la propuesta de su compañero Ezequiel, quien ya tenía la experiencia de trabajar muebles a base de bambú. Poco a poco pulieron su plan de negocio y el proyecto; fue así que desarrollaron la idea del habitáculo, gel antibacterial, ungüento, cremas, protector solar y té, todo elaborado con bambú.
“El papá de Ezequiel –Ezequiel Cruz Arellano– fue quien detonó la economía de la comunidad Monte Blanco, municipio de Teocelo; abrió una fábrica dedicada a la producción y comercialización de muebles de bambú”; desgraciadamente en la actualidad la comunidad enfrenta serios problemas, dado que los productos elaborados por los pobladores ya no se venden más allá del pueblo.
“Con nuestro proyecto queremos impactar social y económicamente en la comunidad de Monte Blanco, ya que de este lugar se obtendría la materia prima y esto generaría nuevos empleos.”
Alex dijo que gracias al asesoramiento y apoyo de químicos del Centro Químico Biológico de Investigación y Servicios (CQBIS) de la Facultad de Química Farmacéutica Biológica, se desarrolló el gel antibacterial, el ungüento, y está en proceso de validación el protector solar, el té y otros productos derivados de las ramas y las hojas del bambú.
Los jóvenes universitarios desarrollaron no uno sino seis productos, los cuales presentaron en la Feria Emprendedores 2014 “Materializando ideas, creamos futuro”, organizada por la Facultad de Contaduría y Administración, lo que les valió el primer lugar en la categoría Emprendimiento Sustentable.
El bambú, la madera del futuro
Hace 18 años, el señor Ezequiel Cruz Arellano visitó la comunidad Monte Blanco, municipio de Teocelo, y se maravilló del trabajo que realizaban cinco artesanos con el bambú; desde ese momento, aseguró en entrevista para Universo: “Me enamoré del bambú, vi en él a la madera del futuro”, así que decidió establecer un taller que daría empleo a las familias del lugar.
“La idea surgió cuando en alguna ocasión visité la congregación de Monte Blanco, vi las condiciones en que vivían, descubrí una enorme migración de sus habitantes en búsqueda de una mejor forma de vida y me di cuenta que trabajar artesanalmente el bambú era una oportunidad para solucionar esta problemática social”, narró.
Dijo que la madera del bambú es 100 por ciento ecológica, que en tres o cuatro años está listo para ser cortado, de una vara crecen hasta 50 ramas más, su madera es más resistente y difícilmente se apolilla o pudre, en contraste con un
árbol maderero que tarda en promedio 20 años en lograr su edad madura para ser cortado, y al morir irremediablemente trae consigo problemas ambientales de consideración.
“Sostengo que el bambú es la alternativa para remediar muchos problemas de carácter social y ambiental como la contaminación, ya que produce tres veces más oxígeno que los árboles; favorece la preservación de mantos freáticos y reduce la erosión de los suelos, al construir una red natural con sus raíces, y sobre todo es una enorme fuente de empleo. Es una de las alternativas que tiene el país para abatir la pobreza.”
Lo primero que hizo, contó, fue capacitar a jóvenes y adultos de la congregación con ayuda del Servicio Estatal de Empleo, así fue como se formaron grandes grupos de artesanos, quienes hoy en día tienen sus talleres donde elaboran muebles, cortinas y otros productos decorativos.
Después de estar instalado y en funcionamiento el taller, don Ezequiel se dedicó a la promoción de los muebles y demás productos elaborados con bambú.
“Nos esforzábamos por darle un valor agregado para que el mueble entrara lo mismo en una casa de bajos recursos que en las residencias de familias de mucho dinero o de funcionarios públicos, fue así que participamos en diversas exposiciones artesanales y de muebles al interior del país.”
Relató que en una exposición en la Ciudad de México, que era una misión de compradores europeos para artesanías mexicanas, “llegaron los franceses y les maravillaron los muebles, me dieron las especificaciones para exportar pero al momento de las compras casi me desmayo porque me pidieron un contenedor de cada modelo; por desgracia no se concretó la exportación porque no teníamos la capacidad de mano de obra para surtir tal cantidad de muebles”.
Desafortunadamente el taller de don Ezequiel cerró hace 12 años, pero si tuviera el financiamiento necesario para reabrirlo daría empleo directo a 60 artesanos –y beneficiaría al mismo número de familias– que ganarían de seis mil a 12 mil pesos mensuales. “Para ellos es mucho porque están acostumbrados a vivir con dos mil pesos mensuales”.
Por ello consideró de gran importancia que los gobiernos federal y estatal inviertan en impulsar proyectos como
el desarrollado por estudiantes de la Facultad de Contaduría y Administración, ya que se generarían microempresas y empresas familiares que, a su vez, darían empleo a muchas personas.
“Si el gobierno destinara partidas especiales para impulsar la reproducción del bambú y capacitar a mucha gente de distintas comunidades desprotegidas, en 10 años tendríamos otro país.”
Reiteró su gusto porque jóvenes universitarios retomen y tengan planes de reactivar el desarrollo de productos derivados del bambú, al crear subproductos como gel antibacterial, cremas, ungüentos, té y otros.
“Con este proyecto los jóvenes resolverían problemas sociales en un futuro no muy lejano. Qué bueno que la Universidad los apoye y los encauce no necesariamente para que ganen dinero sino para ayudar a la sociedad y a su entorno, al generar suficientes fuentes de empleo para los campesinos.”
Innolife, vivienda emergente
El producto estrella de Innobambú es la vivienda emergente, conocida como habitáculo o Innolife, resultado de una exhaustiva investigación que hizo Valeria Itzel.
“Desde el inicio decidimos crear productos que tuvieran un enfoque social, de ahí que la vivienda emergente, llamada habitáculo, está enfocada a personas de bajos recursos económicos que perdieron sus hogares por algún desastre natural”, enfatizó Julio.
Valeria explicó que el habitáculo está elaborado con bambú laminado en su totalidad; es transportado en una caja de 1.5 metros de ancho por dos metros de alto; es desmontable y puede ser armado por dos personas en aproximadamente dos horas. Además, calculan que tiene una durabilidad de entre siete y 10 años.
Estas viviendas emergentes, acotó, sirven como refugios, es decir, en caso de un desastre natural las autoridades de protección civil pueden armarlas para refugiar a las familias que estén en peligro.
“La Innolife puede dar cobijo a familias integradas por cuatro adultos y un bebé, cubre las necesidades básicas como dormir, comer y guardar documentación relevante”, especificó.